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› TRAS 39 AÑOS, UN AFROAMERICANO PODRIA FESTEJAR
Hollywood negro sobre blanco
Tres actores negros competirán en el rubro “Mejor actor”, Sidney Poitier tendrá su Oscar a la trayectoria y Whoopi Goldberg presentará la ceremonia, pero muchos dudan de que se trate de una apertura real.
Ningún actor negro (y menos aún actriz) ha ganado un Oscar en un papel principal desde que Sidney Poitier interpretara a un desocupado servicial en Los lirios del valle, en 1963. Es el único ejemplo en los 73 años de historia de la estatuilla. Hollywood tiene mala conciencia. En todo este tiempo, la Academia fue cuanto menos parca en nominaciones. Pero el 2002 es distinto. El próximo 24 de marzo, tres actores negros competirán en la categoría estrella, la de actor protagonista, algo que no se veía desde 1972: Halle Berry, por Monster Ball; Will Smith, por Alí, y Denzel Washington, por Día de entrenamiento.
Poitier (quien, además, tiene el “privilegio” de haber sido el primer negro que pudo besar a una blanca en una película de Hollywood) recibirá además un Oscar honorífico por su carrera, y Whoopi Goldberg presentará la ceremonia. ¿Hollywood dejó de pensar en blanco y negro? No podría aventurarse tanto, pero la competición de este año ha vuelto a despertar los viejos fantasmas de la integración. El hecho de que a esta altura de los acontecimientos nominar a un actor negro siga siendo noticia, no habla demasiado bien de la industria cinematográfica.
Además de Poitier, sólo otros cuatro actores negros se llevaron hasta ahora una estatuilla, siempre en categorías secundarias y a menudo en papeles definidos racialmente: Hattie Daniel, la criada de Scarlett en Lo que el viento se llevó (1939); Louis Gosset Jr, el sargento despiadado pero justo de Oficial y caballero (1982); Whoopi Goldberg, la vidente de Ghost (1990), y Cuba Gooding Jr, el jugador de fútbol americano de Jerry Maguire (1996). Washington es el eterno oscarizable. Heredero artístico de Poitier, cuatro veces nominado y una vez galardonado por su papel secundario en Glory (1990), se convirtió en el candidato más serio de esta edición, no tanto por la calidad de su actuación en el papel de Alonzo Harris en Día de entrenamiento sino por los tropiezos y groserías del máximo contendiente, Russell Crowe. Es que últimamente el australiano se viene luciendo. Hace unas semanas, Crowe se involucró en una violenta discusión con el productor de los Bafta (los Oscar británicos) cuando descubrió que sus palabras de agradecimiento por su galardón habían sido cortadas en la posterior retransmisión televisiva. El actor también hizo gala de su temperamento volcánico al rechazar un premio benéfico tras enterarse de que su predecesora era Joan Collins.
Los miembros de la Academia tienen hasta el próximo martes para votar, y ya no están muy seguros de querer incluir a Crowe en la leyenda de Hollywood junto con Tom Hanks y Spencer Tracy, los únicos actores en conseguir dos Oscar seguidos (Crowe ganó el año pasado con Gladiador).
Washington se convirtió así en el favorito, gracias al apoyo, entre otros, de su amiga Julia Roberts. “No puedo vivir en un mundo donde yo tengo un Oscar y Denzel no”, comentó la actriz mejor pagada del medio. Washington estuvo a punto de conseguirlo hace dos años por encarnar al boxeador Rubin Carter en Huracán, pero perdió frente a Kevin Spacey (Belleza americana). Aquélla fue una amarga derrota, de ahí su reticencia a entusiasmarse este año y generalizar la decisión de Hollywood a la situación racial en Estados Unidos. “Decir que estas nominaciones significan que ahora los afroamericanos tienen el reconocimiento que se merecen es otorgar a mucha gente un poder que no posee. Tres nominaciones para tres actores negros son tres nominaciones, ni más ni menos”, comentó a la revista Newsweek. Kweisi Mfume, presidente de la Asociación Nacional para el Apoyo de los Negros (Naacp, según sus siglas en inglés), coincide en la relativización de esta presunta apertura de Hollywood: “Esto es inquietante. Puede ser que las tres nominaciones constituyan un paso, pero está lejos de ser un avance”, argumentó el activista. Conocedores del ambiente cinematográfico, como Damien Bona, coautor del libro Inside Hollywood, indican que la mayoría del público estadounidense acepta a negros “en papeles como el deOtelo”, pero en los que son de raza neutral sigue prefiriendo a los blancos.
En esta ocasión, nadie pone en duda el talento de Washington. A sus 47 años, es un actor respetado y gana los mismos 20 millones de dólares que algunos de sus colegas blancos. Lo más irónico es que Washington, que siempre ha sido muy cuidadoso al elegir sus películas, interpreta en Día de entrenamiento a un personaje despreciable, un policía corrupto capaz de todo por dinero. “Sólo espero que todos podamos juzgar nuestro trabajo de forma imparcial, sin dejar que nuestro color nos ayude o nos perjudique”, declaró Washington hace unos días. “De todas formas, no me preocupo mucho por una estatuilla que no se me parece”, agregó irónicamente.