Vie 27.06.2003

ESPECTáCULOS

Las hijas rebeldes de Silvio Soldán

“Sabés o sonás”, de las hermanas Pais, intenta honrar al género de “jugar con la cultura”. Claro que no siempre lo consigue.

› Por Julián Gorodischer

Una década después, el mundo no es el mismo, pero sí los programas para egresados que recuperan la tradición de “Feliz Domingo” y rediseñan el Repechaje y el Ping Pong a la medida de Ernestina y Federica Pais. La fórmula es la misma que la del viejo Soldán: que los chicos comprueben la eficacia escolar con una seguidilla de “preguntas de cultura general”, ese conglomerado que acredita el valor de la pedagogía. El presupuesto es una réplica del de entonces, cuando Prato Murphy y Candial hacían sonar el gong: si “las hippies” y “los ofrecidos”, selección de prodigios de la división, aciertan al fémur, la capital turca y el último romance de Luis Miguel, eso significará que saben y son meritorios del viaje a Bariloche. En “Sabés o sonás”, el viaje es la fiesta que se gana con el sudor de las respuestas aprobadas. Hasta la escuela, en estos años, fue más rápido y modificó sus modos de evaluar y enderezar, pero la tele sigue demorada: combinando el saber geográfico con el cholulo para coronar con el viaje pero, eso sí, sin cofre, fila india ni saltitos.
El locutor tiene una deliberada necesidad de rotular: la TV recibe a los chicos y los sorprende con extrañas categorías; “el colectivero intelectual”, “el músico colgado” y compañía serán de aquí en más quienes integren los equipos, herencia clarísima de “Jugate conmigo” pero sin compromiso corporal. Si el de Cris Morena, también en busca del viaje, fue la reformulación de “Feliz Domingo” con una sorprendente irrupción escatológica de pastas símil moco para aggiornar el cuerpo adolescente, “Sabés o sonás” es un regreso a los clásicos, más clásicos que nunca, aún más que “Feliz Domingo”, donde algún chiste verde de Soldán o un “...a ver cómo mueve la colita” desacartonaban mediante el factor sexual. Aquí eso no pasa: la escena del estudio es como las aulas, monótona y repetitiva para volver sobre el tutti frutti o la ruleta de datos personales.
En diez años, Internet pudo haber cambiado, aunque sea un poquito, el panorama del conocimiento y, tal vez, alguien cuestionó la vigencia del modelo enciclopédico, pero los pedagogos de “Sabés...” rinden culto a la escuelita normal: que se repita y sin soplar el río, el prócer, el dios griego y el romance de Lisa Marie Presley para tranquilizar la conciencia del espectador del canal estatal: la tele enseña (¿no lo está viendo?), sirve para algo, no es pura pérdida de tiempo. Para menuda tarea (antítesis de la “basura reality”) fue omitida cualquier forma de la creatividad. Aquí no cuenta ser original o sorprender con un formato novedoso. Para eso –se supone– están las Pais, mezcla perfecta de la risotada (en Federica) y la onda cool (en Ernestina).
Tal vez en ese punto “Sabés o sonás” esté innovando: allí donde convive el espíritu desacartonado de la conductora de hoy con el contenido conservador. Allí donde el popurrí de Cultura General adormila al más insomne, las hermanas mechan con anécdotas de familia o charla coloquial, y esa actitud ayuda. Pero no hace milagros: “Sabés o sonás” está preparado para aburrir, hecho para entumecer. Su estructura es la repetición, y ni siquiera explota el chicos-versus-chicas para generar tensión sentimental. Que quede claro: en el aula no se juega ni se jode, se repite lo aprendido de memoria, y se expulsa al que “la pifió” (aquí sí con la mejor tradición del reality) y después, como mucho, se bromea un poquito sobre si “la pegaron o lo sabían”. En el aula, el profesor chiflado (las Pais) hace lo posible para que la hora pase rápido, pero como en la escuela, los minutos nunca corren: el reloj se detiene como en “El día de la marmota”, donde Bill Murray repetía todos los días el mismo día.
Nada más serial que el Multiple Choice, ese filtro que retacea el ingreso a colegios, facultades y, cómo no, el viaje a Bariloche. La tele prepara al ciudadano con el molde de la pedagogía antigua: seriado, impersonal como el juego del Tutti Frutti o la definición Larousse. Ydespués compensa con alpinismo soft y maratón de boliches. Si había otra manera de hacerlos concursar y, en definitiva, si valía la pena hacerlo, eso por ahora no se sabrá. Pero sí, a cambio, se conocerá la vocación intencionada por seguir el molde. “Los dos a la final”, alienta Federica como en aquellos viejos tiempos y dice lo que todos, del otro lado, deberían estar pensando: “Tengo un dejà vu”.

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