ESPECTáCULOS
“El hippismo tuvo mucho que ver en mi vida, pero hoy ya no existe más”
Miguel Cantilo presenta hoy en La Trastienda “Sudamérica va”, un disco en el que expresa su esperanza en los aires de una nueva era.
› Por Cristian Vitale
A Miguel Cantilo hay que acreditarle haber editado un disco en 1992 que pegó duro contra la dislocada idea de hacer de Argentina una gran Miami. Mientras Menem y amigos descorchaban sus champagnes, el cantautor compuso Canciones para vivir mejor, un lúcido trabajo con temas muy críticos –“No nos engañemos más”, “Al primer mundo”, “Yo soy del Sur” o “Adónde creés que vas?”– que pasó totalmente inadvertido, precisamente por ir contra la corriente. Ese, al cabo, es un dato suficiente como para descartar posibles suspicacias oportunistas en su nuevo disco, el muy esperanzado Sudamérica va, que presenta hoy a las 21 en La Trastienda. “La Argentina de los ‘90 –dice– fue como esa ropa que te queda mal, que aprieta por un lado y te roza por otro. Es satisfactorio ver que la ropa que tenemos hoy, si bien no es a medida, calza más cómoda. Se vive un clima similar al que sentí con la vuelta a la democracia en 1983”, compara.
–Hay quienes opinan que esta Argentina tiene más lazos en común con la de 1973, la época de su “Marcha de la bronca”...
–Hay, además, coincidencias numéricas: todos los años de cambio terminan en 3 –salvo en la década pasada–, pero creo que la salida de la dictadura fue, después de todo ese trauma, muy feliz. El cambio que provocó la dictadura es análogo en sus consecuencias al daño que produjo el gobierno de Menem.
Según Cantilo, las quince canciones de Sudamérica va conforman la primera parte de una obra que va a dedicar a los ritmos representativos de la parte sur del continente. “Me inspiró la fuerte necesidad cultural de sentirme parte de un crisol de identidades de una riqueza increíble”, manifiesta. En este Volumen 1, el ex Pedro y Pablo refleja sonidos emparentados con el flanco oriental de Sudamérica. “Basé la composición en investigaciones que vengo haciendo. Hay tango, milonga, música caribeña y bossa nova. En el segundo volumen, en cambio, proyecto escaparme hacia los ritmos andinos.” Las pretensiones del cantautor se manifiestan en canciones como la milonga rockeada “Adelante con los faroles”. “Al tango y sus derivados le falta ese nervio que tiene la ciudad de hoy, el de máquinas y motores... es lo que trato de darle con una batería bien rockera”, explica. Con “La hija”, dedicada a una hija de desaparecidos, y “Boliche de la noche” coexiste una composición muy a la Pedro y Pablo, llamada “Rock contra la mina”. “Conozco de cerca el problema que tiene la población de Esquel con esa mina que contamina naturaleza y gente. Es muy grosso lo que pasa, y es el único tema claramente crítico del disco”. También hay canciones para sudamericanas. Entre ellas, una titulada “Nueva York, Nueva York”: “Soy yo, sudamericano, caminando por sus calles y describiendo lo que veo, que no es ni mejor ni peor”. “Niño y Abuelo” es “un homenaje a Miguel Abuelo con citas de temas como ‘Mariposas de madera’ o ‘Himno de mi corazón’”.
–¿Cómo vive la realidad sudamericana actual, que parece unir intereses años atrás imposibles de concordar?
–Estoy muy compenetrado con la mirada del hombre sudamericano, que no es dramática, descontenta o crítica. Es cierto que en Sudamérica hay una pátina de miseria e injusticia, pero cuando ahondás aparecen valores apreciables... la solidaridad, la sensibilidad y la profunda humanidad que hay entre la gente de pueblo. Deambulo hace tiempo por el continente y avizoro un solo país. Es cierto que al argentino le cuesta asumirse como sudamericano, pero es necesario. En mi caso, reproduciendo ese origen en sonidos y palabras.
Con la excepción de dos de sus hijos –Anael y Sufián–, los músicos que acompañan a Cantilo en el disco provienen de los ‘70 y los primeros ‘80. Además de Leo Sujatovich –ex tecladista de Spinetta Jade–, intervienen Carlos Casalla en percusión, Juan Rodríguez (ex baterista de Sui Generis y Polifemo) y Diego Rapoport, que también supo poner sus teclas a disposición de Spinetta.
–No se puede evitar trazar un paralelo entre su disco y aquel de Arco Iris, Sudamérica o el Regreso al Aurora. Allí hay una reivindicación muy fuerte de la identidad cultural continental, que usted parece retomar aquí.
–Es que el sueño de la unidad es básicamente setentista, un sueño que hoy la historia nos vuelve a reclamar. Este es un momento de revisión obligatoria. La vieja frase de “Unidos o Dominados” implica entender como única salida la primera. En este caso hay como una cuestión cíclica. ¿Qué pasó con aquellas consignas, fracasaron, murieron? Yo creo que no. Todo lo que se proyectó en aquella época vuelve hoy despojado de escorias, sabiendo dónde se falló.
–¿Y para usted dónde estuvo la falla de aquella generación?
–En haber ido tan de punta contra poderes ingeniosos, malévolos y destructivos.
–Usted toca hace más de 30 años. ¿De qué se arrepiente?
–Creo que el modo bohemio y autónomo de encarar la vida atentó contra la exigencia de una carrera profesional. De hecho, tengo problemas con discos editados en otros años. Fui duramente tratado por grabadoras y productoras, básicamente por no darles la importancia merecida. Por disfrutar del antisistema, la marginalidad, la naturaleza y la libertad total.
–Un hippie persistente.
–El hippismo tuvo mucho que ver en mi vida, pero hoy ya no existe más. Existe el interés de darse cuenta de que uno puede subsanar esos errores y relacionarse mejor con el medio, sin hacer concesiones a los agujeros negros del mercado.