ESPECTáCULOS
› NORMAN BRISKI Y TATO PAVLOVSKY ESTRENAN EL VIERNES “LA GRAN MARCHA”
Para hablar de lucha, un guerrero
Los notables actores y directores explican el sentido de la obra, una vuelta de tuerca a la historia de Coriolano, el personaje del drama histórico de Shakespeare. La vida de un guerrero, plantean, siempre es inspiradora para los que luchan.
› Por Hilda Cabrera
Un general romano, Cayo Marcio, después de tomar la ciudad de Coriolis, recibe el apodo de Coriolano (o Coriolanus). Sobre esta figura William Shakespeare escribió un drama histórico inspirándose, entre otras fuentes, en la versión inglesa de Sir Thomas North de Vidas paralelas, del historiador y filósofo griego Plutarco. Los estudiosos han observado coincidencias y modificaciones, destacando en la obra de Shakespeare elementos afines al grotesco. El personaje ha entusiasmado a creadores de diferentes épocas y nacionalidades. El dramaturgo y actor Eduardo “Tato” Pavlovsky retoma su historia en La gran marcha, una obra que estrena el viernes en el Centro Cultural de la Cooperación, en Corrientes 1543. En realidad, su acercamiento a la historia data de 1978, cuando el director Manuel Iedvabni le ofreció interpretar el papel de este general. “Fue justo tres días antes de que me vinieran a buscar”, recuerda el actor. Pavlovsky se refiere al intento de secuestro que sufrió el 18 de marzo de 1978 por parte de un comando de la dictadura militar. Meses antes, en noviembre de 1977, se había prohibido la representación de su obra Telarañas en el Teatro Payró, que conducía Jaime Kogan. Pavlovsky logró escapar y se exilió. Pero desde entonces quedó “impregnado” por el personaje, define.
La gran marcha, dirigida por Norman Briski –quien además interpreta a Tulo Aufidio, general de los volscos, enemigos de los romanos–, cuenta con un elenco que integran Susy Evans, Karina K, Jorge Waldhorn, Eduardo Mich, Hernán Romero, Kevin Valente, Fabián Conti, Ariel Sandez y Sebastián Iglesias Rial. Leandro Bardach se ocupa de la escenografía, Magda Banach del vestuario y Martín Pavlovsky de la música. Briski y Pavlovsky vienen ensayando desde hace un año, y han ideado novedades de todo tipo (“acá los mutis se pueden hacer por el piso”, adelantan). El trabajo anterior conjunto fue Poroto, una puesta donde el “aparataje” no aplastó la potencia de los personajes. Algunos elementos de aquel montaje pasaron a La gran marcha.
En la creación de Shakespeare, las acciones resultan en algunos pasajes cómicas y siniestras a la vez. Coriolano reacciona mecánicamente al “estímulo” de la guerra. Orgulloso, desdeña a la plebe y a los tribunos que lo destierran por no creerlo apto para ser cónsul. Coriolano es en cambio bien recibido por los volscos, que lo ponen a la cabeza de sus ejércitos para destruir Roma. Sólo su madre (Volumnia), su esposa Virgilia y su hijo le ponen freno a esa venganza, y el guerrero pacta. Se retira a la ciudad de Antio, en manos de los volscos, quienes lo acusan de engañar al pueblo y lo ejecutan. La gran marcha que ideó Pavlovsky presenta cambios fundamentales. Concentra el interés en el protagonista, pero a través de asuntos del presente. Persiste el carácter desafiante de Coriolano, ese no querer mostrar sus heridas para ganarse los votos de la multitud, y su temperamento exasperado y tosco, pero la oposición entre el general y la “plebe” es otra, como las heridas que son aquí dibujos provocadores. En la entrevista con Página/12, Briski y Pavlovsky rescatan el carácter indómito del personaje. “Me atrajo siempre su rebeldía –puntualiza el autor–, su violencia y la poca claridad ideológica que manifestaba. No sabía qué hacer hasta que me inspiró una pintura de Francis Bacon. Seguí la estructura de la obra de Shakespeare, pero buscando otras debilidades en Coriolano, otras formas de relacionarse con su madre, y escribí monólogos y marchas.”
–¿Por qué en la obra se dice que en la lucha se necesita gente que sepa odiar y al mismo tiempo reír para poder avanzar?
