ESPECTáCULOS
› “GENERACION POP”, O EL ESTRELLATO SEGUN REINA REECH
Canta, canta, que algo queda
El ciclo parece una campaña para la “Escuela de Artistas” de Reina Reech, que promueve al cantante con el típico “Seguí esforzándote”.
› Por Julián Gorodischer
“Te amo Julieta”, grita el fan del nuevo siglo, que adora lo que le pongan enfrente, así sea un consagrado o una novata cuyo mérito es no saber cantar, ni bailar, ni actuar, ni nada que no sea pararse con cara de simpática en escena y repetir su muletilla: “Pongo garra”, como le enseñaron en la escuelita de Reina. Esta es la campaña promocional mejor lograda de los últimos tiempos, el chivo de larga duración que exalta las virtudes del Método Reina de entrenamiento de cantantes, un tira y afloje que combina el reto con el elogio para sumarse a la arenga más copiada desde “Popstars” en adelante: “A cambiar el mundo”. Se lo dicen en “Generación pop” a estos aspirantes a estrellas, bajo el modelo español de “Operación Triunfo”, que concurren a la Academia de Artistas para demostrar que la fama repentina se desata como un “llame ya” sin pausa y sin tregua.
Si no, hay que ver cómo gritan en el teatro, en el ensayo, para aclamar a Agustín, “el nuevo Chayanne”, que no le pega a la nota pero luce musculosa fashion y eso basta para que el cartel se exhiba: “Sos un potro”, o “Estás buenísimo”, leyenda variable que encuentra a las groupies siempre en estado de calentura. Ellas, infieles y olvidadizas, los cambian como un best seller o un hit, y se suben al nuevo carilindo, como antes hicieron con Paolo o con Tripa, de Mambrú, un poco insaciables, desesperadas por la aparición en esta flamante fábrica de chorizos cantores.
“Confesá...”, pide Reina, nueva mecenas de jóvenes talentos, desesperada por la aparición del “sentimiento”, por un beso robado que devuelva al ciclo las expectativas del inicio, cuando se lo creyó un tractor de horario central y no este relleno de sábados y domingos. ¿Qué le falta para dar el batacazo? Tal vez sobran las figuritas, porque ésta es la escena de la “capacitación integral” para múltiples disciplinas, y entonces abundan los actorcitos, los dúos, los cuartetos, los solistas, los bailarines. Democrático y menos cruel, “Generación...” hace convivir al petiso y la gordita, y hasta queda lugar para la bromista: “Conmigo, el teatro se vacía”, dice una participante, alejada del solemne propósito de los vecinos que declaman su sueño, su garra, con la convicción del militante de una causa. Por momentos, “Generación...” es apenas el juego de parecer famoso, sólo que las chicas del público se lo toman bien en serio cuando persiguen a sus elegidos como lo harían con Luismi o con Chayanne. “¡Sale relindo!”, justifica una exaltada, de banderín en mano, en la cola para conseguir el primer disco, prueba visible de que con aparecer es suficiente para “robarle el corazón”.
La campaña de promoción es acertada: desafiná, equivocá el pasito de la coreo, aceptá tu incapacidad, pero seguí intentando, de ser posible en la escuelita de Reina, la que democratiza el ingreso a Jaco, de Villa Itatí, para derribar el mito de un star system sólo para algunos. En la escuelita, todos se unen al grito de “pop, generación pop”, consigna salvadora que se verá reforzada con el flamante “Escalera a la fama”, por el mismo canal, y luego con “Operación triunfo” y, por qué no, con una nueva versión de “Popstars” para abonar al milagro del disco de oro para el aprendiz y la jurado (Magalí Bachor, con disco propio), siguiendo el manual de la consagración. De la nada al todo o, en versión mundana: de la noche sin dormir en la cola para el casting al Gran Rex.
“Generación...” no disimula su afán didáctico. En definitiva, el producto no es otro que la vocación docente de la productora general, que los lleva al teatro y les trae al profesor invitado, o los reta por no prestar atención, en un personalismo que recupera una tradición de clases magistrales. Sólo que la disertación es sobre cómo conviene mostrarse a cámara, o cómo dar con el mejor perfil, práctica y teoría sobre la fotogenia que los hará más rendidores. La masa de aspirantes reúne un requisito pero el otro no, para demostrar que la escuelita compensa y habilita aún al desaprobado, para insistir una y otra vez con aquello deque “la voluntad es un 90 por ciento del resultado”, y levantar la doctrina Reina a la categoría de educación de elite. Se dará un lugar a “los mejores” así provengan de la Recoleta o de Villa Itatí, siempre y cuando profesen la religión. Porque, en definitiva, Reina los saluda a la salida con un lapidario “Seguí esforzándote”, pero podría decir tranquilamente aquella muletilla que hizo famosa el capocómico: “Y... si no me tienen fe”.