Mié 21.05.2003

ESPECTáCULOS

Michael Haneke arrasó en Cannes, pero por fuera de la competencia

“Le temps du loup”, el nuevo film del realizador austríaco, cosechó elogios en el Palais. Pero está inhabilitado porque su protagonista es Patrice Chereau, presidente del jurado.

Por Oscar Peyrou
Desde Cannes

Fue una de esas paradojas típicas de festival: de las tres películas que se proyectaron ayer en la sección oficial del 56º Festival de Cannes, la mejor fue Le temps du loup, de Michael Haneke, que no competía por la Palma de Oro. Según la prensa internacional reunida en la sede francesa, el film del austríaco está muy por delante, desde el punto de vista técnico y narrativo, de las dos películas en competición vistas en la misma jornada: la japonesa Akarui mirai, de Kiyoshi Kurosawa, y la local Tiresia, de Bertrand Bonello.
Le temps du loup es el cuarto largometraje de Haneke que se presenta en la sección oficial de Cannes, tras Funny games en 1997, Code Inconnu en el 2000 y La pianista, que obtuvo tres recompensas en el 2001: el Gran Premio del Jurado y los de interpretación masculina y femenina. En cambio, esta es la primera vez que el más conocido de los directores austríacos llega a Cannes con un film fuera de competición. La razón evidente es que el presidente del jurado de esta edición, el director francés Patrice Chéreau, interpreta uno de los papeles principales de su película.
La cinta de Haneke narra la historia de una familia que al llegar a su casa de campo comprueba que está ocupada por unos extraños. Esta primera confrontación es el comienzo de un doloroso aprendizaje que se puede sintetizar en que a partir de ese momento, nada será igual que antes. En otras palabras, el principio del fin. Así, lo que comienza como una historia de familia termina por convertirse en un drama colectivo. Haneke tomó el título de su película de un antiguo poema alemán, el “Codex Regius”, que data del siglo XII. “Una de las partes de ese texto describe el crepúsculo de los dioses y al período que lo precede lo llama ‘la época del lobo’. Es un título muy poético”, señaló. “Como todos mis films, está hecho para que los espectadores se interroguen. No puedo dar un manual para comprenderlo, cada uno debe hacerlo por sí mismo”, agregó. La película está protagonizada por Chereau e Isabelle Huppert, pero todo el peso de la historia recae en realidad sobre tres niños interpretados excepcionalmente por Lucas Biscombe, Anais Demoustier y Hakim Taleb. A juicio del realizador, si se habla de violencia de la sociedad, “es imposible no evocar su impacto en los niños, que son los seres más vulnerables”.
En la competencia, en tanto, el film de Kiyoshi Kurosawa terminó defraudando. El japonés cuenta la simple historia de un hombre desequilibrado que tiene un amigo que lo ayuda a desempeñarse con normalidad en la rutina diaria; en el momento en que este último es arrestado por asesinar a su jefe, el anormal debe encargarse de cuidar una medusa venenosa que posee su amigo. En su parte final, Akarui mirai cae en una suerte de realismo mágico a la japonesa que resta eficacia al argumento y que convierte la historia en una fábula incompleta. Tiresia, en tanto, tiene también como tema la figura de un marginal, un transexual brasileño que vive en la periferia de París con su hermano. Secuestrado por un esteta del pensamiento poético, el transexual se ve privado de las hormonas que toma y se transforma en un ser ambiguo, entre el hombre y la mujer. Tras una crisis que lo deja ciego, el protagonista comprueba que tiene poderes adivinatorios, lo que atrae el interés de la Iglesia. El film de Bonello es una trasposición moderna del mito griego de Tiresias, personaje andrógino por el que se interesaron Heródoto y Sófocles.
Para los argentinos, en tanto, fue otro día especial. Operación Cóndor: el eje del mal fue presentado en la 42ª Semana Internacional de la Crítica. El documental fue presentado por su director Rodrigo Vázquez, quien aprovechó la oportunidad para señalar que “me dijeron que el film, así como estaba hecho, no podía ser transmitido porque esa historia no debe contarse”. Su intención, según dijo, no es sólo recordar la gestación de un acuerdo apañado por la CIA entre las dictaduras latinoamericanaspara eliminar a los opositores, sino subrayar la coincidencia entre los propósitos expresados en esa época con la campaña antiterrorista del gobierno de George W. Bush. “Son dos caras de la misma medalla: así como los dictadores de hace 30 años precisaban a la guerrilla subversiva para justificar la represión, también Bush precisa de los terroristas islámicos para llevar a cabo su plan de dominio mundial”, indicó Vázquez.

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