ESPECTáCULOS
› LOS ESTRENOS DE LA SEMANA
Las aventuras animadas de Sinbad de los siete mares
En la línea de “El planeta del tesoro”, los estudios DreamWorks insisten con la piratería y recurren a la leyenda de uno de los más trajinados corsarios para entregar un amable entretenimiento.
› Por Martín Pérez
Un pirata sin palabra y sin amigos, pero con fieles tripulantes, uno de los cuales es un perro con la boca siempre llena de baba. Ese es Sinbad, que a pesar de tener la bodega de su barco llena de tesoros va en busca de un tesoro más, el más importante de su mundo. Se trata de algo llamado Libro de la Paz, un volumen que parece llevar todo un universo dentro de sí, y que emite una luz que protege a la civilización de la que Sinbad se siente más o menos al margen. Sin embargo, al asaltar el barco que custodia al Libro en su tránsito de ciudad en ciudad, el pirata se encontrará que defendiéndolo está Proteus, un amigo de su infancia. Ambos lucharán entre sí, hasta que un enorme pulpo los empujará a luchar juntos contra él.
Así es como comienza Sinbad, la leyenda de los siete mares, un film animado de aventuras que muy poco tiene que ver con aquel Sinbad de Las mil y una noches, adaptado una y mil veces al formato de la narración juvenil de aventuras. Su aventura aquí tiene por centro un tesoro de valor incalculable, que –tal como se dará cuenta muy rápidamente– es el objetivo de Eris, la diosa del caos y la discordia. Pero, a pesar incluso de Sinbad, el libro será robado y el ladrón acusado injustamente de ello. Condenado a muerte, su lugar será ocupado por Proteus, así Sinbad podrá ir en busca del Libro, probando su inocencia. Claro que junto a él viajará Marina, la prometida de Proteus y amor secreto de Sinbad.
Con demasiadas idas y vueltas de guión para un film de aventuras sin muchas complicaciones, este nuevo producto de la factoría animada DreamWorks sigue el camino abierto por aquella adaptación de La isla del tesoro realizada por Musker y Clements, dos especialistas de Disney. Pero lejos de lograr una aceptable adaptación de un clásico, como sucedió con El planeta del tesoro, lo que logran Patrick Gilmore y Tim Johnson es una película ligeramente a medio camino entre la aventura y el melodrama. Para la aventura hay más de una escena de acción convenientemente animada. Pero para el melodrama los vehículos son confesiones remanidas que deben ser expresadas por sus protagonistas en primer plano. Pero no es lo mismo un primer plano de una estrella que el de un rostro de dibujo animado. Y no muy animado, además. Ni qué hablar, además, si la voz de la estrella ha sido reemplazada por un doblaje al castellano.
Para su Sinbad, DreamWorks apeló a la convocatoria de estrellas para hacer las voces de sus protagonistas, todo un clásico del estudio. Los convocados fueron nada menos que Brad Pitt, Michelle Pfeiffer, Catherine Zeta Jones y Ralph Fiennes, voces que no se podrán apreciar en el estreno local ya que ni una sola copia subtitulada llegará a los cines. Pero, más allá de las condenas del espectador local, esa política de las voces de las estrellas parece también guiar al film por un derrotero similar al de las habituales películas que protagonizan esas estrellas. Porque, salvo en sus improbables escenas de acción, Sinbad es un film realizado como si no fuese animado. El lápiz –o el mouse– de sus animadores no tiene permiso para descubrir algo que no se haya visto antes. Si hasta los aposentos de la Diosa a la que enfrentarán Sinbad y Marina podrían finalmente ser filmados de la manera más tradicional de todas. Como animación, Sinbad es una película muy poco animada y ese es su mayor pecado.
Como aventura, sin embargo, el film de Gilmore y Johnson es bastante disfrutable. Dinámica y lo suficientemente liviana como para entretener sin complejos, la película funciona como un volumen de aquella antigua colección Robin Hood, pero en la sala del Multiplex. Su devenir es ciertamente convencional, incluso en las ironías y bromas incorporadas a los diálogos, pero no tiene otra ambición que ser precisamente eso, un film de aventuras convencional. Animado, claro. Con un perro simpático y una dama en apuros y capaz de enamorarse del héroe e incluso de la aventura.