ESPECTáCULOS
› LUIS SALINAS PRESENTA UN NUEVO CD, AHI VA
“El negocio tapa a la música”
El guitarrista, que el próximo sábado estará en el Teatro Opera, afirma que “alguien no toca mejor porque lleva más o menos gente”.
› Por Cristian Vitale
Tu fuerza está en que peor de lo que estuviste no vas a estar.” Luis Salinas se acomoda el pelo hacia ambos costados, deja de jugar con una guitarra criolla –que parece una extensión de su cuerpo– y cita un consejo de su padre, aquel de quien escuchó los primeras zambas, los primeros chamamés. El recuerdo lo traslada a su adolescencia, cuando dormía en Plaza Once para no perderse sus primeros ensayos en Capital. “Si volvía a Monte Grande, no llegaba al otro día”, evoca y entra en trance de catarsis, ese que se da en no muchas entrevistas. “Fue muy dura mi niñez... en mi casa había días que si no levantabas comida del suelo no comías”, dice, mientras repite, una y otra vez, la muletilla paterna que lo ayudó a vivir. Median 30 años entre aquel genio en ciernes y este que ya cuenta en su haber con elogios de Chick Corea, Scott Henderson, Badem Powell o George Benson sin saber nada de academias –es un auténtico autodidacta–, dos Cervantes y un Coliseo llenos, cinco discos de innegable brillantez y un arribo al Colón como acompañante de Dino Saluzzi. Y para él parece no haber diferencias entre ambos. “Iba a ensayar sin un mango pero con una alegría inmensa, la misma que tengo hoy. Pienso que cuando tenés pasión no te detiene nadie. Si pierdo eso, estoy perdido”, comenta descifrando una de las claves de su presente como uno de los artistas más admirados de la música nacional y popular. La otra está relacionada con esa dicotomía irreducible entre música y negocio. “Cuando el músico se desespera por ganar unos pesos más, decreta su final”, asegura.
Justamente la sensación de alegría, entusiasmo y frescura que deviene de sus palabras explica el clima de su nuevo disco Ahí va, que presentará en banda este sábado en el Teatro Opera. “Es un disco de latin-fusion –define–. Traté de que fuera una cosa como más en vivo, más de boliche. Se grabaron muchas guitarras de referencia por la ausencia del pianista –José Reinoso– que estuvo una semana, grabó y se fue.” Entre las 12 canciones que contiene la nueva placa, hay sólo una que no le pertenece: el bolero Contigo a la distancia, de Portillo de La Luz –“Siempre me gusta hacer algún que otro bolerito”, admite–. El resto es todo material propio que Salinas se encargó de embellecer con su habitual ductilidad y sentido de improvisación, pero haciendo a un lado pretensiones de virtuosismo. “El riesgo es enfriar la música. Por eso, salvo en el tema Amanece, todas las guitarras son las de referencia”, explica.
–¿Quiere decir que cierto virtuosismo atenta contra la belleza de la música?
–Claro. Como productor tomé la decisión de que éste tenía que ser un disco de melodías. Noche, por ejemplo, no tiene solos. Apenas entro y salgo, porque lo que importa es que las notas sean lindas.
–Un disco más apto para gente sensible que para “eruditos”.
–Es la intención. Tengo 45 años y necesito esto. Hay etapas, sobre todo en la juventud, que te dicen: “vos sos el campeón y le tenés que romper el culo a todos”. Cuando crecés, entendés que en realidad lo que importa es el disfrute. La guerra entre intuitivos y estudiosos es estúpida, porque lo importante es llegar al mismo punto... que es tocar bien. Algunos llegan a través del pensamiento y otros de la intuición. Pero decir una cosa o la otra es algo nazi. Para mí la música no es una competencia... sólo trato de ser el mejor Salinas posible.
–¿Y cuál es el mejor Salinas posible?
–El que disfruta y no el que piensa en ser el más virtuoso. El que hace música para todo el mundo. Una vez le dije a Hermeto Pascoal “tengo miedo de abarcar mucho y apretar poco” y me respondió... “lo importante es que seas sincero con lo que sentís”. El público no tiene por qué entender de melodías, armonías, etc., pero sabe cuando vos sos sincero con lo que hacés. Es algo inexplicable pero real.
–¿Se siente un consagrado?
–Diría que convivo con el sector marginado. Voy a ver músicos que se tocan todo y no hay nadie... no puedo escapar de eso. Una vez, Rubén Rada me dijo “cuidado con lo del éxito, porque la gente tiene onda con vos y de repente pasó”. Nunca hay que creerse ninguna cosa. Uno no toca mejor porque lleva más o menos gente. Lo que pasa es que a veces el negocio tapa a la música, y el músico, por desesperación, entra en cualquiera para mantenerse. Yo traté siempre de no mentirme. De no mandarme en cualquier moda.
–En eso tiene que ver el origen. A usted, por su cuna humilde, no lo perturba la idea de volver a ser pobre, como expresa el consejo de su padre.
–Nací en Monte Grande y viví 10 años muy pobres en Villa Jardín. Cuando venís de ahí sos un resentido y odiás al que tiene plata. O sos un tipo agradecido. Yo soy un agradecido, porque analizo de dónde vengo y ya visité 17 países, y recibí elogios de músicos que no esperaba conocer en mi vida. No me puedo quejar de nada. Primero está la persona y después lo que hace. El artista no tiene inmunidad para hacer lo que se le ocurra simplemente porque lo admiran: fundamentalmente tiene que ser buena gente. La gente no te va a escuchar a vos... la gente va a escuchar música, y mientras menos se interponga tu ego entre la música y la gente, mejor. Para mí es el principio y el fin de todo.
–Una posición ética muy fuerte, casi un imperativo.
–Es que vos pagás para escuchar música. No para ver un personaje. Y cuando un músico se convierte en personaje, pasa por encima a la música. Cuando tocamos con Dino Saluzzi en el Colón, la estrella no fuimos ni él, que es un genio, ni yo. La estrella fue la música.