ESPECTáCULOS
› “LOCOS DE IRA”, CON JACK NICHOLSON Y ADAM SANDLER
Terapia de grupo para dos lunáticos
› Por Martín Pérez
Con una remera de los Dukes de Hazard y otra de Chips. Así es como comienza Locos de ira. Ah, y también con música de Blondie. Pero no se trata de una película de época, sino del prólogo de los males de Dave Buznik, que ha crecido hasta ser el tipo más normal y tranquilo del mundo. Salvo por el hecho de que le avergüenza besar en público a su novia y es incapaz de enfrentarse a su jefe para conseguir lo que merece por derecho propio. Pero no es por esas fobias que aparecerá en escena el Dr. Rydell, sino a causa de una equívoca disputa en un viaje de avión por la que el pacífico Buznik –que recibe un shock eléctrico en nombre de la patria– terminará siendo injustamente condenado a someterse a la terapia contra el enojo, por parte de un doctor que parece estar más enojado que él.
Sometiéndose a una terapia que parece necesitar más el contenido personaje de Embriagado de amor que el resignado Buznik, Adam Sandler se enfrenta con Jack Nicholson desde el afiche del film que anuncia su regreso a las películas de siempre. Aun cuando Locos de ira sea un film mucho más coherente y “grande” que de costumbre. Lleno de cameos de todo tipo –entre los más valiosos hay que señalar las presencias de Woody Harrelson, John C. Reilly, Harry Dean Stanton y Heather Graham–, Locos... es algo así como una gran demostración de afecto por Sandler de todos los presentes. Entre ellos están John Turturro y el infaltable Luis Guzmán –que forman parte del fascinante grupo de enojo de Rydell–, así como Marisa Tomei (la novia de Buznik) y, por supuesto, Jack Nicholson. Como en aquel viejo sketch televisivo, todos parecen estar en la película “porque les gustó la idea”. ¿Y cuál sería esa idea? La de hacer un film que, como bien señala el crítico J. Hoberman en el Village Voice, termina señalando que Estados Unidos debería someterse a esa terapia que legalmente se le inflige a Buznik.
“Este es un momento difícil para nuestro país”, escucha el personaje de Adam antes de ser castigado por algo que no hizo. “Un ejército de uno”, anuncia el cartel instalado frente a la ventana de su departamento. Si hasta el personaje de Turturro debe ser el único ex marine de la cinematografía norteamericana que es asediado por los fantasmas de... ¿Granada? “Pero si eso apenas duró 12 horas”, atina a responder Buznik. A partir de la resplandeciente mirada de postal con la que se atreve a mostrar a su Nueva York otrora oscura y pidiendo venganza, el film de Sandler se toma la libertad de esconder ese comentario sobre su país detrás de las injusticias legales, la envidia de pene y el problema amoroso que son su verdadero centro. A pesar de contar con sus buenos momentos, la opulencia de Locos de ira termina siendo su mayor enemigo. Y eso pese al querible Sandler, cuya presencia amalgama una historia que terminará siendo demasiado coherente, lineal y contenida para su permanente amague de delirio.