ESPECTáCULOS
› REALMENTE AMOR, CON HUGH GRANT, EMMA THOMPSON Y COMPAÑIA
Larga comedia coral, viciada de melodrama
› Por Horacio Bernades
Autor de casi todos los grandes éxitos internacionales del reciente cine inglés (desde Cuatro bodas y un funeral hasta El diario de Bridget Jones, pasando por Notting Hill), Realmente amor representa, para el guionista y ahora también realizador Richard Curtis, la elevación de aquéllas a la enésima potencia. Ahora, al lado de Hugh Grant aparece un casi completo seleccionado británico de la actuación, integrado por Liam Neeson, Emma Thompson, Alan Rickman, Colin Firth y siguen las firmas.
En el afán de meter un batacazo aún mayor que los anteriores, Curtis ha llevado también al delirio las trampitas y artilugios de guión que ya aparecían en aquéllas. A partir de una unidad temporal marcada por la inminencia de la Navidad, Realmente amor narra no una sino más de media docena de historias de amor y desamor. En el curso del muy largo metraje (dos horas y cuarto), la película alterna los momentos de comedia con otros melodramáticos. En un final que se pretende a toda orquesta, terminará repartiendo happy endings a diestra y siniestra, sin preocuparse en lo más mínimo por cuestiones como la lógica y coherencia dramáticas. Film coral de abrumadora estructura sincopada, el nuevo tanque del cine británico cruza sin cesar y a toda velocidad la búsqueda de la felicidad amorosa, encarnada en una decena de personajes.
Entre ellos, un viudo reciente (Liam Neeson) y su hijo adoptivo; un editor (Alan Rickman) acosado por su secretaria; la esposa de aquél, que no lleva con él un matrimonio precisamente bien avenido (Emma Thompson); un escritor que viene de sufrir una grave decepción amorosa (Colin Firth) y su criada portuguesa; una solitaria mujer de edad mediana (Laura Linney) y hasta el mismísimo primer ministro (Hugh Grant, que no deja de tener cierto parecido con Tony Blair). Cuestión de amalgamar toda posible dispersión, Curtis vuelve a echar mano del truco de los lugares de reunión, que estaba en la base misma (y hasta en el título) de Cuatro bodas y un funeral, así como recurre una vez más a una interminable cabalgata de temas pop, de esos “que sabemos todos”.
Sobre el final, buena parte del elenco va a parar a un acto escolar, a partir de la excusa de que los hijos de varios de ellos resultan ser compañeros de escuela, dato que en la hora y media anterior el guión ni se había molestado en indicar. Luego terminan convergiendo todos (pero todos) en el aeropuerto de Heathrow, en lo que constituye un verdadero himno a la manipulación. En el medio quedan brutales virajes de tono, demagogias patrióticas (hay que ver el corte de manga que el primer ministro le hace al presidente yanqui) y un viejo rocker acidísimo, que lamentablemente termina perdido en la turbamulta.