Mar 07.01.2003

ESPECTáCULOS

“Nuestro Drácula pasa del sadismo al humor”

Juan Rodó y Cecilia Milone explican el fenómeno que rodea al musical
de Pepe Cibrián Campoy, que el jueves inicia en el teatro Opera su decimosegunda temporada. “Está bien hecho y es nuestro”, coinciden.

› Por Cecilia Hopkins

El antiguo mito popular del hombre vampiro debe al folletín y la novela gótica su afianzamiento hacia fines del siglo XIX. Pero entre todas las versiones conocidas en la época sobre el truculento personaje, fue la del británico Bram Stoker (Drácula, de 1897), la que cristalizó en la figura prototípica del vampiro moderno. Friedrich Murnau adaptó libremente historia y personaje para su film Nosferatu, de 1921, y sobre una de las tantas versiones teatrales más fieles al éxito de Stoker se basó el guión cinematográfico del Drácula que dirigió en 1931 Tod Browning, protagonizado por Bela Lugosi. En Buenos Aires hubo más de una producción teatral sobre el mismo personaje, hasta que Pepe Cibrián Campoy estrenó su Drácula en el Luna Park en 1991, un musical que está por iniciar su 12ª temporada: a partir del próximo jueves, Drácula volverá a escena con la misma pareja que la estrenó, aunque esta vez en el Teatro Opera: Juan Rodó y Cecilia Milone.
Seleccionados entre alrededor de 1100 postulantes, Rodó y Milone saltaron a la fama al interpretar a la pareja del famoso conde de Transilvania y su amada Mina. En 12 años, ambos participaron de casi todas las reposiciones del espectáculo –exceptuando la versión de cámara estrenada poco después– cumpliendo un total de 540 funciones. En el caso de Milone, el exitoso musical marcó el comienzo de su labor artística, mientras que para Rodó significó un cambio decisivo, ya que su carrera como cantante lírico se vio, de alguna manera, relegada. Si bien entre el ‘94 y el ‘97 el Teatro Colón lo tuvo como solista, Rodó eligió dedicarse de lleno al género musical, tentado por el ofrecimiento de participar en el montaje de La bella y la bestia, y más tarde en Los miserables y Las mil y una noches, en el primero y último caso, también bajo la conducción de Cibrián Campoy.
En la entrevista con Página/12, ambos intérpretes declaran sentirse a gusto en el lugar del artista reconocido por el gran público. Será porque, en el caso de Rodó, siempre consideró como un obstáculo “el elitismo que existe en el mundo de la ópera y la falta de reconocimiento que padece en el país el cantante lírico”. Por su parte, el hecho de convertirse en una figura popular fue para Milone un objetivo: “La función del artista -asegura– es llegar a la mayor cantidad de gente posible, porque es un servicio que él presta a los demás”.
Según recuerda la actriz, Cibrián Campoy concibió la idea de montar Drácula movilizado, entre otras cosas, por la urgencia de recuperarse económicamente de uno de esos espectáculos que no llegan a funcionar como se espera. Su poder de convicción hizo posible que, aún antes de escribir el guión, Cibrián Campoy consiguiera el visto bueno de Tito Lectoure, amén del millón de dólares que, según recuerda Milone, demandó su puesta. Luego, junto al elenco seleccionado en multitudinario casting, el autor fue perfilando personajes y situaciones, mientras Angel Mahler se hacía cargo de la composición musical.
Ahora, con tantas funciones a cuestas, tanto Rodó como Milone reconocen que existe el riesgo de automatizar la interpretación, pero “el peligro de la rutina no existe si uno trata de introducir variantes expresivas”, según opina el actor. Tal vez porque su Drácula es, de acuerdo con su criterio, “muy flexible: pasa del sadismo al humor, del sexo al romanticismo y la ternura”. En cambio, Milone piensa a su Mina como “una heroína atípica, muy inglesa, tal vez el personaje más cotidiano de todos”. Entonces, el desafío de cada función consiste en “hacer como en la vida, un esfuerzo para no repetirse”. Rodó encuentra, en principio, dos razones para explicar el éxito que rodea a este musical cada vez que se repone: “Que esté bien hecho y que sea nuestro”. Milone también apuesta a que Drácula represente hoy “un símbolo del resurgimiento de la industrianacional: una puesta con más de 40 actores y 20 músicos en el Opera, un teatro pensado para producciones extranjeras”.

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