ESPECTáCULOS
Los Estelares, especialistas en los trazos finos de lo cotidiano
En su último trabajo, Ardimos, el grupo platense sigue fiel a su mirada minimal, pero esta vez con sonido depurado.
› Por Pablo Plotkin
Manuel Moretti, un platense que sabe contar la melancolía cotidiana, canta al comienzo de Ardimos, el tercer disco de Estelares: “Subimos a la terraza, se ve perfecto el jardín, tomás tu menta con hielo, fumás tu Virginia Slims”. Ahora Manuel, sentado en un bodegón gallego del centro, fuma algún rubio menos refinado y toma cerveza de litro, en lugar de licor de menta. Sus canciones siempre tuvieron esa especie de bohemia argentina con clase, de Hermitage de Mar del Plata. Mientras el mundo sigue su marcha –una pelea de De la Hoya, un triunfo crepuscular de River–, alguien en la ciudad tiene el corazón roto. “Son momentos del día que a mí me sugieren estados de ánimo”, dice Moretti. “Es parte de la geografía de mis sensaciones. Lo aprendí de las películas de Casavettes: las sensaciones normales, cotidianas, puestas debajo de un microscopio. A veces intento hacer eso en las canciones.”
En la segunda mitad de los noventa, Estelares salió de La Plata con dos discos artesanales –Extraño lugar y Amantes suicidas– llenos de canciones románticas y dolidas. Moretti y el guitarrista Víctor Bertamoni definieron el carácter del grupo, inscripto en la tradición de Neil Young, Lennon, Bob Dylan y el linaje de compositores eléctricos con formación literaria (los beatniks y los realistas mágicos, todos influyen). Pero sobre eso también operaba la música metropolitana local –los valsecitos, el tango– y el imaginario nocturno de las diagonales, rebalsado de estudiantes insomnes e historias de fantasmas. Manuel lee a Pesoa y escucha a los Kinks (“me inspira el sonido victoriano”), pero en el último tiempo hubo una especie de actualización. Empezó a prestarles atención a los recicladores “victorianos” (Blur, Oasis) y a varios efectos colaterales del brit pop: Graham Coxon, Robbie Williams y mucho Supergrass, el gran gusto en común de toda la banda.
El proceso de creación de Ardimos fue más largo de lo deseado. En tiempos de la crisis del gobierno de Fernando de la Rúa, Estelares quedó boyando en esa especie de inactividad generalizada. Todo hacía parecer que las promesas vertidas en esos dos primeros discos morirían adheridas al rubro “revelación” de las encuestas de fin de año. Al cabo, la reactivación incluyó un elemento decisivo: Juanchi Baleirón, guitarrista de Los Pericos y productor entrenado, se ofreció a intervenir en el disco. Para una banda tan guitarrera como Estelares, que tenía las canciones pero no siempre la pericia técnica, el trabajo de Juanchi fue una especie de baño de espuma. “Evidentemente, en algún punto se notan los veinte discos que Juan tiene encima”, concluye Manuel.
Al cantante le gustan “la dirección y la potencia” del gran rapper blanco Eminem y de Pity Alvarez, el líder de Intoxicados. Pero más allá de ellos, de Wilco y demás referentes, Moretti aprendió mucho de Andrés Calamaro, de “ese registro de ideas frescas y a la vez viscerales”. “Lo quiero mucho”, dice sencillamente Manuel, que le había mandado unos discos de Estelares en la primera época de Los Rodríguez (a lo que Andrés respondió con una carta) y, años más tarde, durante la grabación de Ardimos, se contactó con él para que participara de alguna forma. “Estuvimos tres o cuatro días grabando”, se emociona Manuel. De aquellas sesiones salió la interpretación a dúo de Moneda corriente, una de las canciones más tristes del disco. Calamaro se fijó en la armonía del tema y le dijo “ah, sos mucho más beatle que yo”. Cuando volvían de la casa de Juanchi, en taxi a la madrugada, Manuel le habló de una canción del disco quíntuple El salmón. “All you need is pop... Qué canción, man.” Calamaro le dijo “qué bueno, ¿te gustó?”. “No, no es que me gustó. Me parece descomunal”, amplió Moretti. “Qué bueno –dijo Calamaro–. Algunos no se dan cuenta.”