Lun 23.12.2002

ESPECTáCULOS  › EL CANTANTE SE PRESENTO EN UN GRAN REX LLENO

Vicentico tiene auto nuevo

El show con que el músico presentó su primer intento solista combinó sabiamente material de Los Fabulosos Cadillacs y canciones propias, potenciadas por el acompañamiento percusivo de La Chilinga. El cantante se rió del Comfer disfrazado como un policía.

› Por Eduardo Fabregat

Las luces se apagaron, y la incipiente ovación de una sala llena se transformó en estupor: quien estaba ingresando, ubicándose frente al micrófono, era Gabriel Fernández Capello. De eso no cabían dudas. El problema era el atuendo: con camisa azul y jinetas, gorra federal al tono y una bandeja de sandwiches de miga en la mano, el agente Capello levantaba un dedo admonitor. “Pórtense como es debido. Esta noche está auspiciada por una nueva Policía, una marca líder en el mercado. Silencio o llamo al Comfer”. Fue la única referencia al episodio-Caterbetti de los últimos días, y alcanzó para un estallido que continuó con “Se despierta la ciudad”, las imágenes de los pibes bailarines que horrorizaron al Comité y una andanada percusiva a cargo de los Chilingos liderados por Daniel Buira. Y todo el Gran Rex de pie.
Gran comienzo, entonces, para la primera aventura solista en vivo del Cadillac: Una vez un Cadillac, siempre un Cadillac, se diría, y la reflexión viene a cuento porque este primer paso del cantante arranca con los condicionamientos naturales e inevitables del historial Fabuloso. El balance no dejó tintas demasiado recargadas, pero sí es cierto que, a poco de comenzado el show, ya había grupitos que entonaban el coro guerrero de “Yo no me sentaría a tu mesa”, hasta que Capello se vio en la obligación de aclarar a los nostálgicos que ésa canción no sonaría, que “se hace difícil tocarla sin los otros amigos”. Sobre el final, habría una concesión, nada menos que un fragmento a capella de “Belcha”, aquel histórico himno a la perra fallecida que se convirtió en talismán del público Cadillac.
¿Debe entenderse por esto que la presentación de Vicentico, el disco, fue un tironeo entre el artista y sus fans alrededor de cuánto material del grupo debía sonar para que todos quedaran conformes? No. Por otra parte, Vicentico no reniega de su historia, y allí estuvo una beatlesca “Saco azul” –la canción y, otro talismán, el saco en escena–, y “Vasos vacíos” en versión deliberadamente cool, y “Los condenaditos” y el recuerdo para Blades de “Desapariciones”, y algunos otros títulos para elevar la temperatura final.
Pero el Rex también dejó claro que el solista tiene con qué defenderse. Con la energía del vivo como mejor aliado, Vicentico echó a andar buenos momentos de inspiración como “Bajando la calle”, la melancólica “Todo está inundado” –que pareció a medida para el aguacero que caería en la madrugada del domingo–, “Vamos” y un “Algo contigo” que se permitió citar “Mañana en el Abasto”, justo sobre el 15º aniversario de la muerte de Luca. En esa carnadura en directo contribuyó sobre todo la asociación del cantante con Dani Buira y sus compañeros de La Chilinga (anoche, al cierre de esta edición, el grupo protagonizaba su propia cita en el Teatro N/D Ateneo), un vendaval de parches que llevó el pulso en todo momento, fuera en forma de arrasadora andanada rítmica o con pequeñas sutilezas en canciones como “Cuidado” o “Canción de cuna”, con Vicentico sentadito y guitarra en mano. Otros matices de la banda, en cambio, pasaron por terrenos más predecibles, como la elección de sonidos, yeites y estilos deguitarra eléctrica que denuncian el virtuosismo de Furmansky, pero a la vez no se apartan demasiado de las reglas del sesionista bien entrenado.
Para cuando el lúdico “Chalinet” cerró el cuerpo central del show, de todos modos, la gente ya estaba entregada. Los toques finales previstos por Vicentico –que sigue mostrándose poco propenso a la demagogia verbal en escena, pero sabe cuándo dar un empujoncito– se encargaron de liquidar la faena: la primera tanda de bises abrió con una bonita versión de “Quisiera” y cerró con las arengas de un corazón roto contenidas en “Culpable” (“Pasé noches enteras preparando mi venganza/ y ahora es el momento de tomarme la revancha”), pero en el medio volvió a poner al teatro de pie con “Demasiada presión”, que corporizó como ningún otro el espíritu Cadillac en este Capello 2002. El verdadero final, tras el homenaje a Belcha, se apoyó en una impecable relectura de “Basta de llamarme así”, con Neiman dibujando en la armónica. Y, entonces sí, un permiso para la fiesta más allá de las marcas, títulos e historias: “Carnaval toda la vida, y una noche junto a vos/ Si no hay galope, se nos para el corazón”, volvió a invitar al optimismo el clásico de LFC. Entonces, sólo entonces, Gabriel Fernández Capello, recibido de solista con honores y placeres, se permitió la broma de mirar extasiado a la sala en llamas y torear: “Ahora sí, se terminó. Estaban nerviosos, ¿eh?”.

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