ESPECTáCULOS
Mayumana o el arte inexplicable
La palabra que designa al grupo israelí significa “destreza”, pero eso no alcanza para definir lo que se verá en el Gran Rex.
› Por Roque Casciero
¿Cómo podría alguien describir en pocas palabras al grupo israelí Mayumana –que mezcla percusión, teatro, danza, humor y destreza física– si su propio fundador lleva años buscando qué decir y todavía no encuentra la frase correcta? Boaz Berman, quien creó la compañía junto a Eylon Nuphar en Tel Aviv hace siete años, asegura que se ríe cuando escucha lo que comenta la gente después de ver el show, porque siempre son cosas distintas: “Hay personas que dicen que encontraron el mensaje oculto, ¡aunque no tenemos ninguno! Pero eso tampoco está mal, porque el público llega con la expectativa de algo que no conoce”. En la búsqueda de una definición, Walter Zaga, el único argentino en una compañía de nacionalidades diversas, busca un ejemplo local. “Es como ir a la cancha de Boca: hasta que no estás ahí, no entendés lo que es”, explica. “Pueden haberte hablado mucho sobre el fútbol en la Argentina, pero hasta que uno no vive la sensación de que se mueve el piso y se siente en medio de la locura de la hinchada, no lo entiende. Y después tampoco es fácil explicárselo a otro.” Después de un intento frustrado por la crisis económica, el inclasificable grupo Mayumana llega por fin a Buenos Aires para presentarse en el teatro Gran Rex desde hoy y hasta el domingo 24, con dos funciones el sábado.
Meyumanut, palabra hebrea que significa destreza, fue la base del nombre del grupo. Y destreza, precisamente, es la que exhiben los integrantes en escena: plasticidad de los cuerpos, sonidos que se generan de modos poco convencionales (golpes sobre el propio rostro, patas de rana que chocan). Berman explica la multiplicidad de disciplinas que se combinan sobre el escenario por los gustos suyos y de su cofundadora. “Eylon y yo somos percusionistas, así que venimos de la música, pero hacemos otras cosas. A mí me encantan los deportes acuáticos y Eylon hace danza del vientre. Entonces decidimos combinar todos nuestros hobbies y gustos personales en un show profesional. Teníamos una imagen en mente, entonces nos pusimos de acuerdo enseguida, empezamos a escribir cosas y buscamos la gente para hacerlas. Hicimos pruebas e improvisaciones, y más tarde ensamblamos lo que nos parecía bueno. La base de todo es el ritmo. Pero como estamos con gente que tiene mucho talento para lo que hace, metemos todo eso en el espectáculo. Metemos las habilidades de cada uno en el show, de manera que cada uno sienta que es él mismo sobre el escenario”, asegura Berman.
–¿Cuáles son sus expectativas sobre la respuesta del público argentino?
Boaz Berman: –Por los argentinos que conozco, sé que son gente muy cálida. Y en todos los lugares de América del Sur en los que nos presentamos hasta ahora, la gente reacciona casi como en el fútbol. Así que espero que acá también haya mucha energía, porque cuando la respuesta del público es fuerte, nosotros mejoramos.
–Zaga, ¿es especial para usted presentarse en la Argentina?
Walter Zaga: –Sí, sin dudas. Es especial porque siempre pensé: “Qué bueno sería hacerlo en Buenos Aires”. Estoy seguro de que va a gustarle al público. En Israel siempre viene la familia de los otros chicos a verlos, pero mi familia recién pudo verlo hace unos días en Chile. Y jugar de local es otra cosa.
–¿Usted formó parte del primer grupo de Mayumana?
W.Z.: –No, llegué en la tercera camada, pero tuve el privilegio de trabajar con los fundadores. Y con ellos uno se da cuenta por qué y de dónde se formó el grupo. Antes de un show, en una mesa, empiezan a tirar las frutas contra la pared para hacer sonidos, mientras otro hace ruidos con una botella de plástico. Ahí está la esencia. Y quizá la gente que se incorporó más tarde no pudo conocer esa base. Estoy en Mayumana hace cuatro años y me cambió la vida. Mi sensación cuando entré fue que había encontrado mi lugar... Lo raro fue tener que viajar 20 mil kilómetros para hacerlo. Ayuda mucho que el ritmo sea un lenguaje universal. Mucha gente que se incorpora no habla más que su idioma, pero entiende todo porque se crea otro lenguaje a través del ritmo, de la expresión, del humor.
–Usted se había formado en el baile. ¿Cómo fue incorporarse a una compañía donde es tan importante la percusión?
W.Z.: –Siempre me gustó la percusión. Mi hermano es percusionista y se dedicaba a eso. En casa había congas, timbales, bongós. Era algo que tenía dentro, pero no sabía cómo sacar. Mayumana es ese lugar en el que uno puede sacar lo que tiene adentro y expresarlo de la manera más libre, en el sentido de que es real: el que hace estupideces, las hace hasta el final. Es lo que uno sabe hacer y forma parte del espectáculo. No quiere decir que improvisemos, porque está todo muy diagramado y cada cosa tiene su lugar y su momento. Pero cada uno tiene su espacio para expresarse.
–¿Conocían el trabajo de Stomp?
B.B.: –Tenemos muy buena conexión con ellos, somos amigos. Hay muchos shows que tienen que ver con el ritmo y la percusión. Stomp es el más conocido y el más exitoso, pero es diferente del nuestro. El de ellos es un show callejero, con cierta clase de ritmo callejero, y es muy bueno. Lo nuestro es otra cosa: es más teatral, más colorido, con más elementos visuales, el escenario cambia todo el tiempo.
–El entrenamiento debe ser intenso.
B.B.: –Para mantenernos en forma hacemos pilates y los deportes que le gustan a cada uno. También tenemos lecciones de percusión y de actuación. Antes de integrarse al show, cada integrante tiene que tomar muchos cursos: para trabajar con las patas de rana, de alpinismo, de acrobacias. Es muy importante que estén en perfecta forma porque el show se basa en ellos, entonces será mejor cuanto mejor estén ellos. Por otra parte, todo el tiempo estamos cambiando el show para mantener nuestro interés: si hiciéramos lo mismo todos los días, nos aburriríamos. Además, siempre hay gente que se incorpora y otra que se va, entonces hay diferentes personajes.
W.Z.: –En Mayumana todo es muy dinámico, no hay una rutina. En España estaban los del Cirque du Soleil, que nos hicieron una clase maestra de trapecio y saltos; nosotros les hicimos un taller de ritmo. Gabriel, un clown argentino del Cirque, vino a trabajar con nosotros. En China fuimos a una escuela a hacer un taller para quinientos chicos. En cada lugar tratamos de meternos un poco en lo que está pasando ahí, en la historia del lugar.