Vie 04.07.2003

ESPECTáCULOS

“Los modernos”, el club de los pasados de moda

› Por Cristian Vitale

Que la Mona Jiménez, Rodrigo o Piñón Fijo identifiquen a Córdoba como proveedora de fenómenos híper taquilleros no impide que puedan esperarse de ella artistas más cercanos a la independencia artística y comercial. Los Modernos, por caso, aparecen como la contracara de aquellos pesos pesado de boletería, aunque a su modo también pretendan conquistar la mayor cantidad posible de adeptos. Es el objetivo que los movió a presentar Breve desconcierto Breve en La Trastienda de Buenos Aires, desde esta noche hasta principios de agosto.
“En Córdoba hay un gran problema..., la gente ya no va al teatro independiente. Para que nos conozcan tuvimos que empezar al revés. Ir nosotros a pubs y restaurantes para que sepan que existimos”, introduce Alejandro Orlando, la pata cordobesa del dúo. “Fue un período muy ingrato, porque todo el mundo nos felicitaba pero llegábamos a casa con cinco mangos en la gorra.” El otro “moderno”, Pedro Paiva, es un uruguayo de 44 años cuya única similitud con Piñón es su pasión por las bicicletas. Cuentan que, luego de incursionar en la escena teatral independiente montevideana durante años, encaró un viaje en bicicleta hacia Perú pero varó en Córdoba una noche y se quedó a vivir. “Nos conocimos haciendo monólogos en la misma sala”, recuerda Orlando, 11 años menor que su compañero. Los Modernos actuaron por primera vez en marzo de 2002 y, luego de deambular por pubs pasando la gorra, lograron un gran espaldarazo en la última temporada de verano en Carlos Paz. Buenas críticas y cierto efecto boca a boca le posibilitaron llegar al Teatro Real, donde metieron 7 mil personas en tres meses. Breve desconcierto Breve es un espectáculo bastante atípico, en el que los dos artistas actúan y cantan a capella. Algunos dicen que hacen humor inteligente y audaz o que sus textos impulsan a viajes imaginarios. Otros, que son desopilantes o que reinventaron el café concert. Pero ellos no están de acuerdo con esto último. “Ganamos tres premios de café concert en el verano, pero nosotros no hacemos eso”, advierte Orlando.
–¿A qué se debe la confusión, entonces?
–Nos enrolan en el café concert por una cuestión de comodidad, pero no tenemos nada que ver con eso. Se nos consideró así porque, como dije antes, actuábamos en lugares para comer algo. El café concert es el de Gasalla y Perciavalle, el que sirve para hablar de política, de sexo, e interactúa con el público.
–¿Y ustedes?
–No interactuamos con el público, porque el espectáculo está guionado de principio a fin. Tampoco hablamos de política ni de sexo, no bajamos línea ni tiramos golpes bajos. Lo distinto de nuestra propuesta va por el lado de los textos, que tienen mucha poesía y mucha musicalidad. También nos apoyamos en una estética distinta. Nos vestimos con zuecos, medias, pollera, camisa y saco.
–¿Se parecen a alguien?
–Nos han comparado con Les Luthiers. Para nosotros es un halago, pero cuando preguntamos por qué nos comparan con ellos, nadie sabe qué decir.
–Entre la variedad de situaciones que presenta la obra, aparece un concepto sugerente: “La íntima historia de amor entre dos tés de yuyo”. ¿Qué significa?
–Para alivianar los textos usamos canciones sin música, a capella. La que menciona es una historia de amor silvestre: una hierba, Marcela, enamorando a un hierbo llamado Romero. “Un amor entre los yuyos/ y sabido es que cualquier yuyo/ es bueno para el amor/ siempre y cuando mida más de un metro.” Es una canción muy divertida, que inclusive bailamos como si fuéramos dos bailarines de música clásica. Visualmente es muy gracioso, porque decimos que nuestro maestro, en vez de ser Julio Bocca, es Anatoly Karpov (risas).
–¿Por qué “modernos”?
–Porque ser modernos, en la época en que vivimos, es estar pasados de moda.

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