Dom 24.08.2003

ESPECTáCULOS  › UN GENERO SIEMPRE VIGENTE VIVE AHORA SU APOGEO EN LA NOCHE DE BUENOS AIRES

Las luces del viejo varieté no se apagan

La emblemática sala Medio Mundo, reciclada en una vieja casona de Congreso, vuelve a convertirse en el refugio del varieté, pero no es la única que cobija a este género con más de un siglo de vida, hecho por actores-creadores, y que se nutre del teatro musical y del humor popular.

› Por Silvina Friera

El varieté despliega su encantadora amalgama de orígenes genéticos que le dieron identidad. Pariente lejano de las tabernas de la Edad Media, primo cercano del cabaret del siglo XIX, estos antepasados le aportaron al género una raigambre bohemia: la inspiración romántica y la perdición etílica se daban la mano y convivían fraternalmente. Buenos Aires, al principio del 1900, intentaba adquirir la fisonomía de una gran metrópoli. La calle Corrientes, si bien no fue exclusivamente el epicentro de esta transformación hacia la modernidad, comenzaba a perfilarse como el símbolo de la diversión por el número de teatros, cafés y salas que cobijaban a los artistas y mezclaban a los espectadores con los personajes de la noche porteña. Los majestuosos cortes y quebradas del Cachafaz, la consolidación del teatro nacional y los cantantes líricos, que deslumbraban en el Colón, integraban un caleidoscopio cultural que pronto añadiría un nuevo tipo de espectáculo popular: los varietés, galicismo con resonancias peyorativas que aludía a las piezas de corta duración en las que se hibridaban rutinas del teatro, la música, el transformismo, el circo, el ilusionismo y la danza, entre otras.
La emblemática sala Medio Mundo reabre sus puertas, en un nuevo espacio impulsado por el grupo Dalila y los CometaBrass (Dalila, Damián Calvo, Pamela Rementería, Teresa López y Leandro Rosati). De lúgubre antro en donde había que esquivar borrachos y fisurados de distintas “tribus”, Medio mundo se transformó ahora, en una pequeña sala, en un club de arte destinado a la investigación, producción y enseñanza del teatro musical y el varieté, ubicada en un segundo piso de una casona antiquísima en el barrio de Congreso. Después de casi cien años de historia, un puñado de espectáculos como 2 mujeres para voZ, del grupo Dalila y los CometaBrass; Cirtango, con Patricia Browne y Marcela Paoli; Las glicinas, de Jean- François Casanovas; Las noches payasescas, a puro clown, y El varieté del Farabute, que dirige Emilio Tamer, dan cuenta de la vitalidad de un género que se recicla y permanece inmune al peligro de extinción. Rosati del grupo Dalila y los CometaBrass, director artístico de Medio mundo entre 1988 y 1991, en diálogo con Página/12, dice que son varios los factores que pueden ayudar a comprender por qué el varieté se mantiene vivito y coleando en la cartelera porteña: “El humor nos permite reírnos de la desgracia para poder soportarla”. Además de esta declaración de principio catártico, Rosati señala que “es más sencillo producir una escena de diez minutos que una obra, y esto se relaciona con que el varieté es un género de actores-creadores que generalmente prescinden del autor, el director o vestuarista y, a veces, hasta del teatro, ya que suele hacerse en pubs o cafés”.
En 2 mujeres para voZ, que se presenta los viernes y sábados a las 21.30 en Medio mundo (Hipólito Yrigoyen 2148), las actrices Alejandra Cash y Dalila, vestidas con unos gorros de piel, como si acabaran de llegar de la Rusia zarista del siglo XIX, se proponen resistir, desgranando canciones y evocando poesías de Antonio Machado o de Vinicius de Moraes. En la vereda, los espectadores, extrañados, observan cómo rasgan las guitarras mientras entonan un bolero a capella. La calidez de sus voces, que proceden de una pronunciada escalera, invita a los espectadores a ir subiendo hasta llegar al segundo piso, donde se ingresa a la sala. Atravesadas por dolores ancestrales y desencantos cotidianos, estas mujeres recuperan la intimidad del hecho teatral exponiendo, a veces con humor, otras con crueldad, la pasión por seguir luchando mientras haya vida. “La situación a nuestro alrededor es tan agobiante que sentíamos la necesidad de convocar a todas las musas, a todos los sentidos, a todos los placeres y a través de lo que cantáramos y contáramos volver a alimentar los fuegos de la comunión, el amor y la comunicación con elotro”,coinciden Dalila y Alejandra, que cantan, entre otras, “Resistiré”, “Esperando”, “Crazy”, “El gran derrochador”, “Soy infeliz” “Y tu mirá”.
