Cuatro años atrás llegó a la cartelera de Buenos Aires el producto original de La verdad de los hombres, que aquí se llamó Porque te quiero, te miento, una comedia francesa, pero con una diferencia: se ocupaba de un grupo social escasamente representado por el cine, los comerciantes judíos de origen marroquí que pueblan Sentier, el distrito parisino de la indumentaria. La película no pretendía sofisticación ni elegancia. Estaba concebida un poco como la ropa al por mayor, con las costuras a la vista, pero tenía un grado de autenticidad encomiable en el retrato de los personajes. No se puede decir lo mismo de esta segunda parte, donde queda simplemente el trazo grueso, el mal gusto y las puntadas corridas de una película de mala confección.