ESPECTáCULOS
› FREAK MODELS, UNA AGENCIA DE ANTIMODELOS QUE HACE FUROR EN LA PUBLICIDAD
El día que los raros tomaron la delantera
La agencia Freak Models congrega a casi 200 antimodelos que fueron reclutados por ser feos, raros o por salirse del estándar tradicional. Ahora los pide la gaseosa, la marca de ropa y la tarjeta de crédito, en un llamativo cambio de roles.
› Por Julián Gorodischer
Esta es la historia de un agente de modelos que recluta a sus chicos como si se tratara de un levante callejero. Ellos caminan, dispersos y, de pronto, alguien dice: “Te paso mi teléfono”. Pero todo es muy profesional y a los efectos de sumar caras al staff de Freak Models, el último grito de los castings publicitarios. Es también la historia de Marisol Andreoli, de 19, que camina por los pasillos de la UCA vestida como una dama antigua de ojos blancos a lo Marilyn Manson, y que ahora va lánguida e indiferente al prejuicio que se le viene encima. Pero, ante todo, es el giro repentino de una TV que se alejó de los lindos y famosos para buscar al raro, tanto que dio lugar a una agencia dedicada a seleccionar feos y extravagantes personajes que posan para la foto con el disgusto del que hace las cosas obligado. Algunos componen la sección de Stars y ganan mucha plata cada vez que Nicolás Baldo, el empresario de la gran idea, los convoca para un casting. Hay de todo en ese book un poco ajado: se ve a Tayda Lebon, hijo de David, multitatuado, perforado, implantado. Y hasta hay fotos de Mariela Vitale, hoy Emme, antes del salto, cuando todavía perdía el tiempo en los locales de la Bond Street y esperaba el bolo.
Aquí están, entonces, los 200 integrantes de Freak Models, la última perlita del universo fashion. Muchos productores ahora escuchan hablar de las chicas Dotto y se horrorizan de esa “belleza convencional”, la que ya no vende como antes. Ahora cotiza la de los ojos blancos, que llega a la cita con el vestido de dama antigua de mamá (madre precursora que adoraba a Ozzy Osbourne en los ‘70), que es modelo pero se define como “la antimoda”. “Me cuido del sol, ya no salgo a bailar. Los lugares ya no son lo que eran, todo se bastardeó mucho y hay muchas mezclas en Requiem. Ya no da...” Es el lamento de la que perdió su nicho porque, se ve, el mundo se llenó de raros, y Requiem es invadido cada sábado por “falsos” (dirá Marisol), falsísimos espíritus oscuros que destruyen el último orgullo de la tribu: el grupo cerrado. Ahora bien, si se termina una elite, que al menos nazca el negocio, al decir de la damita antigua que ya formó parte del programa de Susana (¡entrevista a la vampiro!) y de una campaña antidiscriminación para la firma Ona Sáez. Cobra un mínimo de 300 pesos por aparición, y no le piden que resigne el delineado o el vestuario. “No se los transforma, se los respeta”, insiste Baldo, y señala a un nuevo freak.
Sol Pillado y Fernando Skuarek podrían ser dos “Rebelde Way”, tan lindos y jóvenes como los chicos de la tele. De hecho, alguna vez (ella en Buenos Aires, él en Misiones) se sumaron a un staff de agencia de las de antes, de ésas que les pedían “Atate el pelo” o “Sacate ese aro de la nariz”. Desfilaban o salían en fotos como un ingreso más, pero después corrían a cambiar de look y, así, en sus ratos libres, los cazó el selector de Freak Models. A Sol la quisieron en “Los Simuladores”; a Fernando todavía no lo contrataron pero es “una perlita” de la agencia que podría –dice Baldo– hacer una campaña de Gucci. El chico parece contento ahora que se escapó del canon Elegance –su agencia de Misiones–, ahora que se para el pelo en una cresta gigante, se calza los pantalones anchísimos y encima escucha el cumplido: “Es hermoso”. “No me dan instrucciones”, dice a sabiendas de que lo que se viene no será la publicidad de skates o ropa alternativa, sino la gaseosa de moda. Sprite, en su último comercial, narra el reencuentro de ex compañeritos “divinos” convertidos en freaks. Tanto como estos modelos que posan en publicidades de cervezas, radios, y hasta de tarjetas de crédito: las marcas vieron el filón.
Marina Konovaluk, palidísima, vestida como colegiala y teñida bicolor, es elegida por Visa para un spot. Facundo Castro, de melena tupida y despeinada, es el flamante chico Quilmes que aparecerá bailando y sonriente a la cámara. Ellos reemplazan a las rubias angelicales tipoCarola del Bianco, a las curvilíneas defensoras del yogur bajas calorías. ¿Hay algo más integrado, más proclive a “lo serio” que una tarjeta de crédito? Martina no es la cara de una gaseosa o un canal de películas Clase B, sino de... una tarjeta de crédito. Se pinta los labios oscuros con la dedicación de un calígrafo, se diseña ella misma cada prenda para parecer ese exacto punto medio entre lolita y ama sadomasoquista. Así aparece en el comercial, con apostilla políticamente correcta: “...el suelo argentino, y todos los que vivan en él”, dice el locutor para ayudar a la digestión. “Los publicistas ya no quieren ver modelos inalcanzables -dice Baldo–, necesitan adecuarse a las tendencias.”
Hasta las Bandana acudieron al servicio de Freak Models para sumar raros al elenco de Vivir intentando, y así fue como Súper A (alias Alejandro) pasó a componer a un amigo de Lourdes, un tatuador de ficción que también lo es en la vida real. Todo su cuerpo es un lienzo donde queda poco espacio, y hasta la cara luce íntegramente dibujada desde aquel día, a los 20, en el que decidió que ya no le importaba nada. “Nunca me voy a arrepentir –dice–, prefiero ser fiel a mis convicciones y no decir a los 80: me gustaría haberlo hecho.” Amigo personal de Baldo, Súper A ascendió a la categoría que muchos Freak Models se disputarían: el escalafón de Stars. Serán diez o quince privilegiados “con mucho estilo” que no van a castings y cobran más de 300 pesos por publicidad. Son conscientes (así como displicentes) de su rareza, de su carisma. Nunca fijan la mirada en el interlocutor y aplican al trato algunas reglas de divismo estelar. “Preferiría no hacerlo...”, dicen como réplicas del Bartleby de Herman Melville, cuando se los reclama para la foto o se les pide que amplíen su biografía. Tienen sólo diez minutos libres para conversar, y cuando se da vuelta la cabeza ya no están. Los stars son así, dice Baldo, que alguna vez fue star pero ahora hace sus concesiones: el pelo corto, el buzo clásico, ningún tatuaje a la vista. “El sistema te estabiliza”, dice. “Como empresario no me bancarían otro look.”