“Cuando la gente se siente oprimida y angustiada por la realidad inmediata necesita del show, quiere soñar un poco y divertirse”, opina Emilio Tamer, autor y director de El varieté del Farabute, espectáculo que va por su cuarta temporada, en el barrio de Palermo (Humboldt 1509, los viernes a las 22,30 y los sábados a las 23,30). “Hace unos años, cuando nosotros decíamos que hacíamos varieté, muchos nos miraban con cara de...¿qué será eso?”. Pues, eso para el grupo El farabute -que ganó en 1996 el festival de la muestra del Callejón con Mintió la flor, “es un fenómeno social”, apunta el director. Entre los números más festejados -además de “El patetic man” (antihéroe que seduce a las mujeres)– por los fans del grupo, está la parodia de un director teatral excesivamente dictatorial y amanerado, que tiene algunas variantes: la obra ensayada puede ser Edipo Rey, Frankenstein, El flautista de Hamelin y Evita. “La abanderada de los humildes”, vaya paradoja, sufre la censura de un compañero: un veedor del partido justicialista, que tiene que aprobar un subsidio al director y los actores que están por estrenar la pieza. El veedor rechaza una parte de la obra, el monólogo del Evita contra el imperialismo. El truculento censor esgrime que el partido, que se encuentra en fluidas negociaciones con el FMI, no debe dar dinero a una obra que puede poner en peligro el rumbo económico del país. Al final, el dinero consigue limar las asperezas y triunfa la versión bananera for export: en la casa Rosada, Evita termina cantando “Fondo Monetario Internacional” y Perón muta en un compadrito globalizado, que elogia las virtudes de pertenecer al primer mundo.
“Por la forma de componer a sus personajes más emblemáticos, tomamos como referentes a las glorias del espectáculo nacional como el genial Pepe Biondi, Pepito Marrone, Pepe Arias, Niní Marshall y Tita Merello. Nos interesa hacer un varieté que refleje la complejidad de nuestras raíces. No apuntamos a emular el estilo de los alemanes o los franceses”, subraya Tamer. “La clave está en la situación del público, que observa una convención teatral más flexible que la del supuesto teatro ‘serio’. Lo más importante es el vínculo sin red que establece el actor con el espectador. No existe ningún tipo de mediación en esa relación porque está basada en el desafío, el riesgo y la complicidad”, sostiene Rosati. Aunque el varieté nació en Francia, según precisa el director de 2 mujeres para voZ, tuvo su período de apogeo entre los años 20 y 30. “En Argentina, no sólo había números artísticos –señala Rosati–. También se mostraban habilidades. Por ejemplo, Florencio Parraviccini se presentaba como tirador sobre blanco humano”. En Buenos Aires las décadas del 40 y del 50 son tangueras por excelencia y el espectáculo que prevalece es la Revista, que “si bien tiene puntos de contacto con el varieté, posee una jerarquía, encabezada por el cómico, la vedette y las coristas –aclara el director de 2 mujeres para voZ–. En cambio, el varieté es horizontal”.
Para Lila Monti, de Las noches payasescas, “el clown es un género muy bastardeado como género menor, arte menor, cultura menor. De hecho, muchas veces, el payaso no es considerado un artista”. Monti supone que la cosa del ‘rejunte heterogéneo’, de lo que a veces hay de improvisación en los varietés, puede generar el prejuicio de “poco trabajo”, de “cosa amateur”, de “estudiantina”. “Si uno se pone a mirar, muchos de los mejores actores que hay ahora salieron de toda la movida de los varietés que hubo en los 80: Carlos Belloso, todas las ex Gambas al Ajillo, Alejandro Urdapilleta, Guillermo Angelelli”, enumera Monti. El varieté les daba la posibilidad de irse hasta el margen, pasarlo y, después, descartar lo que no había funcionado y pulir lo que sí. Creo que esa cosa de muestrario que tiene el varieté resulta muy atractiva. De un varieté casi siempre te llevás algo. Como de una vidriera más o menos bien armada: alguna cosa te va agustar...” La década del 60 marca un nuevo despertar del género, pero rebautizado como Café concert. “Son los actores y músicos los que generan sus propios espacios y discursos, que están impregnados por el mayo francés, el pop, el movimiento hippie, la divulgación masiva del psicoanálisis, y el público acompaña mayoritariamente estos discursos”, reflexiona Rosati. La dictadura que mata y hace “desaparecer” personas no deja margen para el humor y la crítica. “En los 80 termina esta etapa represiva y lo que después se llamó ‘underground’ fue una reacción festiva, vital y transgresora. Artistas de todo tipo, color y pelaje nos mezclamos e inventamos nuestros lugares: Parakultural, Rojas, Medio mundo, Cemento, nuestros personajes y nuestra manera de mirar al mundo desde un escenario. El Varieté es un género que se desarrolla en grandes ciudades, pero no todas las grandes ciudades lo tienen. En Buenos Aires, por suerte, los varietés gozan de buena salud”, analiza Rosati.

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