Las medianoches de la televisión argentina, para una importante porción de televidentes jóvenes (en vías de serlo o dejar de serlo, también), presentaban una suerte de opción de hierro: la austeridad informativa, y facial, de Santo Biasatti con “En síntesis” (Canal 13), o el costumbrismo caricaturesco de Eber Ludueña, el apócrifo ex futbolista que se convirtió en la estrella de “Mar de fondo” (TyC Sports). Claro que existían y existen muchas más opciones, si del cable se trata: documentales, deportes, videos, películas, más documentales, especiales. El horario de la medianoche, sin embargo, desde que fue tomado en los ‘90 por estrellas del peso de Marcelo Tinelli primero (“Videomatch”) y Mario Pergolini después (“La TV ataca”), se presenta oportuno para un tipo de programa descontracturado, algo transgresor, e intencionadamente cargado de lo que en la Argentina se conoce como “buena onda”. Faltaba ese tipo de programa y el verano 2003 presenta esa chance que parece dispuesto a aprovechar “ardetroya”, estreno de América con la conducción de Matías Martin, de lunes a viernes.
Pero, además, este “ardetroya” presenta otra particularidad que lo distingue: es consecuencia directa de un programa de radio, cosa rara en televisión. Durante el 2002, en las tardes de lunes a viernes, se creó un pequeño fenómeno de culto alrededor de un programa, “Basta de todo” (FM La Metro, de lunes a viernes de 14 a 18), conducido por el mismo Martin y el periodista deportivo Juan Pablo Varsky. “Basta de todo” basa su impacto en su espíritu de reunión de amigos que cuentan historias: a partir de una determinada pregunta, los oyentes envían sus mails o dejan mensajes telefónicos, dando lugar a una curiosa sesión colectiva cercana al psicoanálisis (en plan absolutamente informal, por cierto), con interesantes resultados. Conductores y oyentes hablan “real”, cuentan fantasías, miedos, decepciones, alegrías, fobias, etcétera. Se habla bastante de fútbol, también, y en general se maneja un código de pertenencia “rockera”, sin que por esto se entienda al rock como estilo musical sino más bien a una manera de ver la vida. De hecho, La Metro es una estación de radio dedicada mayormente a la música electrónica, y sin difusión de canciones en español. Hay un entrevistado a las 17 (con 17 preguntas por responder, las últimas de índole sexual) y todo se potencia con la aparición de oyentes consecuentes y autobautizados con graciosos sobrenombres. Con todo eso se completa un cóctel participativo y entretenido para los tiempos radiales que corren.
Parte de ese espíritu, tal como el mismo Martin declaró a Página/12 la semana pasada, es el que nutrió la idea básica de “ardetroya”. Con el precio de la conversión televisiva, claro. En su primera emisión, el programa mostró esa búsqueda del código de complicidad y pertenencia que ya tiene “Basta de todo”. Se mostró un clip bastante gracioso basado en una sucesión de palabras del técnico Carlos Bilardo (el “Bilardance”, popularizado en la radio), hubo un informe sobre la canasta básica alimentaria de un cadete, una cámara oculta para “denunciar” un acoso sexual, una entrevista en vivo y otra desde la costa atlántica, más la presentación de un “confesionario” donde los televidentes pueden contar sus historias (tal como los mensajes telefónicos o mails en la radio).
Martin, secundado por Diego Ripoll, Gabriel Schulz (productor-creador del personaje “El hombre cualquiera”, otro hit radial) y Diego Angeli, lidera y conduce con soltura y simpatía. Tiene cara de bueno, no irrita, maneja los tiempos televisivos y apunta a elevar el espíritu a una hora -en verano– en la que mucha gente permanece bien despierta, y en busca de un buen entretenimiento. Entretenimiento: ésa es la palabra clave y la búsqueda central del programa. También, como toda búsqueda que recién se inicia, el desafío por superar.