ESPECTáCULOS
› RECORDATORIOS DE FAMILIARES DE DESAPARECIDOS
Un recorrido por la memoria
La muestra “Poesía diaria. Porque el silencio es mortal”, en la Sala II del Centro Cultural San Martín, expone 450 recordatorios que fueron publicados por Página/12, desde 1988 hasta hoy.
› Por Oscar Ranzani
Tres de las cuatro paredes que componen la Sala II del Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551) están totalmente empapeladas. Pero no se trata de afiches de la campaña electoral porteña. Son papeles cubiertos de vida, que les hablan a quienes ya no están. En esos escasos metros cuadrados descansan unos 450 recordatorios escritos por familiares de desaparecidos, que Página/12 publica desde hace quince años y que apelan a la memoria colectiva. En ellos están expresados los sentimientos de 450 almas representantes de otras 30 mil. Un fenómeno curioso: la cuarta pared de la sala del San Martín está vidriada y da a la calle. Allí se detienen algunas personas a mirar hacia adentro. Aquellas que no se atreven a entrar por culpa, por miedo, por angustia o por indiferencia. La idea de la muestra pertenece a Virginia Giannoni, diseñadora y escritora que no integra ningún movimiento de derechos humanos y que no tiene familiares directos desaparecidos pero que se siente “vinculada con la historia”. En la muestra Poesía diaria. Porque el silencio es mortal (que podrá visitarse hasta el 26 de este mes, de 15 a 21) hay recordatorios de todo tipo. Están las madres que les escriben a sus hijos y están los hijos que les escriben a sus padres. Están los hermanos. Y las abuelas. Todos los recordatorios juntos, pegados uno al lado del otro sin dejar ni una grieta en la pared ni un pedacito por el que se pueda colar la memoria. Algunos recordatorios tienen poesías escritas por los familiares. O bien, fragmentos de poemas conocidos con los que se identifican. También están los que contienen poesías escritas por los propios desaparecidos que sus familiares decidieron hacer públicas para homenajearlos. Otros no tienen poesía. Simplemente manifiestan en el papel un grito de pedido de justicia. Hay algunos que son conocidos. Otros que no. Están los que tienen foto y los que no. Algunos les hablan a sus familiares desaparecidos utilizando la segunda persona. Otros le hablan a la sociedad de sus desaparecidos. Pero todos juntos forman una especie de familia en la que conviven el deseo y la esperanza de un mundo más justo pero, a la vez, recorren el interminable camino del dolor.
De los miles de recordatorios publicados por este diario, Giannoni tuvo que hacer una selección. “El criterio es la poesía. La poesía no como rima o como versito con alguna métrica sino la poesía como la palabra poética. No por un criterio de hacer arte”, subraya la ideóloga de la muestra. “Una de las cosas que decía (Theodor) Adorno era que el arte no puede hoy hablar de otras cosas que no sea de esto que pasa. Cualquier otra cosa sería superficial. Ellos no pretenden hacer arte y no lo hacen y yo tampoco. No estoy hablando de esto cuando hablo de poesía. No estoy hablando de estética. Estoy hablando de que ante algo que no tiene palabras, ante un muerto sin tumba, ante algo innombrable e innombrado (y que además nombrarlo nos pone en un lugar de peligro y de locura con nosotros mismos y con el resto) hay que buscar esa palabra tan honda que es particular y universal y que la entienden todos. Y que es lo que te para los pelos cuando los leés”, completa Giannoni. La diseñadora y escritora dice que en el recorrido por los recordatorios “vas conociendo la familia, porque ves nombres nuevos: ‘nació Juancito y a partir de este año Juancito va a estar en los recordatorios tuyos’. O ‘encontramos manuscritos de tus textos y los estamos publicando acá’. Es una radiografía de lo que va pasando: qué pasa con la familia cuando se juntan, cuando se separan. ‘Se muere mamá y entonces te escribimos y te decimos: este año sin mamá pero nosotros seguimos acá’”.
El primer recordatorio fue publicado por Página/12 en 1988. “No fue una cosa premeditada o planificada”, señala Carlos González, de la dirección del diario. “Se hizo, la gente lo trajo y el diario se convirtió en un canal para que la gente expresara cosas sobre sus familiares, sus amigos ocompañeros. Pero después nos dimos cuenta de que era un lugar importante del diario y que lo identificaba”, dice. “Sentíamos que el valor de esto era el reclamo por el que no estaba: hacer estar al que no estaba, al desaparecido. Y eso lo tratamos de mantener siempre”, agrega. María Eva Fuentes recepciona anualmente en el diario unos 600 recordatorios. “A veces, a raíz de un recordatorio que salió, llama gente porque conocía en su momento a esa persona o a la familia de esa persona y quiere contactarse”, describe Fuentes. “Muchas veces Página/12 sirve como vínculo entre estas familias que, a lo mejor, hace más de veinte años que no se ven. Y que se reencuentran a raíz del recordatorio. O pasa que llaman amigos del desaparecido cuando leen en las firmas los nombres de los hijos. Y dicen: ‘yo era amigo del papá y quisiera hablar con ella para contarle cómo era su padre, cómo era su madre’”, sostiene.