Vie 31.01.2003

ESPECTáCULOS  › EL DRAMATURGO JORGE LEYES ESTRENA HOY “EL INSTITUTO”

La violencia de un encierro

La obra, basada en una tragedia real, cuenta la vida de una mujer encerrada en un psiquiátrico y su relación con una enfermera.

› Por Silvina Friera

Luego del éxito de Bar Ada, su primera pieza, el dramaturgo entrerriano Jorge Leyes se enteró de que en un pueblito de Santa Fe, una joven, abandonada por su marido, les cortó las venas a sus hijos mientras dormían. “Me impresionó tanto ese gesto salvaje y desesperado que lo incorporé, con algunos cambios, en el texto que estaba trabajando”, cuenta. Esa obra, que terminó de armar en 1997, es El Instituto, que se estrena hoy a las 21.30 en el teatro Payró (San Martín 766), con dirección de Roberto Castro e interpretaciones de Divina Gloria y Alejandra Rubio. La música es de Charly García. En su ficción, una mujer golpeada por su esposo ingresa a una sórdida institución psiquiátrica para ser reeducada, después de haberle arrancado de un mordiscón las orejas a sus hijos, porque no paraban de llorar. En ese ámbito lúgubre entabla una intensa relación de sometimiento con la enfermera, que también estuvo internada en la institución.
“Siempre me llamaron la atención aquellas mujeres que les pasó algo muy fuerte en la vida y se convierten en una especie de ira constante. No necesariamente pasa por la sexualidad. El problema es que a ellas no les llega el amor; se quedan con el anhelo de ser completadas por otro. Sólo conocen las consecuencias sociales que rodean al amor, como el matrimonio y los hijos. Entonces, las reglas son grietas que generan un inmenso vacío, un desequilibrio emocional”, describe Leyes. El Instituto es la segunda obra de este dramaturgo entrerriano nacido en Chajarí. En la entrevista con Página/12, Leyes cuenta que dirigió esta pieza en 1997, en El Callejón de los Deseos, con otro elenco, cuando todavía no encontraba quienes leyeran sus trabajos, ni directores que se animaran a montarla. “Hay algo que no se puede nombrar en la obra, que fluctúa en el terreno difuso de lo indecible”, sostiene el autor de Ruta 14, Tenesy, Long Play y Pampa, que en los ‘90 formó parte del grupo Caraja-ji. El Instituto podrá verse los viernes y sábados a las 21.30 y los domingos a las 20.
–¿Por qué dice que las situaciones límite, como las de estos personajes, aniquilan identidades?
–La atmósfera del Instituto se parece a un campo de concentración y en ese espacio es imposible preservar la identidad. Son dos mujeres que ni siquiera obtienen contención del Estado. Cuando no aparece la protección del hombre o de la familia, debería conformarse una red social que amortigüe las dificultades emocionales que genera el desamparo.
–Esta semana se conoció el caso de una mujer que estuvo presa siete meses porque su hijo se murió desnutrido. ¿Encuentra un punto de comparación?
–Sí, las víctimas son siempre los culpables. Fue el Estado el que se desentendió de la vida de su hijo desnutrido y el que lo mató. En El Instituto, estas mujeres sufrieron el maltrato de sus parejas y la indiferencia de un Estado abandónico. Pero esto no es un fenómeno típicamente argentino. Sucede en muchas sociedades, porque el mundo está regulado por la penalización de las víctimas. Es una gran estrategia que manejan nuestros gobernantes: depositar el peso de la no construcción de la república en el pueblo.
–¿Las situaciones de encierro y castigo generan más violencia?
–Sí. Cuando Bar Ada todavía era un germen, hicimos una función en la cárcel de Concepción del Uruguay, donde por entonces vivía. Cuando terminó la función, me quería ir; era extremadamente violento y perverso ver los portones y los controles. Las personas con problemas a resolver no saben a quién recurrir, no pueden hacer oír sus voces, viven aisladas de la sociedad y al mismo tiempo hacinadas. Este mecanismo de campo de concentración fomenta la violencia y la locura.
–La enfermera compara a las compañeras de trabajo con animales del zodíaco. ¿Siempre incorpora sus conocimientos sobre la astrología en lo que escribe?
–La estructura que organiza la visión del hombre en la tierra, desde la astrología, es muy clara para trabajar dramáticamente. Propone afinidades, opuestos y problemas. Por eso, en mis obras esto aparece casi naturalmente. Esta mixtura atípica está vinculada con mi historia. De chico, un tío me daba material para que leyera sobre astrología. Me entretenía con historias sobre Venus, Júpiter y otros planetas. Mi trabajo con Sonia Larsen se dio por una persona en común que sabía que estaba por renunciar a un trabajo y estaba buscando otro. Así empecé a colaborar en los horóscopos. Con el sueldo me pagaba el curso de dramaturgia con Kartún. Nunca se pelearon la dramaturgia con la astrología.

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