Lun 25.02.2002

ESPECTáCULOS  › EL IV FESTIVAL BUENOS AIRES TANGO, EN EL CENTRO CULTURAL DEL SUR

Una milonga cocinada a fuego lento

Unas cuatro mil personas disfrutaron durante cinco horas del evento gratuito, en el que brillaron Salgán–De Lío y Néstor Marconi.

Adentro, el show comenzaba con diez parejas taconeando parejo al compás de “Milonguero Viejo”, de Di Sarli. Afuera, mientras, más de 50 personas presionaban sobre el portón de rejas del Centro Cultural del Sur, provocando un auténtico revuelo que superó por momentos la paciencia de los controles. Al punto que estos impidieron el ingreso a Cristina Banegas, que tenía que cantar, confundiéndola con una más de aquellos que protestaban a grito pelado. La situación, al fin y al cabo una anécdota nomás, demuestra la repercusión popular que está teniendo el IV Festival del Tango, organizado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. La noche del viernes, la segunda en el rubro “Conciertos y Milongas”, nadie, con o sin entradas, se quería quedar afuera. Y no era para menos: además de la final Zona Oeste del Campeonato Metropolitano de Tango (ver aparte), la noche prometía demasiado tango y del bueno.
El encargado de entretener al público entre número y número y de presentar a los músicos, Jorge Dorio, que iba a mil pm (palabras por minuto), fue desacelerado por la gente cuando le llegó la hora de anunciar al dúo Salgán–De Lío, primer número fuerte de la noche. En un reportaje espontáneo, Dorio entrevistó a Salgán y el maestro de entrada sorprendió con números que justifican su trascendencia: 85 años de vida, 72 con la música y 44 junto a De Lío -.se conocieron en el piazzoliano Jamaica en 1957–: “Llevamos más de 40 años juntos y todavía no se animó a darme un beso”, ironizó el maestro, y así empezó el concierto. Salgán–De Lío mostraron lo de siempre –es poco lo que se puede agregar, una trayectoria así torna inútiles ciertas palabras–, un repertorio improvisado que incluyó clásicos como “Malena”, maravillosamente “cantado” por la guitarra de Don Ubaldo, una refinada versión de “A Fuego Lento”, el vals “Loca de Amor” y “Hotel Victoria”, auténtica demostración del brillo armónico que conserva el piano de Salgán.
El otro punto fuerte de la noche fue la participación del rosarino Néstor Marconi en la Orquesta Escuela Tango de Emilio Balcarce, a quien el público ovacionó después de cantarle el feliz cumpleaños. Luego de un nexo de 12 minutos a cargo de la actriz Cristina Banegas, que confirmó una vez más que sabe y mucho sobre como una mujer debe cantar tango, el creador del “Vanguatrío” –quien reconoce sus orígenes en la aclamada orquesta de José Basso– se despachó con gemas ciudadanas que mantuvieron cautiva a la audiencia durante casi 40 minutos. Como con la Orquesta de Música Argentina Juan de Dios Filiberto, dirigió impecable “Mi Noche Triste” y “Canaro en París” y, como en el “Nuevo Quinteto Real”, gastó el bandoneón en “La Cachila” y en un festejado popurrí de Piazzolla que obligó al único bis exigido de la noche. Marconi, para algunos un músico que sabe pararse en el justo medio entre la vanguardia y la tradición, para otros un auténtico y virtuoso “rebelde setentista”, levantó aplausos a rabiar. Luego, el maestro Emilio Balcarce se encargó de volver a la gente a la tierra con una aplomada interpretación de su autoría llamada “La Bordona”. La noche iba por la mitad. Sin embargo, las casi 4 mil personas presentes parecían satisfechas. Algunos se quedaron para ver una colosal exhibición de baile a cargo de Marta y Alfredo y otros prefirieron comer. En media hora, se agotaron los choripanes, las botellas vacías de vino tinto eran parte del paisaje y la orquesta de la heredera de otro maestro,Beba Pugliese, tuvo que subir al escenario en inferioridad de condiciones. No por falta de mérito, obvio, si no por cierta desatención de un público cansado. De todas maneras, la Pugliese se las arregló para entretener a los pocos que la escucharon con atención. Interpretó, entre otros temas, “Recuerdo” y “El Encopado” de Osvaldo Pugliese, “Sueños y Sombras” de su autoría y “Mala Muerte” de Gorrido y Lomuto, presagiando el fin de una noche lujosa y estrellada.
Al final, ante los gestos de satisfacción del público, se confirmó lo que muchos pensaban: hubiese sido un error suspender el Festival por falta de presupuesto. Es cierto, no vinieron Hermeto Pascoal ni Paquito D’Rivera, como estaba previsto en un principio, y tampoco pudo repetirse la milonga de la Avenida Corrientes que tuvo una gran aceptación el año pasado, pero lo que hay sigue sobrando para un rato de felicidad.

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