Sáb 05.04.2003

ESPECTáCULOS

“Bush es un monstruo, un hombre loco, sádico”

La cantante Liliana Felipe, cordobesa radicada en México, una provocadora por naturaleza, presenta hoy y mañana la obra conceptual “Pedro Paramount”, una cargada a los musicales estadounidenses.

› Por Karina Micheletto

Desprovista de su flequillo cortísimo y amarillo, Liliana Felipe parece una más de las vecinas sensibles que deambulan por la tarde de Palermo. Acaba de llegar junto a su esposa, la actriz y directora teatral Jesusa Rodríguez (se casaron con ceremonia apócrifa y pública hace dos años, después de un largo noviazgo), de un viaje de varias horas desde México, y ahora el interés más próximo de la pareja consiste en comer algo. Traiga lo que traiga el plato, Jesusa lo piensa aderezar con los potentes chiles que logró pasar en el avión. Tan pronto como Liliana se saca el abrigo para las fotos, comienza a asomar algo del universo Felipe. “Odio la ley y al estúpido gobierno”, dice la inscripción de su remera, junto a una foto de un punkie mexicano.
Algo de eso hay en los dos discos suyos que aparecieron en la Argentina, El hábito y, más recientemente, Trucho, en el que, piano en mano, manda a todos los que manejan el poder “a la puta madre que los recontra mil re parió”. Además de fundar el club MCF (“Me cago en Fox”, una idea que, admite Felipe, “perdió fuerza, porque ya no hace falta ni cagarse), Liliana y Jesusa crearon en el barrio mexicano de Coyoacán el reducto artístico El Hábito. Desde hace doce años, el espacio alberga las últimas experimentaciones musicales y teatrales, además de dar espacio a figuras legendarias que no siempre encajan en el circuito comercial, como Chavela Vargas.
Hoy y mañana, la Felipe presentará en La Trastienda algo de la última obra que estrenó en El Hábito, Pedro Paramount, una burla sobre los musicales gringos, como ella dice, basada en el Pedro Páramo de Juan Rulfo. También habrá espacio para el segmento “Las Desbarrancadas”, con la actriz Alejandra Flechner, y algún tema con el cordobés Alfonso Barbieri. Y para el personaje de “la conchera milenarista”, que interpretará Rodríguez, entre otros retazos de obras y personajes. Y también, por supuesto, para los temas de Trucho, un disco editado a espaldas de su autora. “Liliana suele hacer discos y dejarlos en un cajón, porque una vez que están hechos, ya no le interesan. Ya una vez hizo uno de tangos y nunca lo quiso editar”, cuenta Jesusa. “En nuestro viaje anterior yo traje clandestinamente la grabación y pedí a los amigos de aquí que hicieran unas copias. Y afuera del concierto vendimos esos discos truchos. La conclusión es que Liliana es una artista que se piratea a sí misma”, explica su compañera respecto del argentinísimo título del disco.
Liliana Felipe vive en México desde que se exilió en 1976, pero nació en Córdoba. Allí se presentará en el Teatro San Martín el próximo jueves (10 de abril), en una función especial para la agrupación H.I.J.O.S., donde milita su sobrina, hija de su hermana Ester Felipe, desaparecida en 1977. Puesta a charlar, Liliana Felipe arrastra cierto acento cordobés, mucho más marcado que en sus canciones, que queda algo gracioso cuando lo mezcla con modismos mexicanos. “Soy bilingüe, hablo cordobés y mexicano, pero como llegué aquí y hablé con mi sobrina, ya se me empezó a colgar el cordobés”, explica la cantante, pianista y compositora.
–En el disco puso la foto de su hermana con la leyenda “Se busca asesino!!! General (RE) Luciano Benjamín Menéndez”...
–No soy muy francesa en esto de la razón. Simplemente pensé que era un disco para la Argentina y pensé que tenía que poner el nombre del asesino de mi hermana. Y lo puse. También supuse que para H.I.J.O.S. era importante. Ahora me acabo de enterar de que se han organizado los hermanos de desaparecidos, organización en la que entraría yo si viviera aquí. El tema pasa por un análisis constante de qué es lo mejor que hay que hacer con esta historia. Qué es lo que sigue, que en el caso de mi hermana ahora es la Corte Interamericana, según me explicó mi sobrina. Fíjate cuántos años pasaron. Mi sobrinita tiene ahora 26 años, y Ester tenía 28 cuando desapareció. Eramos realmente jóvenes.
–En su disco hay una dedicatoria: “Al pueblo argentino, por su valentía y su coraje frente a tanto político mierdero, tantos jueces políticos ymilitares caguengues”. Esto fue escrito a poco tiempo del 19 y 20 de diciembre. ¿Escribiría hoy la misma dedicatoria?
–Pues, claro... Aquello tuvo algo muy valioso, que la gente salió a la calle, se reunió y habló de los problemas en sus barrios. Semejante toma de conciencia no puede haber muerto. En todo caso, el intento es lo que valió. Creo que lo que nos mata sigue siendo la actitud mediocre y agachona de los políticos. Uno sigue luchando sin tener un centavo y la torta se sigue repartiendo entre los de siempre, que están rascándose los huevos en su casa con el dinero de nuestros impuestos. Eso anula las luchas, y es muy desgastante. Pero creo que tiene que haber quedado un germen. Me dicen aquí que a lo mejor me desilusiono. No lo sé. Pero las luchas nunca son en balde. Ahorita me puedo imaginar a los jóvenes gringos tirándose en las calles para decir no a la invasión, viviendo desesperados lo que está haciendo el gobierno de George Bush en el nombre de ellos. Esta guerra es la cosa más vergonzosa que hemos visto como especie, el fracaso absoluto de la humanidad. Es un deber cívico luchar contra ella, Y Bush es un monstruo, un hombre loco, un sádico.
–¿Qué es lo más importante que pasó por El Hábito?
–Han pasado tantas cosas... Cada obra de teatro o de cabaret es un mundo, una apuesta a nivel ideológico, musical, de estructura. Hemos hecho como 300 espectáculos. Inauguramos el lugar con un dueto extraordinario, “Las hermanas Aguila”, que en aquel entonces tenían 85 y 80 años. Iban a verlas desde los tatarabuelos hasta los nietos, se juntaban varias generaciones de público. Nos fijamos el propósito de rescatar a los artistas grandes, que los medios desechan como si fueran Kleenex. Siguiente de eso, vino doña Chavela Vargas. Nos pidió dos viernes y le dijimos no, por lo menos estate un mes, cuatro viernes y cuatro sábados. Estuvo dos años.
–Después de tantas obras, ¿hay algo que les quedó en el tintero?
–Todo. En la vida nunca hay nada resuelto. Por suerte.

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