Mié 13.08.2003

ESPECTáCULOS  › EL DIRECTOR EDUARDO MIGNOGNA HABLA DE SU NUEVO FILM, “CLEOPATRA”

“Una sucesión de pequeñas ‘naderías’”

El realizador de “La fuga” y “Sol de otoño” explica cómo fue el rodaje de un film que cruza a Norma Aleandro con Natalia Oreiro, en un viaje de revelaciones generacionales y reflexiones sobre “la posibilidad de pensar”.

› Por Mariano Blejman

Poco antes de la entrevista, el director Eduardo Mignogna está a punto de irse a andar en bicicleta. A punto de embarcarse en una vuelta de pedal por Belgrano, el barrio donde vive, Mignogna (realizador de Sol de otoño, El faro, La fuga, entre otras) se encuentra a cuadras de Palermo, justo cuando la tarde parece ideal para hacer un poco de gimnasia sobre ruedas. Pero la excursión será reemplazada por una conversación con Página/12 ante el estreno de mañana de Cleopatra, la película protagonizada por Norma Aleandro (en el papel de Cleopatra), Natalia Oreiro (Sandra), Leonardo Sbaraglia (Carlos), Héctor Alterio (Roberto), Alberto de Mendoza (Víctor) y Boy Olmi (Francis), con la producción de Patagonik y Telefé. Cleopatra es una especie de road movie, con una maestra jubilada que está impulsada por una joven estrella de la televisión a partir hacia “algún lugar”. Y así ambas cambiarán de vida, o se sentarán a pensar por un momento. La película, filmada en la montaña mendocina, es la historia de un viaje. Como andar en bicicleta.
–No es la primera vez que juega con el desplazamiento...
–Más que nada es el concepto de lo itinerante. La fuga es un desplazamiento de abajo hacia arriba. El faro es un desplazamiento hacia adelante. Cleopatra es un desplazamiento hacia el costado. Pero también hice otras películas sin ese formato. Acepté el formato del viaje porque quería que en el camino dos mujeres de distintas generaciones se tropezaran con pequeñas situaciones que las remitieran a la certeza de que el mundo no es cosa de blancos o negros.
–¿Por ejemplo?
–Que un tipo que le pega a una mujer también puede compartir un abrazo con ella. Que un hombre confiese que no se animó a hacer lo que tenía que hacer: que no fue a buscar al amor de su vida, pero que engañó a su mujer. Y que ella, Cleopatra, se va a arrepentir pero al revés, de no haberse ido antes. La película es una sucesión de pequeñas “naderías”, de cosas que no son nada, y sobre todo de la posibilidad de sentarse a pensar. Simplemente eso.
–El vector es el viaje...
–Sin embargo, el guión comenzó siendo una obra de cámara. Ni sabía que iba a ser una película. Lo primero que hice fue escribirle un guión a Norma Aleandro, que me dijo “¿por qué no hacemos algo?”. Y después vino el resto.
–¿No pensó en Natalia Oreiro cuando escribía?
–El personaje de Natalia es el de una chica del interior que quiere triunfar en la gran ciudad. Cuando estuvimos en Mendoza, cuando conviví con ella, me di cuenta de que Oreiro no puede ir a comer como cualquiera de nosotros. No puede ir a hoteles: en Mendoza vivía encerrada en una bodega. Pero ella conoce la estrategia. Dice, por ejemplo: “Ese que está allá atrás no está comiendo, me está siguiendo”. Y después se descubre con un lente fotográfico entre las piernas. Conoce el asedio.
–¿Entonces no hace de ella misma?
–No. Porque esa es su vocación real. La vocación del personaje de la película es ser exitosa para que su mamá la vea triunfar. Oreiro acepta el pacto. No le molesta. Quiere hacer una telenovela detrás de otra. La protagonista no tiene un sentido artístico, sino que busca el éxito.
–¿Cómo fueron los momentos previos a la película?
–Había trabajado con Sbaraglia (que ahora hace de un ucraniano con la exasperante lentitud de hombre de montaña), y con Norma –que vive acá, cerca de mi casa–, pero no con Héctor Alterio. Era una deuda que tenía pendiente. El entendía bien lo que se necesitaba y le agregaba una pizca de acritud. El se dio cuenta de que la vida del hombre y la mujer era como para que ella deseara dejar a un hombre desempleado. Que son las dos peores cosas que pueden pasar: estar desempleado y sin amor. Hay una escena que me gusta, cuando Alterio espera sentado en una comisaría que su mujer lo venga a buscar por una pelea. Es la síntesis del dolor.
–Ese fracaso personal, ¿es el fracaso de una generación?
–No creo. El país vive una crisis profunda, pero yo creo en las personas. Hemos padecido 30 años de dolor, la dictadura, el menemismo y otras atrocidades. Pero en las personas está la respuesta. Cuando viví afuera del país, nunca permití que se generalizara sobre lo que sucede aquí. Este es un país de gente honesta, que trabaja. O quiere trabajar.
–¿No está contando la desazón nacional?
–El personaje de Alterio, en vez de tomar coraje frente a su situación de desempleado, reacciona haciendo valer su mandato machista: el manejo del control remoto, la presión sobre su mujer.
–Aleandro le habla a cámara, ¿por qué utilizó ese recurso?
–Era una forma de contar la película en primera persona en vez de usar la tercera. Además, Norma tiene ojos y coraje como para mirar a cámara. Ayudaba a dar esa entrañable ingenuidad. Ella tiene una brecha generacional grande, es casi la madre de Oreiro. Norma decide presentarse a un casting para una telenovela “del tipo Natalia Oreiro” y en la prueba se mea encima, de los nervios. Oreiro le dice que no se preocupe. Esa relación hará que luego se encuentren para irse de viaje. Pero cuando hice el guión no pensaba en Natalia, sino que tenía un imaginario literario.
–¿Por qué eligió un paisaje de montaña?
–A mí me gusta el mar. Sin embargo, elegí escenas de la montaña, vacía, sin coches, donde no pasa nadie, en esas zonas de Mendoza donde la soledad puede ser agobiante, para que las protagonistas estuvieran solas. La cordillera es tan conmocionante que es difícil no caer en paisajismos. Vi la película el lunes pasado por primera vez en el cine y creo que el paisaje está integrado a la historia.
–¿Entre sus proyectos habrá nuevos viajes?
–Patagonik me tomó dos proyectos cinematográficos y estoy viendo cuál encaro. Uno es La señal, la historia de dos detectives. El otro se llama La marea: una historia relacionada con el hundimiento del Belgrano en la guerra de Malvinas. Por la situación mundial, por las aberraciones que está produciendo la guerra y la soberbia estadounidense, estoy más entusiasmado con este segundo trabajo.
–¿No es raro que no haya más películas sobre la época de la dictadura?
–Hay muchas historias que están apareciendo ahora. Yo me estoy reencontrando con viejos dolores. Creo que para que aparezcan en la ficción estas historias tiene que haber un tiempo de reflexión. Ninguna realidad es mejor que la ficción. La dictadura tiene que asentarse para aparecer.
–¿Cómo se siente con el llamado nuevo cine argentino?
–No me interesa tanto el realismo crudo. No suscribo al realismo pesimista sin ideología. Pero sí me interesan las películas que le incorporan una visión artística y poética a la mirada sobre las historias. Este fenómeno extraordinario del cine argentino se debe principalmente a la aparición del video, que rompió el mito de que el cine era sólo cosa de unos pocos directores.

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