Vie 18.04.2003

ESPECTáCULOS

Un triángulo de perversión

› Por Horacio Bernades

“Bienvenidos a Pasadena, una ciudad donde la gente todavía lee”, dice una voz al comienzo de Gigoló, el precio del éxito, imponiendo un tono entre cínico, juguetón y desencantado, que la primera escena de la película no hace más que confirmar. Hurgando en la mesa de saldos de una librería, un hombre toma entre sus manos un grueso tomo, que lleva el título de Los hijos de Hitler. “¿Le gustan los thrillers?”, le pregunta a una clienta. “Le recomiendo ésta”, sigue el tipo, inmune a la indiferencia de su vecina, y comienza a enumerar todas las virtudes (bastante discutibles, por cierto) del best seller que tiene entre manos, cuyo precio de tapa es de 2 dólares. Logra que la mujer lo hojee, hasta encontrarse en la solapa del libro, con la foto del autor, que en definitiva no es otro que su propio autopromotor. “Ah, pero es usted, qué honor”, le dice la señora que, tras pedirle un autógrafo, devuelve el libro a la mesa de saldos.
En lugar de mantener ese tono, el filmn va tomando la forma de un cuento más moralista que moral, hasta cerrarse con moraleja y todo. Hasta que esta intención se hace evidente, el relato resulta bastante intrigante, siempre y cuando se haga la vista gorda ante severas licencias a la verosimilitud. Con una casa y familia que mantener, a Byron Tiller (un Andy García con anteojitos de intelectual) no se le hace nada fácil ganarse el pan. Un editor le sugiere que reescriba completa su nueva novela, que tiene unas 600 páginas, y su antiguo jefe rebota su ofrecimiento de volver a trabajar con él. “Era el candidato ideal para Elysian Fields”, dice Luther Fox, dueño de una empresa de escorts masculinos.
Así será, más allá de las reticencias del virtuoso intelectual. No le va tan mal, después de todo: su única clienta será una mujer tan bella como sofisticada (Olivia Williams, la chica de Rushmore), que resulta ser la esposa de Tobias Alcott (el gran James Coburn, en uno de sus últimos papeles), novelista admiradísimo por Tiller, con un pie en la tumba y que desde hace rato no puede complacer a su esposa. De aquí en más, la figura predominante de Gigoló, el precio del éxito es la de un triángulo perverso, antes de que el guión se ponga a subrayar sus ideas sobre la prostitución y la fidelidad a los ideales. Lo más interesante de la película dirigida por George Hickenlooper (que años atrás hizo Hearts of Darkness, extraordinario documental sobre el rodaje de Apocalypse Now!) son los personajes de Luther Fox y Tobias Alcott, algo así como demonios dignos de compasión. Si Coburn está algo sobreactuado, el que da su mejor actuación en cine es Mick Jagger, que logra dar vida a un rufián viejo y melancólico.

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