Mié 11.06.2003

ESPECTáCULOS

Cómo hacer un “film noir” con estilo y personalidad

El guionista y director francés Jacques Audiard explica hasta qué punto es posible renovar un género de larga tradición en su país, a propósito del estreno en Buenos Aires de su film “Lee mis labios”.

› Por Horacio Bernades

La astucia parece ser todo un tema para Jacques Audiard, el multipremiado guionista y realizador francés cuya tercera película, Lee mis labios, será la primera en estrenarse en Argentina. Astucia era lo que exhibía el protagonista de su film anterior, Un héros très discret, quien se hacía pasar por héroe de la Resistencia para ganarse el favor de sus semejantes, y astucia es tal vez lo único que posea la pareja protagónica de Lee mis labios, que en Argentina se conocerá mañana. En Lee mis labios, Carla (la ascendente Emanuelle Devos) es una chica sorda a la que sus empleadores sobreexplotan, aprovechándose de su disfuncionalidad. El día que conoce a Paul, un ex presidiario (Vincent Cassel, el vengador brutal de Irreversible), entre ambos se gestará una asociación no del todo lícita, destinada a cobrarse aquello que por derecha no les dan.
Algo así como una reescritura de a dos del cuento del patito feo, Lee mis labios le sirvió a Audiard para incursionar una vez más en uno de sus géneros favoritos, el policial negro, a partir de la trampa que Carla y Paul les tienden a unos mafiosos. Hijo del famoso Michel Audiard, autor de más de un centenar de guiones a lo largo de treinta y pico de años de carrera, el gusto por el policial es uno de los legados que Jacques heredó de su padre, entre cuyos guiones figuran los de Ciudadano bajo vigilancia y Una mujer inquietante, dos gemas que Claude Miller dirigió a comienzos de los ‘80. Cincuentón y en sus comienzos autor de guiones para terceros (las comedias Grosse fatigue y La belleza de Venus), Audiard hijo debutó como realizador a mediados de los ‘90 con Regarde les hommes tomber (Mira cómo caen los hombres), un film noir con Jean-Louis Trintignant y Matthieu Kassovitz que en Argentina pudo verse en la sala Lugones. “Todo depende de tener una buena historia en la mano”, dice Audiard a Página/12, arrellanado en una de los confortables suites de un hotel 5 estrellas de la zona de Place Vendôme. Semicalvo, de mirada vigilante y provisto de una pipa, Audiard no desentonaría si algún día decidiera hacer de investigador en alguna de sus películas.
–A la luz de Lee mis labios y de Un héros très discret, podría pensarse que para usted la astucia, la simulación y la manipulación son armas de sobrevivencia.
–Sin duda. Además de ello, en términos dramáticos, a partir de ellos se puede construir tanto una tragedia como una comedia. Y ambos géneros me interesan por igual, tanto como el género “negro”. De hecho, Lee mis labios empieza como una comedia dramática con elementos sociales (el tema de la discriminación a la que es sometida la protagonista) y vira más tarde hacia la intriga policial. Ese viraje tiene que ver con el de la propia Carla, que de ser un “patito feo” pasa a redescubrirse a sí misma, a partir del momento en que comprueba que, como producto de su minusvalía, está en condiciones de desarrollar una habilidad única, leer los labios de los demás a distancia.
–Algo parecido sucede con Paul, el personaje que encarna Vincent Cassel.
–Sí, claro. El es un ex presidiario semianalfabeto y brutal, que no encuentra la forma de insertarse socialmente. Hasta que descubre la posibilidad de “aplicar” en beneficio mutuo lo que aprendió en prisión. Lee mis labios puede verse como la historia de un doble aprendizaje: ella le enseña buenos modales y él, los malos.
–Al proponerse estafar a una banda de estafadores es como si Carla y Paul les dieran de tomar su propia medicina.
–Así es. Lo que hacen Carla y Paul no difiere de lo que en la empresa les hacen a ellos: mentir, simular, aparentar ser lo que no son. Los discriminan por su apariencia: a ella, por no ser una chica bonita y agraciada (en cuyo caso la hubieran tomado como secretaria ejecutiva, enlugar de mandadera) y a él, por su aspecto de salvaje. Cuando ellos lo comprendan, sabrán utilizar esa apariencia en beneficio propio.
–La protagonista de Lee mis labios se llama Carla Behm. Una mujer inquietante, aquella película protagonizada por Isabelle Adjani y cuyo guión escribió su padre, estaba basada en una novela del autor de policiales Marc Boehm. ¿Debe verse esto como un guiño o un homenaje?
–Hasta ahora nadie me lo había hecho notar, pero sí, es un pequeño saludo a Marc Boehm, cuyas novelas me gustan mucho. De hecho, estoy jugando con la idea de adaptar una de ellas. En cuanto a mi padre, debo decirle que no estoy tan seguro de asumirme como heredero de su trabajo. El pertenece a una cierta tradición literaria del cine francés, para la cual los personajes y los diálogos tenían más peso que la trama. Yo, en cambio, no sé muy bien en qué tradición debería inscribirme, pero desde ya que la trama, el plot, es una de las cosas que más me interesan, así como todo lo que hace a la construcción visual de una película.
–En ese sentido, ¿cómo se planteó la construcción de Lee mis labios?
–Antes de rodar me la había imaginado muy clásica, con muchos planos americanos y encuadres más bien fijos, un poco como mis películas anteriores. Pero cuando llegamos al set vi que la cámara se sentía como atraída por los actores, por su presencia y sus movimientos en escena. Y decidí dejarme llevar por eso. De allí que la trabajé con mucha movilidad, bastante cámara en mano y planos cortos, siguiendo a los actores en lugar de imponerles una puesta en escena previa. Aquí y ahora tengo la sensación de que en mis próximas películas voy a insistir por el mismo camino. Pero nunca se sabe del todo.

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