Sáb 05.07.2003

ESPECTáCULOS

Los Cazurros, dos chicos grandes que proponen nunca dejar de jugar

Pablo Herrero-Ernesto Sánchez estrenan esta tarde “Juego divino”, un espectáculo en que defienden “el sagrado derecho a inventar”.

› Por Verónica Abdala

Los chicos no buscan razones para divertirse. Los Cazurros tampoco. No casualmente la consigna bajo la que se embanderan –y que explica el sentido de fondo de sus espectáculos– defiende el derecho de los niños a “jugar por jugar”. Por debajo de las propuestas del grupo, late la certeza de que la imaginación tiene el inmenso poder de enriquecer la realidad, incluso de suplir otro tipo de carencias. Una lección que ellos mismos reconocen haber aprendido de los chicos y que ahora se encargan a su modo de difundir. Respondiendo a ese principio, tampoco se embarcan en la narración de historias pretenciosas ni en la realización de ostentosas superproducciones. Por el contrario, hacen de la sencillez y la austeridad valores claves.
La dupla compuesta hace ocho años por Pablo Herrero (h) y Ernesto Sánchez traslada al escenario situaciones que parecen calcadas de las que inventan los chicos en sus casas, las plazas o en el patio de la escuela. En sus funciones no hay una troupe de bailarines profesionales con sonrisas pintadas, ni trajes caros y mucho menos la batería de efectos especiales que engalanan otros espectáculos infantiles. Ellos vienen acompañados de una banda de títeres y muñecotes de goma espuma lo suficientemente tiernos como para cautivar la atención y el corazón de los espectadores. Tampoco creen que haga falta rodearse de una parafernalia de accesorios para dejar volar la imaginación, ni serle fiel al imaginario de los videojuegos y la televisión, de cuyo imaginario huyen como de la peste: Los Cazurros suelen recordarles a los chicos que de casi cualquier cosa puede nacer un juguete y que la buena predisposición y las ganas de divertirse sobran a la hora de pasarla bien.
“Además queremos transmitirles una idea que nos parece central”, dicen a pocas horas del estreno, hoy y mañana, de su nuevo espectáculo, Los Cazurros, Juego divino. “Podremos carecer de muchas cosas, pero nadie puede quitarnos el derecho a inventar. Esa es la posibilidad que los chicos tienen intacta y a partir de la que se estructura mucho de lo que dicen nuestros personajes. Nos jugamos por el rescate de la creatividad.”
De algún modo, esa es una lección que ellos aprendieron en carne propia. Pablo es hijo y hermano de titiriteros, convivió desde muy chico con marionetas y muñecos, supo desde siempre que la risa de los chicos era motivo para tomarse bien en serio, y ante la posibilidad de haber seguido caminos alternativos, continúa con esa pasión familiar. Sánchez trabajaba como cadete en el microcentro porteño antes de conocer a Herrero en el taller de teatro que dictaba el Macoco Martín Salazar y decidirse a encarar profesionalmente la actuación. No tenían nada cuando empezaron, apenas la intención. Pero superaron todas las expectativas con que soñaban en los comienzos: desde 1994 son convocados anualmente para participar con sus espectáculos de la Feria del Libro Infantil y Juvenil y de la Feria del Libro del Autor al Lector. Además se presentan en teatros, instituciones y escuelas de la Capital, el Gran Buenos Aires y el interior del país. Durante las temporadas de verano, ofrecen funciones diarias en Cariló, Pinamar y Valeria del Mar.
Trabajan a agenda completa y están más que satisfechos: “Estamos donde habíamos soñado llegar. Pero seguimos manteniéndonos a la altura de los chicos. No estamos por encima de nadie, ni nos interesa repartir moralejas. Nos proponemos en todo caso enseñarles que hay muchos caminos para elegir y nunca un solo modelo para copiar. Que si no hay juguetes, uno puede construir, reciclar, inventar. Abandonar la pasividad a que nos invita la tele y empezar a hacer”. Hoy se subirán al escenario del Auditorio Cendas (Bulnes 1350, los sábados y domingos a las 17, y durante las vacaciones de invierno de martes a domingos a las 17 con entrada general de $ 7), y valdrá la pena volverlos a ver. En esta oportunidad,huyendo de las garras de El Villano –un personaje que se las trae– e intentando escapar del laberinto que los desafiará a desarrollar su inventiva, una vez más. Después de todo, de eso se trata: en el mundo Cazurro, siempre se impone el poder de la imaginación.

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