Sáb 16.08.2003

ESPECTáCULOS

“El rock está viejo y entumecido, pero también nació revolucionario”

El músico Sergio Pángaro explica por qué adoptó su estética retro kitsch, que lo convirtió en un personaje del under. Dice que “ir hacia el fracaso” es una salida contra el modelo actual de éxito.

› Por Cristian Vitale

En el Bar 36 Billares, los parroquianos hablan de política o de fútbol, y juegan al billar o a las barajas. Casi todos están de saco y toman ginebra, café o caña. Se escucha tango y no falta quien trae la posta de Palermo, ni quien clava su mirada en la página de turf de algún matutino porteño. Un hombre, a tono con la atmósfera (toma café, luce ambo marrón, camisa blanca y mucha gomina) pero mucho más joven, está sentado junto al ventanal que da a Avenida de Mayo y mira hacia afuera tras el vidrio. Su mirada parece algo triste, pero denota calma. Se llama Sergio Pángaro y es músico, y antes de comenzar el reportaje con Página/12 se despide de dos jóvenes piqueteros que conoció en un recital solidario con los obreros de Brukman. Pángaro actúa hoy a la 1 de la mañana en el Club del Vino, pero tiene también otros dos asuntos profesionales prioritarios: está a punto de editar un nuevo disco con su grupo, Baccarat, llamado Baccarat en castellano, y planea la puesta de la obra retro-freak El Cabaret del Fracaso, que lo tiene como protagonista. “A Baccarat y el Cabaret los une cierta decadencia, ciertos elementos líricos y conceptuales –compara– que implican ir hacia el fracaso como una salida humana en contra del éxito que se propone Miami como meta. Esa idea de triunfar nos condujo a una crisis no sólo económica sino también ética y moral, que es la que a mí me preocupa. Hay una ética inviable instalada en la idiosincrasia de los jóvenes menores de 35 años.”
El Cabaret del Fracaso es una obra destinada a descubrir el valor artístico de ciertos personajes, urbanos y desconocidos, que hoy podrían ser considerados perdedores. De allí que su estética presente elementos marcadamente barrocos o premodernos. Pángaro y compañía convocaron a artistas de la calle –refugiados kosovares que tocan el órgano en la vía pública, tangueros que cantan en el tren, etc.– y los hicieron actuar. “La idea es trabajar con gente que, si hubiera tenido un espaldarazo a tiempo, podría haber hecho carrera. Rescatarlos es como limpiar un vidrio y ver joyas a través de él. Uno vislumbra toda una vida, toda una cultura detrás de ellos, como si fueran grandes luminarias de otra época”, ejemplifica. En la obra interactúan personajes que, como los parroquianos de 36 Billares, parecen de otro tiempo. Un cantante de “grandes éxitos de los ‘70” se conjuga con un tipo vestido de Tribilín –el actor Alfredo Prior– cantando canciones de Bryan Ferry y un transformista bailando un bolero de Ravel con instrumentos japoneses. “Es algo Clase B bajo una atmósfera freak enrarecida”, define. “Una mezcla de sentimentalismo, confort y dulzura. La pregunta que me hago es: ¿qué hubiera pasado si los dictámenes estéticos no se hubiesen impuesto de manera tan totalitaria? Mostramos ese momento anterior, pero no como lo hubiese dicho un sociólogo progresista sino de manera lúdica.”
–¿Por qué le puso “Baccarat en castellano” a su nuevo disco?
–Lo concebí en referencia al ciclo “Hollywood en castellano”, con una mirada subdesarrollada acerca de lo que significa Hollywood. Viene la etapa de reafirmar nuestro lenguaje ironizando sobre el uso del inglés, como hacía Elvis Presley cuando cantaba en castellano, pero al revés.
–Baccarat es un caso atípico. No es una banda de rock, incluso usted se niega a participar de las encuestas anuales de los suplementos del género, y sin embargo su público es básicamente rockero. ¿Cómo se entiende?
–Pese a que pienso que el rock es viejo y está entumecido, no hay que olvidar que nació revolucionario, que surgió de un descontento. Y para mí, Baccarat es uno de los grupos más descontentos que hay. Si bien está alejado estéticamente del rock, tiene un espíritu casi punk y escandaloso.
–¿Las características musicales del nuevo disco son las habituales?
–Sí: cóctel de music-hall con bolero y collage barroco, una necesidad expresiva para que Baccarat mantenga ese color ensuciadito.
–Ese color “ensuciadito”, asociado a la estética retro que presentan, ¿no los excluye de gran parte del mercado?
–Sí. La industria del espectáculo está articulada a través de nichos y Baccarat no apunta a nichos sino a un espectro cualitativo. De cada nicho –banquero, ama de casa o adolescente– nosotros tenemos algún simpatizante. Pero entiendo que es imposible que una empresa de entretenimiento conforme una estructura de venta a la medida de Baccarat.

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