Mié 13.03.2002

ESPECTáCULOS  › LITTO NEBBIA SERA DECLARADO HOY CIUDADANO ILUSTRE DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

“Siempre hice música sin esperar reconocimientos”

El músico rosarino festejará esta noche la distinción oficial con un concierto gratuito en el Centro Cultural San Martín, del que participarán desde Moris a Leo García, pasando por los Super Ratones y Emilio Del Guercio. En esta entrevista, Nebbia hace un balance de su trayectoria y de su particular relación con los intereses económicos que rodean a la música. “La libertad que elegí tiene un precio”, sostiene.

› Por Fernando D´addario

La idea de pulcritud institucional que podría asociarse a una distinción del tipo “Ciudadano Ilustre” contrasta de modo ostensible con el caos agradable que gobierna la casa-estudio-oficina de Litto Nebbia. En la cocina de su bunker de Belgrano, el músico rosarino intenta explicar, tapado por cd’s (una plaga feliz que se extiende por cada rincón del hogar, sin pruritos geográficos), la satisfacción que siente frente a un reconocimiento de esta naturaleza. Una declaración formal que se demoró tres meses (y unos cuantos años, dirán otros), porque la ceremonia debía realizarse, originalmente, el 20 de diciembre pasado. Un día que no daba para premios ni festejos. “Estaba por ir a donde me iban a nombrar Ciudadano Ilustre y en la tele mostraban cómo rompían un McDonald’s a pocos metros de allí. Salir a la calle era encontrarse con Apocalypse Now”, cuenta hoy, en la entrevista con Página/12. No es que el país esté hoy mucho mejor, pero Nebbia ofreció, a cambio de la rigidez protocolar que implican estas designaciones oficiales, tocar gratis junto con músicos amigos y afines. Lo hará hoy a las 20, en el Centro Cultural San Martín (ver recuadro).
Después de ese show, el artista-productor no será abandonado por la hiperactividad: lo esperan la grabación de un álbum con Facundo Cabral, las cuentas de Melopea que no cierran, la inminencia de una gira de cuatro meses por México, España, Finlandia y Alemania, y pilas de discos y de músicos que enriquecerán esa red secreta de complicidades que Nebbia empezó a tejer hace más de treinta años. El músico, que ya era ciudadano ilustre de Rosario, señala que este tipo de distinciones lo enorgullece “porque parecen impensables para el tipo de música que uno hace. Durante años impusimos un espacio genérico, reconocido internacionalmente, pero criticado acá. Nos decían que lo que hacíamos no era argentino. Es raro, porque algunas de esas canciones que en una época estaban prohibidas ahora las cantan los chicos en la escuela primaria”.
–¿Evolucionó el entorno o evolucionaron los músicos?
–Nosotros. El país sigue siendo temeroso de lo nuevo. Ante esa situación, que se daba hace treinta años y también ahora, a los músicos nos quedaban dos caminos: 1) ir a un enfrentamiento directo, para imponer lo nuestro. No iba a dar resultado. 2) Convertirnos en cabezaduras, hacer lo que sabemos hacer, y seguir hasta que los malos parezcan buenos.
–¿Y usted es un cabezadura?
–Toda la vida fui un cabezadura.
–Seguramente, a los 17 años, en Los Gatos, no habrá imaginado que iría a convertirse en ciudadano ilustre. Tal vez, hasta no le hubiese gustado...
–En esa época no imaginaba siquiera el éxito, ni el dinero, menos aún que pudiese ganar un premio. Por suerte, siempre fui bastante irresponsable en ese sentido, porque no hacía música pensando de qué modo me lo iban a reconocer. Siempre hice música sin esperar nada, porque lo hacés con el alma. Lo que viene, viene solo, a través de la gente que te quiere.
–Recién hablaba de “imponer nuestro espacio”. Pero su carrera posterior a Los Gatos pareció reflejar precisamente lo contrario: integrar espacios distintos, aparentemente irreconciliables.
–Es verdad, porque en mi proyecto musical y de vida no estaba solamente el rock. Tomar en 1971 esa decisión de integrar el rock con otros espacios ocasionó reacciones adversas. Reacciones idiotas, en realidad. Los que me querían del rock creían que los estaba traicionando. Los que pertenecían a esas músicas a las que yo me aproximaba, decían que estaba haciendo algo que no era de acá, que no era el tango o el folklore ortodoxos, etc. Está bien que después de tantos años coincidamos en que hago música argentina. A Serrat nadie le pregunta si hace música española. Está muy claro que es bien español sin ser un purista.
–A medida que transcurría su carrera, usted se fue acercando a gente más grande, como el Polaco, el Cuchi, Cadícamo. Ahora son músicos más jóvenes, como Leo García, o Ariel Minimal, de Pez, los que se acercan a usted.
