Sáb 02.03.2002

ESPECTáCULOS  › LA DIMENSION PARALELA DE LAS ASPIRANTES A MODELOS EN “SUPER M”

Vivir en el país de las maravillas

Las once finalistas del concurso televisivo que consagrará a “la nueva top model de la Argentina” viven hoy una acabada expresión del reality: la mira está puesta en una consagración casi nobiliaria, en la que el glamour trata de superar siempre al drama de la exclusión.

› Por Julián Gorodischer

“Vamos todas a chocar a Mavi”, dicen las chicas, que no quieren mucho a la más extrovertida del grupo. Se suben a los autitos chocadores (porque en sus ratos libres las llevan al parque de diversiones) y le dan con todo. Mavi, minutos después, está llorando, y las otras ponen cara de “qué mal que hicimos”. Punto final: que el drama no se extienda demasiado, porque la vida de una modelo “es agitada y llena de obstáculos en la carrera hacia el triunfo”, así dicho, bien grande y ambicioso, como corresponde a estas concursantes que soñaron con la alfombra roja desde la cuna. Por eso, en “Super M 2002” se esfuerzan por llegar muy lejos, asumen que “el sueño se hizo posible” y agradecen a Dios por haber sido generoso. Si la clase de gimnasia salió bien, suman un punto. Y a esperar que se revele, otra vez, esa incógnita-marca de reality, que las desvela: “Quedaste” o... “No quedaste”.
Las más chiquitas de la casa (Celina, Jazmín, y otras) tienen entre 16 y 18, y juegan a las escondidas en el jardín. O se tiran una bola de crema en la cara como travesura. Las grandes están preocupadas: ellas no quieren quedar pegadas a una imagen lamentable. Entonces, la Asamblea Soberana constituida para la ocasión decide que se cortarán solas, y un aplauso corona el fin de la comunidad “modelos”. Que se sepa: no son todas iguales. Unas pierden el tiempo como niñas tardías, pero las otras tienen muy en claro lo que están buscando: ese mito-título-premio que “Super M...” construyó como Meca o Destino Mayor, un final de recorrido que suena parecido a lo mejor de una vida, el paso a la categoría de más que humana: “Sobre el final del programa, quedará consagrada la nueva top model de la Argentina”.
¿Reina o gobierna? ¿Cuáles son sus funciones? Por ahora, se sabe que será un rol calificado sólo apto para “la mejor”. Por estos días (y de eso trata el programa) esa mujer recibe educación de monarca: cómo caminar en el desfile, cómo reír en las fotos, por qué se debe ser dócil y nunca protestona frente a la doctrina de Mathilda (la implacable “entrenadora de pasarela”). Si lo aprenden, serán lo que deban ser, y la Argentina entera verá nacer a su hija pródiga, esa mujer que surgirá para demostrar que todavía es posible “llegar alto partiendo desde muy abajo” (como Grisel, que es de familia humilde) y ser la representante nacional más destacada de la agencia de Ricardo Piñeiro.
“Super M...” dedica mucho, muchísimo tiempo a narrar la exclusión. El jurado debate, reflexiona como en una reunión de gabinete. Y, tras un salto temporal, puede verse a la modelo temerosa, caminando por el patíbulo, dispuesta a lo peor. Abre la puerta y... marcha atrás: otra vez a la mesa de discusiones, otra vez a la historia de vida de la modelo que es dramática o esforzada, como Grisel que quiere “lograrlo por su familia” o Gisela (alias “Perú”, como la apodaron las chicas por su condición de no argentina) que quiere dejar de cuidar chicos. Las chicas son sufridos exponentes de la Argentina de estos tiempos. Pero que no se desesperen porque si el jurado dice “sí, quedaste” pasarán a la etapa-agencia, una transición al glamour y los cuerpos perfectos, al romance y el dinero fresco. Una dimensión paralela. Por eso, es importante que, previamente, se demore la revelación, que tarde en llegar el resultado, lo mejor y más caliente del programa, y la cinta rebobina una vez más: discusión del jurado e historia de vida: ¿Falta mucho?
Hasta que se sabe, y Mavi –la afortunada esta vez– corretea por el pasillo con un sobre en alto, y se asoma a la habitación donde esperan las que la chocaron en los autitos, y les dice: “Estoy adentro”, con la alegría que sólo entendería una “Popstar” o un “Gran Hermano” que haya sobrevivido a nominaciones y expulsiones. Y las chicas, que cultivan una extraña camaradería, ahora la abrazan y la felicitan por estar entre las once, y empiezan a verla de otro modo. Después de todo, lo dijo RicardoPiñeiro durante el alegato: “A partir de este momento, son modelos profesionales”. Miembro de una elite que, para empezar, tendrá trabajo (en el último tramo se trata de que se muestren en acción) y merece otro respeto que una aspirante, y entonces las once despiden a las que deben partir (felices por “la experiencia”) y se disponen a no defraudar a sus benefactores. Pero antes, un abrazo, una ronda de bailes y saltitos, y una conclusión acorde al deslumbramiento de pertenecer al maravilloso mundo del reality: “Este trabajo –dice una de las modelos– es hermoso”.

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