ESPECTáCULOS
› COTI SOROKIN, DE “COLOR ESPERANZA” AL DISCO PROPIO
“No quiero seguir el manual”
Trabajó con Andrés y Javier Calamaro. Ratones Paranoicos y Turf, pero la explosión llegó con el hit cantado por Diego Torres. El músico cuenta cómo fue que afrontó al riesgo de empezar su carrera solista.
› Por Javier Aguirre
Las etiquetas que vienen pegadas en la tapa del disco debut no dejan lugar a la confusión. No dicen el precio ni advierten sobre letras de contenidos explícitos, sino que adjuntan información de currículum: “Autor de ‘Color esperanza’ /Incluye dueto con Andrés Calamaro”. La valija de experiencias musicales del flamante solista Coti (su apellido Sorokin quedó solo para el librito interno del CD) ayuda a entender su llegada al álbum propio, editado a través de una multinacional y con la importante rotación de su canción “Antes que ver el sol”, que apunta a convertirse en uno de los hits del verano.
Antes de componer la canción “Color Esperanza” que en la voz de Diego Torres fue la banda de sonido optimista del infernal 2002 argentino, Coti ya había desarrollado una generosa sucesión de colaboraciones. Fue socio musical y compañero de sesiones de grabación de Andrés Calamaro en el doble álbum Honestidad brutal, y productor artístico de discos de Javier Calamaro, Ratones Paranoicos y Turf. Con ese respaldo, y a poco de su radicación en España –donde firmó el contrato discográfico–, pasó de las penumbras de los estudios y las voces ajenas al disco de material propio, invirtiendo el camino habitual de muchos músicos que, después de una carrera como intérpretes, empiezan a colaborar con otros artistas. Como, por ejemplo, el ex Abuelos de la Nada Cachorro López, coproductor de Coti.
–¿Siguió el camino inverso al de muchos otros músicos que pasan a la producción?
–Parece inverso. Está lleno de productos seudomusicales o televisivos salidos de una fábrica de artistas, que recién una vez fabricados, la gente se fija si dicen algo o no. Lo mío es distinto: sentí ganas de decir algo, y luego lo dije. Grabar un disco como intérprete implica un riesgo mayor, y eso es lo bueno. Me interesaba poner la cara, hacerme cargo del disco, dar notas. Yo necesitaba un compromiso mayor con mi música. Estaba rebotando contra un techo y quería seguir creciendo, por eso me fui a España. Por otra parte, todo el tiempo me ofrecen producir, o me piden canciones. Y voy a seguir haciéndolo, porque me encanta.
–¿Oesó el éxito de “Color esperanza” en que firmara un contrato como solista?
–La compañía me preguntó: “¿Qué te parece si ponemos la cucarda en el disco?”. Y a mí me pareció bien que la gente pudiera unir coordenadas. Tener un himno en un país no es cualquier cosa, pasa una vez cada tanto. Pocas canciones marcan tanto una época, y creo que dentro de veinte años, como pasó con Malvinas y “Sólo le pido a Dios”, “Color esperanza” hablará de esta época.
–¿Qué experiencias le quedaron de su colaboraciones?
–Con Diego Torres no somos amigos, pero nos llevamos súper bien. Es un gran cantante, sabe cómo transmitir. Los Turf son lo máximo, pura espontaneidad. Cuando les produje Siempre libre hicimos cosas loquísimas, hiperpsicodélicas y oscuras. Trabajé seis meses, no gané un centavo, puse plata... Y cuando me propusieron hacer el siguiente, Turfshow, dije sí. Con Javier Calamaro trabajamos mucho, participé en sus discos solistas y en los que produjo a beneficio, como Pampa del Indio. En esa grabación lo conocí a Andrés.
–¿Cómo fue la participación de Andrés Calamaro en su disco?
–Yo quería naturalidad, no seguir el manual del productor, sino todo lo contrario. No quería invitados, quería hacer lo contrario a lo que podía esperarse de mí: un disco lleno de invitados y compañeros de ruta. Y a último momento, mientras grababa el último tema, “Nada fue un error”, supe que Andrés estaba aquí y lo llamé, para que estuviéramos juntos una vez más en un estudio. Le dije: “¿Te copa la canción? Entrá y cantála”. Y una vez que lo hizo ya estaba. Es un monstruo, quedó increíble.