–Me parece bárbaro, porque los noto entusiasmados, curiosos. No se acercan sólo al tipo que hizo “La balsa”. Eso sería lo más fácil. En La Mega sólo pasan los caballitos de batalla, y yo hice muchas cosas además de haber estado en Los Gatos. Algunos jóvenes vienen a verme con una onda tipo coleccionista y hay otra pendejada más intrépida, que busca en otras cosas más complejas que hice. Eso me reconforta más.
–Pero es un poco difícil indagar en sus 200 discos. Todos, en cambio, conocen los temas de Los Gatos...
–Yo no reniego de Los Gatos. Lo que digo es: quien piensa que lo mejor que hice fue Los Gatos es un pelotudo. Hablo de lo estrictamente musical. Después, nadie les quita a esas canciones el lugar de pertenencia emocional que tienen. En eso son imbatibles. Aunque escribiera la 5ª Sinfonía de Beethoven no podría superar afectivamente lo que representa “La balsa” para mucha gente. Pero yo grabé con orquesta de cámara, músicos de fusión, hice música para películas, me acerqué al tango, al folklore...
–¿Estas fusiones conspiraron para que, en algunos sectores, no sea reconocido como uno de los compositores emblemáticos del rock en español?
–No. Lo atribuyo a una cuestión publicitaria. Yo me la busqué, también. Fui abandonando caminos que me hubiesen llevado a un reconocimiento mayor, y tampoco soy un tipo que haya cuidado su carrera. Cuidar la carrera es ir a tal lado cuando te lo aconsejan en una discográfica, grabar tal o cual cosa que se supone que va a pegar. Yo hice todo lo contrario. Cuando empezaba a funcionar la industria discográfica empecé a manejar mi producción en forma independiente, y un par de años después armé mi propio sello. Parece una decisión sencilla, pero tuvo una consecuencia clara: desaparecí del business. Para el negocio de la música, Nebbia no existe más. La libertad tiene un precio.
–¿Se arrepiente?
–Para nada. Hoy no podría sacar un disco. Tendría que sentarme a hablar con el contador de una discográfica. A mí me pasó de ir a negociar un disco con un tipo de un sello, después de haber vendido 2 millones de copias con Los Gatos, y que me dijera que quería escuchar los temas para ver cuánto duraban. Ahí tomé la decisión: sabía que no iba a cambiar el mundo, pero por lo menos, musicalmente, iba a hacer lo que quisiera.
–La “independencia” se multiplicó en los últimos años.
–Es que para el artista es la única opción. Salvo que seas Michael Jackson. Pero acá no hay un Michael Jackson. Lo que hay es una industria musical que se encarga de destrozar el gusto de la gente. Sólo está interesada en apostar un mes y salvarse. Así le quitás a la música su principal virtud: la variedad. Pensar que en ese contexto puede colarse alguna expresión de refinamiento artístico, es una utopía. Esto, en los 60, no era tan así. Goyeneche grababa con Troilo. Pero veinte años después, al Polaco nadie lo contrataba. Yo me manejé con otro criterio. Lo bueno siempre es actual. El disco que sacamos del Cuchi Leguizamón lo ponés hoy y no pasó de moda.
–¿Melopea está quebrada?
–No. Tenemos problemas económicos impresionantes. Pero, ¿qué empresa chica argentina está bien? Además, hoy la música es un artículo de lujo, cuando a la gente le faltan leche y remedios. Pero sobrevivimos. Nos pasamos el año pasando tratando de evitar quiebras, convocatorias y sufriendo las quiebras ajenas. Perdimos 90 mil dólares con Musimundo, pero para nosotros es un millón. ¿Quién soy yo, Macri, para que esas cosas me pasen por el costado? Pero ante esa situación, prefiero no paralizarme. Tengo, eso sí, más cuidado, a la hora de ver lo que voy a editar.
–Ya es ciudadano ilustre de Rosario y de Buenos Aires. ¿Su música está más cerca de alguna de las dos ciudades?
–Pensar en que se puede ser más porteño o más rosarino en función de la música que se hace es tan absurdo como ponerse a discutir si las empanadas salteñas son mejores que las tucumanas. Yo escribí “Sólo se trata de vivir” en un pueblito de México, lo grabé en un estudio de Nueva York, y es más argentino que el dulce de leche. Hasta los 16 años viví en Rosario. Mis padres me transmitieron hasta esa edad todo tipo de música y yo la absorbí. Creo que es ese momento de la vida en que se define si vas a ser un artista, un tarado o un nazi. Después, cuando me largué musicalmente, ya no fui ni de aquí ni de allá: ciudadano del mundo.
–Será entonces un reduccionismo porteño el pensar que porque sus temas suenan muy urbanos, deben asociarse inmediatamente a Buenos Aires...?
–Puede ser. Yo no niego lo porteño, para nada. Pero fijate que Rosario es la ciudad argentina que más se parece a Buenos Aires. Tiene vida nocturna, saca músicos a patadas, hay movida teatral, cine, tiene swing... y está muy abierta musicalmente. Ahora, si lo mío es más porteño o más rosarino, la verdad es que no tengo la más mínima idea.

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