Jue 11.09.2003

ESPECTáCULOS  › ALEJANDRO AGRESTI REPARTE SU TIEMPO ENTRE PROYECTOS PERSONALES Y HOLLYWOOD

“Para ellos no soy latino, soy un europeo”

El director vino a presentar su nuevo film, pero también a rodar “Un mundo menos peor” en Mar de Ajó. Mientras tanto, ya está preproduciendo “Renato’s luck”, su primera película para Miramax, y le llueven rumores de gente interesada en actuar para él.

› Por Martín Pérez

Un tratamiento de estrella: eso es lo que tiene en un gran hotel de Recoleta el director argentino Alejandro Agresti, de paso por Buenos Aires para acompañar el estreno de su último film, Valentín. Una película que le sirvió de carta de presentación ante Miramax, que el año pasado lo contrató en exclusividad para que dirija dos películas para ellos. “La gente de Miramax ya me conocía de antes, habían visto mis películas. O al menos las habían visto los encargados de ver películas para ellos. Pero después de ver Valentín se decidieron y me llamaron. Y no puedo negar que es muy halagüeño que te llamen, te paguen y te digan que escribas para ellos”, cuenta Agresti, que –virtudes de la distribución de su film a cargo de Buena Vista– recibe al periodismo local como suelen hacerlo muchas estrellas de paso por Buenos Aires.
Aquel director que supo ser la gran esperanza –en la segunda mitad de los ochenta– de un joven Cine Argentino que aún no era Nuevo filmando en Europa y que –durante la década pasada– se jugó todo su prestigio queriendo ser profeta en su tierra, desde hace un año está trabajando en Estados Unidos. En marzo de este año, sin ir más lejos, cuando la polémica alrededor de Valentín estalló en el último Festival de Mar del Plata, Agresti atendió las llamadas desde Los Angeles. Ahora acaba de llegar de Nueva York y parte este lunes para Mar de Ajó, donde comenzará a rodar su próxima película, titulada Un mundo menos peor. Que será la última antes de ponerse la camiseta del equipo de Harvey Weinstein, el ya legendario fundador en 1979 de una distribuidora independiente que en 1993 fue adquirida por Disney por la friolera de 80 millones de dólares. Pero dejando al mando de la misma a Harvey, junto a su hermano Bob.
“En realidad yo sigo trabajando para la película que estoy preparando para ellos, sólo que me dieron permiso para filmar este proyecto mientras se sigue con la preproducción del suyo”, aclara Agresti, que sonríe cuando se le pregunta por Weinstein. “Claro que lo conozco. Me dijo que cuando vio Valentín, a los diez minutos se puso a llorar. David Brown, el productor con el que estoy trabajando, le dijo el otro día a Julieta Cardinali en un almuerzo que tuvimos en Nueva York que soy el único tipo al que Weinstein no sólo le deja fumar en su despacho, sino que le acerca un cenicero. Qué sé yo, el tipo parece que me quiere”, cuenta Agresti, sentado plácidamente en un gran sillón de un salón lleno de espejos pero casi vacío.
Una postal de época llena de adoquines, sifones de metal y sombreros, Valentín es una película pequeña, casi autobiográfica, estructurada alrededor del recuerdo de un niño que quiere que su padre autoritario y ausente tenga por fin una novia. Y él, que vive con su abuela, una madre. Si se le pregunta a Agresti si Valentín es un regreso a las fuentes después del que tal vez haya sido su film menos personal, Una noche con Sabrina Love, el director no hará otra cosa que defenderse. “Es verdad que Sabrina Love fue una película mitad por encargo”, concede. “Pero traté de hacerla lo más artesanalmente que pude. Si Aristarain hizo La playa del amor, yo hice Sabrina Love. Y cada uno pone lo suyo en esa clase de películas según el momento. Además, había elementos como trabajar con Cecilia Roth o un adolescente, cosas que te sirven para ver cómo lo hacés. Pero mentiría si digo que fue un proceso consciente, del tipo ‘voy a hacer esta película ahora porque con la anterior hice tal cosa...’”
–¿Qué tan autobiográfica es “Valentín”?
–Lo que es ciento por ciento autobiográfico es el lugar desde donde yo construí la película. Porque para mí siempre, si tenía que reconstruir mi infancia, uno de los momentos más felices fue ese día que Leticia, la novia de mi padre, me llevó a pasear. En la película yo la voy a buscar a ella, pero en realidad ella me vino a buscar a mí. Como lo que más quería yo era tener una vieja, ese día fue uno de los más felices de mi vida.Pero por otro lado, porque la vida siempre te enseña, esa tarde de felicidad se convirtió en algo terrible cuando yo me fui de boca y eso arruinó su relación con mi viejo y ya no la pude ver más. Siempre quise construir una película partiendo de aquella tarde. Lo que me llevó tiempo fue darle una estructura dramática, y también atreverme a contarla...
–Parece la película más contenida formalmente de toda su carrera...
–Yo no me siento contenido en esta película, pero sí me sentí explotando en las otras (se ríe). Valentín es la clase de película donde usás todo lo que fuiste aprendiendo para hacer una historia redonda. Además, el exabrupto es algo que viene de la imaginación, mientras que la realidad es algo que te concentra. Porque cuando contás algo que te pasó, la realidad te hace un chequeo constante.
–¿Cómo fue que terminó actuando en la película?
–Porque el personaje se parece mucho a mi viejo y los actores me impulsaron, ya que venía actuando con ellos en los ensayos. Y cuando se cayó el actor que iba a hacer ese papel, casi no me quedó otra alternativa. Fue algo muy difícil, porque hay escenas en las que tenía que violentarme con el pibe. Y cada vez que lo veía llorar gritaba “corten”. Hasta que el mismo pibe me tenía que decir: “Dale, boludo, filmá”. Pero para mí era un bolonqui, me sentía raro, porque no sólo hacía de mi viejo sino que me veía todo el tiempo en el personaje del pibe.
Una de las particularidades de Valentín es que, tal vez por primera vez, los latiguillos machistas de los personajes de las películas de Agresti no tienen ni la mínima excusa pintoresca para justificarse. “Es algo que yo nunca justifiqué, lo que pasa es que cada uno los entiende como quiere. Y las que siempre me entendieron fueron las mujeres”, apunta el director. “Pero es verdad, esta vez todo es mucho más evidente, pero es algo que me permitió este personaje. Acá estoy diciendo claramente que es una cagada ser así, porque además hay un pibe de por medio”, acepta Agresti, que cuando termine de rodar en Mar de Ajó volverá a Renato’s Luck, la película que va a filmar para Miramax. Ambientada en un pueblito italiano de los sesenta, será protagonizada por Sharon Stone y Alfred Molina, aunque el casting sigue abierto y los nombres pueden sumarse. Pero en el relato de las aventuras norteamericanas de Agresti los apellidos famosos siguen apareciendo: que Alexander Payne (Las confesiones del Sr. Schmidt) admira Buenos Aires viceversa y El acto en cuestión y le están poniendo todo a disposición para que trabajen juntos, que Juliette Binoche vio Valentín y quiere que la dirija en un guión de Anthony Minghella, que... Y, por supuesto, también está su amigo Harvey Weinstein.
–¿Qué piensa Weinstein del cine argentino?
–No lo sé, porque nunca sale el tema en nuestras charlas. No hablamos de eso. Porque para ellos no soy latino, sino que soy europeo. Por mis ojos celestes, algo que no dejan de recordarme jamás.

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