ESPECTáCULOS
Un Jesucristo “humano”, con emociones mezcladas
El grupo riojano Kamar presentó en la Fiesta Nacional de Teatro la obra “Yezucristi”, basada en textos de Saramago, León Felipe y otros autores, planteando una mirada alternativa a la historia oficial.
› Por Cecilia Hopkins
Una de las propuestas más insólitas y arriesgadas de la Fiesta Nacional de Teatro de esta ciudad resultó ser Yezucristi, interpretada por el equipo riojano Kamar (Teatro de la Luna). Se trata de un espectáculo que, por su contenido, queda singularmente al margen de las llamadas nuevas tendencias dramatúrgicas. Basado en textos de José Saramago, León Felipe y Nikos Katzanzakis (autor del libro La última tentación de Cristo, que luego dio lugar al polémico film de Martin Scorsese), entre otros, Daniel Acuña Pinto –también director y actor, a cargo del rol principal– presenta en su pieza nada menos que a Jesucristo, pero desde un punto de vista particular y “terrenal”. Es que elige destacar todos los sentimientos humanos (miedo, cobardía, prepotencia, culpa, valentía) que motorizan las acciones. Con acentos rituales, la puesta recrea las historias bíblicas del asesinato de los santos inocentes, el hostigamiento a María Magdalena y los sucesos de la pasión.
La obra –que incluye un desnudo del protagonista, que comienza durante su crucifixión y continúa a lo largo de su dilatado alegato final– fue presentada en la plaza central de la ciudad de La Rioja, “a 30 metros de la catedral y la casa de gobierno, pero con tanta gente alrededor que la policía no reaccionó”, según relata Acuña Pinto en su diálogo con Página/12. Nacido en Tucumán pero residente en La Rioja desde hace 7 años, el director y actor ya había presentado en la edición anterior del Festival una versión “politizada” del clásico Fuenteovejuna, de Lope de Vega. Ahora, según afirma, una de las cosas que más le interesan es hacer teatro en las calles, aunque no siempre se lo permiten: casi lo llevan preso cuando realizó la misma obra en la plaza de Chilecito, en un acto organizado para conmemorar un año de los sucesos del 20 de diciembre de 2001.
–¿Cómo es hacer un teatro político y contestatario en la provincia natal de Menem?
–Hay una suerte de “lo que venga” en el teatro riojano, espectáculos de gente que parece que vive en Manhattan. Claro, también hay otro teatro comprometido. Con el grupo elegimos trabajar de esta manera por estar inmersos en una realidad, en una sociedad hipócrita y light. El teatro me conectó con ciertas verdades, tanto personales como colectivas, que me hace creer en un teatro comprometido con mi entorno: no quiero que la realidad me pase por el costado y me encuentre tomando café. Para mí el teatro tiene el sentido de generar un vínculo, arrimar una reflexión a los otros. No debe quedarse en las instancias estéticas y técnicas. A partir de Fuenteovejuna, el grupo confirmó que ésta es la línea que quiere seguir. Nosotros, en La Rioja, estamos en un lugar donde existe mucha uniformidad en el discurso político: todos trabajan para el Estado y por comodidad, aunque no estén de acuerdo con los lineamientos políticos de la provincia. Y todos terminan votando a los mismos y no imaginan siquiera votar a alguien que no esté de la mano de Menem.
–¿Cómo fue la recepción de Yezucristi en La Rioja?
–Alguna gente no entiende la crítica que queremos hacer y lo toma desde un lugar religioso. Eso nos descoloca un poco. Nosotros elegimos la figura de Jesús por su universalidad, porque creemos que un teatro ritual debe basarse en un mito conocido por toda la comunidad. No quisimos ser herméticos, por eso nos interesa que se entienda que, para nosotros, la figura del reino que Jesús venía a proponer no es la del reino celestial que predica la Iglesia, sino que era todo un proyecto político y social en contra del imperialismo de Roma. En la medida en que podamos entender esto, creo que queda claro que cada uno de nosotros puede ser Cristo. Por eso presentamos al personaje desnudo y con todas sus pasiones humanas. También planteamos a un Cristo que se baja de la cruz para decir un discurso dirigido a cada espectador. Creo que estamos viviendo una época signada por los imperios, con la obsecuencia al servicio del poder de turno y con el clero al servicio del poder igual que hace 2000 años. Por eso pensamos que es un momento muy propicio para trabajar todos estos temas desde un ritual, pero hacia la calle y corriendo todos los riesgos.
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