ESPECTáCULOS
› LA TRIBUNA DE “GRANDIOSAS”, UN EXPERIMENTO CON VOZ Y VOTO
¿Cómo enfrentarse a 101 mujeres?
Sin intervalos y sin contradicción aparente, van de una opinión política al aullido por un galán invitado. Fanny Mandelbaum, Karina Mazzocco y Laura Oliva se las arreglan para controlar y al mismo tiempo darle participación a un centenar de mujeres con pretensión de justicieras.
› Por Julián Gorodischer
El aire se congela, a pesar de los 30 grados a la sombra, porque las 101 mujeres están a punto de dar el veredicto. Bajan el pulgar y condenan la frase del galán, y después condenan la actitud de un ex marido, y más tarde condenan al diputado que valló el Congreso. El nombre aludido por Fanny (Mandelbaum) es hombre y político, razones suficientes para apretar el botón rojo del “votador”, ese aparatito que se apoya durante todo el programa en el regazo. Con el votador, las 101 mujeres de la tribuna de “Grandiosas” salvan y condenan hasta hartarse, deleitadas por hacer esa justicia propia que tira el palo al político o el juez, pero también salva y compensa. Las chicas eligen a Echarri como amante y a Taibo como marido, todo junto y en la misma bolsa, para sentirse, por qué no, “un poco caceroleras”. “Por la participación, ¿viste?”, dice Susana, de la primera fila, pero “con pielcita sensible”, agrega una compañera. “A Giordano, cuando vino, lo votamos como amigo porque su personalidad da para eso”, acota Chiche desde muy cerca. “Es peluquero, que es como un psicólogo para las mujeres. Si fuera carilindo, sería amante o marido.”
La discusión aflora en la tribuna, bulliciosa, con bandos enfrentados que debatirán sobre los criterios para apretar el botón rojo. ¿Cuándo es amante y cuándo es marido? Las mujeres no se ponen de acuerdo, y los argumentos fluyen: la edad, el tipo físico o la presencia de cierta malicia en los ojos. “Llevo 34 años de matrimonio, y mi marido se lo toma con humor”, se ve obligada a aclarar Chiche, entre tanto comentario subido. Una dama del fondo, Alicia, interviene con una broma, como para que nadie se tome este debate muy en serio, justo ahora que faltan tres minutos para que la productora chille “Bien arriba” y todas aplaudan, y griten, y le dediquen un “¡Potra!” a Laura Oliva. “Yo no fui”, aporta Alicia, argumento inmotivado, sólo para que la compañera salte y ya no queden dudas sobre el tono de comedia. “Tranquila, no te va a violar”, dice en relación al intruso en esta dictadura de mujeres. Y Alicia: “Por favor, estaría agradecida”, fiel al manual de estilo que las prevé un poco desbocadas y otro poco calentonas: mujeres modernas que se hacen tiempo para dejar la casa y salir hablando por la tele.
El requisito, queda claro, es pasar sin intervalo, apenas con la pausa que brinda el corte, de tomar posición seria a adular al invitado, y luego soltar la carcajada y el aplauso, levantarse, al final, y partir. Sobre el alquiler de vientres, dicen todas: “Una madre no lo acepta”, y poco después gritan: “Idola”, “Diosa”, “Genia”, entre otros epítetos que no podrían faltar en la tribuna de la tele, a Soledad, “una grandiosa”, por supuesto, como la presenta Karina Mazzocco, con esa complacencia que la mujer educada dedica a su huésped de honor. “Dora Presente”, dice en el cartel de la primera fila, y Dorita, fan a los 60 y pico, miembro titular del “Por siempre amigos”, tiene un recuerdo en la punta de la lengua para revelar: “La Sole vino a mi casa y cantó para mí. Me alegró la vida”. Una rubia rebelde, a un costado, se anima –en el minuto de preguntas para la tribuna– a un cuestionamiento: “¿Qué significó para el folklore que grabaras en Miami?”, la provoca, y el resto se entrega a un silencio total y de repudio.
A las chicas no les gustan las imprudencias, y por eso hacen el aguante con un aplauso que ensordece, y gritan “Sole”, con la energía de los recitales, y vuelven con entusiasmo al tema que lo devuelve todo a ese terreno entre pícaro y tierno que tanto gusta a esta hora de la tarde: la vida privada. Susana, en la primera fila, quiere saber si Jeremías es celoso, y la Sole responde que “un poquito”, pero después cuenta que un ex novio la dejó por otra y volvió cuando llegó la fama, y las 101 mujeres se enardecen ante tamaña injusticia. Todas contra el tipo, deciden en conjunto pero sin abrir la boca, y lo condenan con el votador, feroz el dedo sobre el botón rojo, y Chiche dice: ¡Qué vivo!, y el coro apoya a la Sole con un “Grande Sole” o un más lapidario “¡Juera bicho!”, y la cantante revela que sí, que le dio cabida, pero sólo para poder darse el gusto y patearlo ella muy poco tiempo después. “A Soledad le gusta mucho que le pregunten sobre Jeremías”, cuenta Paola, presidenta de su fans club, y se genera entonces esa plácida sensación de conexión que las une a todas en el culto a “lo cotidiano, lo de todos los días” –según dice Alicia, la del fondo–, temas que hasta la llegada de ‘Grandiosas’ no vendían”.
El murmullo en la tribuna y la voz alta y modulada de las conductoras se unen en una conclusión común: “Soledad es una Grandiosa”, determina Oliva, entregando el título y el atributo que lleva adosado: “A ella, un vivo no la pasa”. Una “Grandiosa” disiente, por tanto, con ese mensaje del público, que llega ahora y es prueba inconfundible de que el emisor es una aprendiz o una bienintencionada, pero no una “Grandiosa”. “Si un hombre te puede meter los cuernos, te los mete”, dijo la resignada en el teléfono, y el aullido de la tribuna reemplaza el comentario descalificador: “UuUuuuhhh...”. Para compensar, las 101 mujeres y las conductoras crearon un ideal de hombre que “no haría esas cosas”, un tal Roberto, al que separan de la miseria de sus novios o maridos, al que siempre salvan. En boca de Susana, la de la primera fila: “Roberto no lo haría”. Susana apoya el relato de Laura, de Fanny y de Karina con un montón de “Ajá”, “Tal cual” y “Es así, siempre es así”, consagrada como público ideal, y da prueba visible de su posición activa. Ella fue, hace un rato, la que conectó con las cacerolas. Salvar o condenar, de eso se trata, con el botón rojo del votador o en la asamblea barrial, ¿por qué no?, si a fin de cuentas, para definirse como Grandiosa o cacerolera, Susana utiliza una misma frase: “Son formas legítimas de participación”.