Mar 01.07.2003

ESPECTáCULOS

“Aryentains”, que todo lo atan con alambre, lo atan

› Por Cecilia Hopkins

Desde hace varios años y hasta el presente, la directora Lía Jelin puso en escena, entre otras, obras que desde su título ganchero anuncian su intención de reflejar las experiencias y sentimientos de sectores bien determinados. Algunas de esas propuestas se convirtieron en fenómenos comerciales de proporciones, como fue el caso de Confesiones de mujeres de treinta y Monólogos de la vagina. Basado en cinco cuentos de Roberto Fontanarrosa contenidos en su libro Ud. no me lo va a creer, adaptados para la escena por Atilio Veronelli, Aryentains se estructura en sketches independientes entre sí. Considerando el nombre, se da por supuesto que el espectáculo pone en escena una porción de cuestiones relacionadas con un sentir nacional común, esta vez, en la interpretación de cuatro actores, sin que por esta razón se excluya a la figura de la mujer, ya que ellos se turnan en la interpretación de los personajes femeninos.
El espectáculo da inicio reforzando esta intención: salidos de un curioso friso de caños retorcidos y fragmentos de electrodomésticos que remiten al popular “lo atamos con alambre”, los actores arremeten con un tango-canción que enumera algunas de las características que el autor –Jorge Schussheim– le asigna al ser nacional (“sueño con caviar del importado pero como tuco y pesto, a lo argentino...”, dice la letra, pasando por alto la realidad de tantos que no llegan ni a los fideos sin salsa). Pero, descontando esta presentación, que también es usada como cierre, obviando dos cuadros –uno referido a la pasión del hombre por el fútbol y otro destinado a ironizar acerca de la supuesta propensión nacional a suponer que existen perpetuas conspiraciones en contra del país—, el resto del espectáculo expone realidades que, si bien están jugadas desde personajes de raigambre local, pueden encontrarse en los territorios nacionales más diversos.
Copiado en todos y cada uno de los países de Latinoamérica, el modelo del talk-show –con sus conductores estridentes, sus grotescas confesiones y sus psicólogos mediáticos– no es ciertamente un invento vernáculo. Del mismo modo, las discusiones más o menos virulentas en torno del rol del padre y la madre en la educación de los hijos se producen en todas partes. Tanto como que existen en todos lados hombres que, a pesar de su edad, todavía viven a costa de sus padres. Estén o no en consonancia con el eje temático que anuncia el título, el espectáculo genera, sin embargo, situaciones y dichos que provocan la risa del espectador. Pero durante su desarrollo todos los sketches pierden el ritmo en algún punto a fuerza de prolongar un planteo o reiterar un esquema de comportamiento hasta la llegada del remate (“la tostadora” es el caso más extremo). Aunque por la estructura del espectáculo el elenco tiene una participación pareja (los cuatro actores se turnan al asumir roles principales y secundarios), las diferencias entre ellos son notables: Roly Serrano y Coco Silly cuentan con una mayor variedad de recursos expresivos, condición indispensable para una propuesta basada en la caricatura y el trazo grueso.

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