ESPECTáCULOS
› DOS PERIODISTAS ARGENTINOS, UNO DE CNN Y OTRO DE AL-JAZEERA, DISCREPAN SOBRE LA GUERRA
¿Interés nacional o independencia de criterios?
El porteño Hugo Rahal trabaja como cameraman de la cadena árabe Al-Jazeera en el Pentágono. El mendocino Daniel Viotto es uno de los conductores de la CNN en español. Ante las mismas preguntas, ofrecen miradas antagónicas sobre el mundo, la guerra y las noticias.
› Por Julián Gorodischer
Hugo Rahal, periodista argentino de la cadena árabe Al-Jazeera asignado al Pentágono, dice por teléfono, a la distancia: “Es como ir a la Bombonera con la camiseta de River”. Tan difícil parece la misión que, de fondo, se escucha el tono castrense de un policía. Por ser un camarógrafo de la cadena qatarí (“y también experto en sonido, en electricidad, reportero, lo que se necesite”), lo escoltan desde el taxi hasta el baño y le niegan una credencial. Otras cadenas, como NBC, Fox o CNN, cuentan con una oficina propia en el inmenso bunker, pero Hugo negocia el ingreso día a día. “Entramos siempre por acá”, se le escucha replicar al guardia en el inglés bien aprendido desde el año de su exilio, 1983. El suyo es un privilegio y un calvario: informar para la única cadena independiente del mundo árabe, vista por 45 millones de personas, en su momento de mayor resonancia internacional, pero a la vez “estar marcado” en plena capital del fervor bélico. “Por aquí no”, repite el policía. Y lo que sigue es la esforzada persuasión del argentino, acostumbrado al regateo de condiciones de trabajo dignas.
Más relajado, Daniel Viotto, desde la central de Atlanta de la CNN en Español, defiende la polémica postura editorial de su cadena de noticias: no mostrar la muerte. “No todos quieren ver el cuerpo desmembrado de un niño en pantalla”, explica. El que le toca es el conflictivo rol de presentar la guerra para un canal estadounidense, en su momento de mayor desacreditación pública. En la aséptica cobertura de la CNN no se ven cadáveres, ni sangre, ni niños amputados o masacrados, ni valiosos legados culturales arrasados, pero se dedica un detallado racconto al “heroico” rescate de la marine Jessica Lynch, de 19 años. “No creo que a la gente haya que mostrarle sangre para que sepa que es roja –argumenta el conductor–. Esa sangre no hará más o menos grave la situación de una guerra.”
El que sigue es el contraste entre dos maneras de ver el mundo, de entender la muerte y de situarse en los Estados Unidos. Es la representación del sueño americano (del mendocino Viotto, cuyo nombre llegó a titular el programa “Encuentro con Daniel Viotto”) opuesta a la faena diaria del periodista “multifunción” (el porteño Rahal, que maneja tres cámaras a la vez y, de pronto, sale corriendo a la cabina de control). El que sigue es, también, el punto de vista antagónico, desde Washington o Atlanta, de un hombre crítico del show business de la guerra y otro muy orgulloso de “la misión cumplida”.
–¿Qué crítica le haría a la transmisión de las cadenas estadounidenses?
Hugo Rahal: –Las cadenas norteamericanas son un poco light, con soldados que se comunican con los hijos y mandan cartitas de amor. Se ve a los reporteros famosos de buen nombre que se solidarizan con los familiares de los marines en lugar de mostrar las bombas que matan a civiles. De lo único que se habla es de cómo los soldados rescataron a una chica de 19 años (Jessica Lynch) que estuvo prisionera. Para mí, el foco es otro: una chica no tendría que estar en el ejército peleando.
Daniel Viotto: –De nuestro propio trabajo, estoy muy satisfecho. Por primera vez en la historia, el periodismo tiene acceso a un frente de batalla, con más de 200 personas trabajando allá. El corresponsal en Bagdad era la otra parte, y no la tenemos, pero no es culpa nuestra. Habrá que preguntarle al gobierno de Saddam Hussein por qué lo expulsó. Lo que no queremos es shockear al televidente: no todos quieren ver un cuerpo desmembrado en pantalla.
–¿Y cómo ve la cobertura de Al-Jazeera?
H.R.: –Por ahora no puedo mencionar a Al-Jazeera. Pero veo cosas que los estadounidenses no muestran, en monitores de canales de TV de todo el mundo.
D.V.: –No voy a emitir mi opinión personal sobre otros medios. Pero creo que es fundamental conocer cómo el mundo árabe toma esta guerra. Es fascinante el aporte que ellos pueden darnos.
–¿Cuáles son las mayores dificultades que enfrenta a diario?
H.R.: –Trabajar en Al-Jazeera se parece al modo argentino, pero con dinero. Todo es a pulmón. Una persona está en el control y, de repente, lo llaman y tiene que ir a operar cámara y nadie lo reemplaza. Los canales estadounidenses tienen profesionales universitarios especializados que, si manejan cámaras, no tocan cosas eléctricas porque no está permitido. Nosotros somos 22 y hacemos todo. A veces tengo que mover dos o tres cámaras a la vez.
D.V.: –Lo que más me preocupa es la poca información que llega del gobierno iraquí, especialmente después de que nuestro corresponsal fue obligado a salir. Es difícil evaluar según nuestras propias fuentes, y por eso usamos recursos como agencias internacionales, cadenas afiliadas, la transmisión de Al-Jazeera... Pero el propio corresponsal de Al-Jazeera fue expulsado de Bagdad, y ni siquiera las propias agencias pueden conseguir el número de bajas iraquíes.
–¿Cuál cree que es su aporte a una mejor información?
H.R.: –Filmo noticias y pongo a los árabes al aire. Cuando salen a buscar noticias, los acompaño y hablo por ellos con periodistas de otros canales; de no ser así, se les escaparían cosas. A las protestas voy solo y hago preguntas por mi cuenta; los árabes no salen de la oficina.
D.V.: –Es lo mismo que aportamos quienes nos quedamos en casa: poner todas las partes del rompecabezas juntas y armar la historia dramática de la manera más real posible para que la gente lo entienda.
–¿Y cómo será evaluada su participación en esta guerra?
H.R.: –Si fuera a pedir trabajo a otra compañía estadounidense, en particular la CNN, seguramente no me contratarían. Eso me molesta un poco, pero no me quita el sueño: preferiría estar en un canal latino, donde me sentiría como en mi casa.
D.V.: –El sentimiento anti-estadounidense existe, independientemente de esta guerra, y eso se transforma en un sentimiento anti-CNN, que se usará para criticarnos no importa lo que hagamos, no importa lo que digamos o cuánto nos desgaste emocionalmente esta cobertura que estamos haciendo. En ese barco entramos nosotros, a pesar de que nuestra gente esté arriesgando su vida.