Eduardo Pavlovsky: –Eso decía Mao respecto de la Larga Marcha. En mi obra, Coriolano arenga para que avancen los que sienten odio y alegría. No quiere sobrios.
–Esa es una exigencia contradictoria...
Norman Briski: –No lo es mientras se entienda que es necesario construir mitos para que justamente se pueda dar el fenómeno de la gran marcha. Lo vivimos como una contradicción porque los valores culturales que nos rigen no nos permiten vertebrar a ese hombre nuevo, diría yo, capaz de luchar y de reír.
E.P.: –Como le dice Coriolano a Aufidio: “El rebaño es triste y la revolución será alegre o no será revolución”.
N.B.: –Para mí, un ejemplo claro de esa alegría que produce la lucha por un cambio social más justo es el Che Guevara. Tato, en su obra, destruye lo que puede haber de determinismo en el personaje de Shakespeare para convertirlo en un ser enormemente contradictorio. Es un personaje valiente, pero también temeroso.
–¿Por eso en La gran marcha el miedo no es sinónimo de cobardía? ¿Opinan que el espectador no tiene por qué decidir entre comportamientos opuestos?
E.P.: –“La confesión de mis miedos”, le dice Coriolano a Aufidio, “me da más valor que nunca”. Combate con todo el valor de su cobardía. En realidad, a mí me resulta difícil explicar la obra. Lo que hice fue encontrar otras humanidades en el personaje. Lo fundamental de mi trabajo reside en dos puntos: uno es que aquello que cambie tendrá que ser alegre, y otro, que mi personaje combate por deporte.
–¿No sería entonces “una máquina de guerra”, casi un autómata?
E.P.: –La suya es la saña y la malicia que se ven en el deporte, en el “combate” por orgullo y vanidad. Y eso es algo muy humano. La escritura de Shakespeare es densa, e ideológicamente no tiene casi fisuras. Mi Coriolano en cambio está acribillado. Tal vez alguien al ver la obra se pregunte quién es, si un progresista o un reaccionario.
N.B.: –Todavía hay necesidad de simplificar los conceptos, pero hoy el teatro expresa más preguntas que respuestas. Aquí es muy difícil atrapar a Coriolano en una única conducta. Es aguerrido y cobarde, vulgar y procaz; puede hacer maldades sin ser malo.
–¿Cuál sería la cualidad de este guerrero? Su mujer, Virgilia, dice que es un poeta y no un político como Volumnia, la madre...
E.P.: –A diferencia de cualquier general y político, él no especula. Quisiera encontrar otro sentido a la vida que no sea el combate, pero no puede. La lucha, el golpe y el contragolpe lo hacen sentir bien. Piensa en el ritmo del cuerpo, ignora la derrota y se olvida de la muerte. “Sólo soy velocidad de sable”, dice. Lo demás lo aburre o aterra: la familia, la patria y los honores son una mascarada. El combate con Aufidio, primero su enemigo y después su aliado, lo excita. Lo impregna de odio, amor y mucho morbo.
N.B.: –Es su descanso del guerrero. Su acercamiento más sensual.
–¿Qué significado cobra la traición en esta obra?
N.B.: –La traición como la valentía son acciones a las que se les ha quitado su aspecto formal. La madre (Volumnia) lo dice claramente: Coriolano debe mentir para alcanzar status político, para ser cónsul. Ella lo quiere glorioso: un padre que mantenga en vilo a toda la familia y no un mediocre que sermonee.
–Shakespeare atribuye a Volumnia el arte del disimulo...
E.P.: –Y es así. A veces hay que dejar la indignación a un lado y dedicarse a hacer política para estar en el poder y hacer posible un cambio, una sociedad más justa.
N.B.: –Tiramos líneas, pero la obra no es un panfleto. Apunta a construir “una marcha alegre”, como la que queremos para la Argentina, donde ya estamos escuchando voces de gente más honesta y consecuente.
–¿Se acabaron los hipócritas?
N.B.: –No. Pero hay que pasar de largo por delante de ellos.
E.P.: –Este Coriolano es táctico. Lo comparo con un manager. Sobre esto de las construcciones de una sociedad mejor, Norman y yo tenemos el optimismo de los hombres mayores.
–¿Cómo es?
N.B.: –Más sólido.
E.P.: –Ninguna frustración nos tira al piso.