Dom 16.02.2003

ESPECTáCULOS

El reino de este mundo también pasa por Berlín

La ofensiva bélica norteamericana tiñó también los premios de la Berlinale. El jurado del festival premió a “En este mundo”, una película de estilo semidocumental sobre dos refugiados afganos en Pakistán.

Página/12 en Alemania
Por Luciano Monteagudo Desde Berlín

“Stoppt den Krieg!” (Detengan la guerra); “Drop Bush, not bombs” (Tiren a Bush y no a las bombas); “España contra la guerra”, decían algunas de las miles de pancartas, en todos los idiomas, con que hacia el mediodía de ayer se vio invadida la ciudad. Desde Alexanderplatz en el este y desde Breitscheiplatz en el corazón de Berlín occidental –donde el campanario trunco de la iglesia memorial del Kaiser Guillermo recuerda permanentemente los horrores de la guerra– partieron las principales columnas de la más importante manifestación pacifista en la capital alemana desde la guerra del Golfo Pérsico, en 1991.
Bajo una nevisca intermitente, hombres y mujeres de todo el arco político (socialdemócratas, verdes, anarquistas e incluso parte de la oposición demócrata cristiana), pero sobre todo ciudadanos comunes, con sus hijos a cuestas, fueron convergiendo a los pies de la Siegessäule, la imponente columna con la victoria alada desde donde los ángeles de Las alas del deseo, de Wim Wenders, contemplaban el cielo de Berlín. Allí mismo donde todos los veranos se concentra el Love Parade, ahora se convirtió en un gigantesco Peace Parade, con música, canciones, discursos y salchichas humeantes, para paliar el frío.
En sintonía fina con ese espíritu, el jurado oficial de la Berlinale, presidido por el cineasta canadiense Atom Egoyan, dio ayer por ganadora del Oso de Oro a la película británica In This World (En este mundo), que en un crudo estilo semidocumental da cuenta de la travesía de dos refugiados afganos en Pakistán, que huyen del hacinamiento y la miseria a la que los ha empujado la guerra y que después de una ordalía infinita alcanzan a llegar a Europa. Uno, sin embargo, nunca lo sabrá: aparece asfixiado en un contenedor. El otro, un adolescente que sueña con radicarse con su familia en Londres, apenas logrará vislumbrar ese paraíso, del cual luego será expulsado, como un paria.
Filmada con pequeñas cámaras de video digital y con actores no profesionales, muchos de ellos repitiendo para la película la historia de sus vidas, In This World vino a ser el film justo en el lugar adecuado. En una Berlinale cuyo lema –impreso en toda la folletería, catálogos y publicidad del festival– fue “Towards tolerance” (Hacia la tolerancia), la película de Winterbottom, de una corrección política inapelable, estaba sin duda entre las favoritas al premio mayor, como ya adelantó ayer Página/12. En la tumultuosa conferencia de prensa en la que el jurado enfrentó a su vez el juicio de los críticos, la decisión fue recibida con aprobación y hasta con aplausos.
Otro tanto sucedió con el Oso de Plata para Adaptation, la vitriólica comedia dirigida por Spike Jonze, escrita por Charlie Kaufman y protagonizada por Nicholas Cage, que desde el jueves pasado está en cartel en Buenos Aires, bajo el título El ladrón de orquídeas. En cambio, el premio al mejor director para el francés Patrice Chéreau, por Son Frére (Su hermano), provocó algunos silbidos. Injustamente, debe decirse. Su película no es lo que se dice un trago fácil, en la medida en que se ocupa del dolor, de la enfermedad y de la degradación del cuerpo, pero hay que reconocerle a Chéreau haber tenido el coraje y la integridad de enfrentar ese tema sin sentimentalismos ni golpes bajos, simplemente registrando con aspereza el avance del mal no sólo sobre el protagonista sino también sobre su hermano, que carga con la responsabilidad de ayudarlo a vivir y luego a morir.
El abucheo masivo, generalizado correspondió al Oso de Plata al mejor actor, para Sam Rockwell, el protagonista de Confesiones de una mente peligrosa, opera prima como director de George Clooney. Nadie en la abarrotada sala de prensa parecía pensar que su trabajo y menos aún la película –que se ocupa jocosamente de la doble vida de un popularanimador de la TV estadounidense, que habría sido también asesino a sueldo de la CIA– merecía un premio, cualquiera fuera. En todo caso, si se trataba de recompensar a un actor de Hollywood, allí estaba el magnífico trabajo de Edward Norton en La hora 25, de Spike Lee, una película que fue ignorada por el jurado, como si no hubiera existido.
Previsiblemente, el trío integrado por Nicole Kidman, Meryl Streep y Julianne Moore se llevó el Oso de Plata a la mejor actriz, por Las horas, una serie de variaciones del director británico Stephen Daldry alrededor de la vida, la obra y la influencia de Virginia Woolf. Típica producción Miramax, que también aspira a una letanía de Oscars, Las horas es aquello que Hollywood entiende por un film d’art: un tema refinado y prestigioso, legitimado por la literatura y adornado por actuaciones calculadas para llevarse la estatuilla. Por ahora, las chicas de Las horas deberán conformarse con el Oso, pero a ninguna le pareció suficiente como para subirse a un avión y venir a buscarlo. Quizás hicieron bien, porque aquí las estaba esperando no sólo un viento helado sino también, en la puerta de la Berlinale, unas cuantas pancartas contra la política beligerante de los Estados Unidos, como esa que decía .Bush asesino de la paz..
El más insólito de los premios fue el que lleva el nombre de Alfred Bauer, el fundador de la Berlinale, y que se suele otorgar a un film particularmente innovador, como fue el caso de La ciénaga, el film argentino de Lucrecia Martel, en el 2001. Este año el jurado se lo concedió a Héroe, de del chino Zhang Yimou, que parece haber firmado un contrato a perpetuidad con el palmarés de la Berlinale. Su film es ciertamente espectacular, en muchos sentidos, pero nunca puede ser considerado .innovador., en la medida en que se propone repetir la fórmula del éxito de El tigre y el dragón con recursos expresivos tomados del Ran de Akira Kurosawa.
Pero ayer nadie estaba para discusiones ni peleas en Berlín. Desde el nevado Tiergarten llegaban a Potsdamer Platz los ecos cercanos de la masiva manifestación por la paz y sólo faltó que alguien en la sala de prensa enarbolara una pancarta que dijera, simplemente, “No War!”.

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