Jue 17.04.2003

ESPECTáCULOS

Un remix de viejos temas de un maestro del terror

La adaptación cinematográfica de la novela de Stephen King languidece con el correr de los minutos, hasta terminar siendo apenas una sucesión de unas cuantas y muy leves complicaciones.

› Por Martín Pérez

Con un pisotón. Así es como terminan las dos horas y cuarto de Cazador de sueños, y después de todo ese tiempo resulta imposible no preguntarse qué fue lo que pasó. No es que no se haya comprendido la historia, ya que a pesar de su bizarrez y sus idas y vueltas, puede comprenderse cabalmente. En verdad, el resultado final es todo lo contrario a lo que se podía presumir después de una primera media hora contada con una prometedora morosidad, como para poder distrutar cada pliegue de su trama. Condimentado con todos y cada uno de los guiños del más clásico cine de terror y aventuras contemporáneo, Dreamcatcher es un film que se va degradando con el correr de su trama. Aunque cada paso en falso sume, finalmente, para una larga lista de placeres culpables del género. Sólo que ante el resultado final de la película, como padres que han ido malcriando a sus hijos, el espectador cómplice bien puede preguntarse: “¿Qué hice yo para merecer esto?”.
Adaptación de la primera novela que Stephen King escribió luego de su accidente de auto, Cazador... es un film prometedor, una especie de remix de los grandes éxitos del escritor de terror más popular del fines del siglo XX. Pero de sus grandes éxitos cinematográficos, debe aclararse. En Cazador de sueños hay mucho de La zona oscura y de Cuenta conmigo, por ejemplo. Pero también hay guiños a Los invasores de cuerpos, a la remake de El enigma de otro mundo realizada por John Carpenter, y hasta un homenaje a Alien. Semejante cantidad de referencias bien podrían hacer pensar en Cazador de sueños como una interesante “summa” del más trascendente cine fantástico y de terror de los últimos tiempos. Pero apenas si termina siendo, con buena voluntad, un gigantesco fallido.
La trama recorre la historia de cuatro amigos con ciertos poderes “especiales”. Poderes que, como adultos aún adolescentes que son, quedan finalmente desperdiciados en asuntos más bien menores: aterrorizar a un paciente como un psiquiatra capaz de asomarse en una cabeza ajena, o intentar conquistar mujeres adivinando dónde han dejado caer sus llaves. Cada año, ese grupo de amigos pasa una temporada en una cabaña en medio del bosque. Finalmente, la vivienda termina ubicada en el epicentro de una extraña invasión extraterrestre, y allí es donde –si el prólogo recordó apenas una historia de superhéroes– entran todas las referencias cinéfilas de género que la película se preocupa en ofrecer. Suerte de “encuentros cercanos del tercer tipo” acorde con estos tiempos paranoicos –no hay encuentro pacífico sino un ataque, la gente no corre hacia ellos sino que hasta los animales huyen–, Cazador de sueños tiene su “alien”: una criatura que busca una salida mucho más asquerosa y directa del cuerpo que le dio vida, en una idea que casi podría considerarse un homenaje a los hermanos Farrely. Esta es una historia compleja que va desarmándose con el correr de los minutos, hasta terminar siendo apenas levemente complicada. Pero sólo por el afán de serlo. Y con la clase decomplicaciones menores que, al fin y al cabo, se pueden solucionar con un simple pisotón.

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