ESPECTáCULOS
El chamamé crudo del Chango Spasiuk suena adentro y afuera del país
El chamamecero no deja nunca de visitar el nordeste, pero su música es además cada vez más escuchada en el exterior.
› Por Cristian Vitale
Desde 1996, cuando participó en el prestigioso Festival de jazz de Montreal, el Chango Spasiuk dedica gran parte de su tiempo a pasear su vasto acervo de chamamés, schotis y chamarritas por Europa. Definirlo hoy implica indicar que se trata de un genuino embajador itinerante del nordeste argentino. “Son festivales de World Music, en los que el chamamé claramente puede mostrarse tal como es”, introduce ante Página/12 luego de una de sus pocas actuaciones en Buenos Aires, donde presentó su nuevo octeto acústico. “La nueva orquesta es ciento por ciento acústica y prefigura una continuación de mi búsqueda usando nuevas herramientas”, aclara. El acordeonista de sangre ucraniana retornó hace poco de una intensa gira mundial por Alemania, EE.UU., Holanda, Uruguay, Brasil e Inglaterra, cuyos picos fueron su actuación en el London Jazz Festival –fue favorablemente criticado por el The Observer– y la edición de un disco a manos del sello alemán Weltbunder. “Es un compilado y se llama Charme Chamame (El encanto del chamamé) informa–. La placa contiene mayoría de temas de su último disco Chamamé Crudo, editado hace ya tres años y algunos de Polcas de mi tierra (1999) y La Ponzoña (1996). “Hay versiones nuevas de Solo para mí, que está cantada sólo por Mercedes Sosa y La alegría que hace llorar en vivo. El disco tiene muchos retoques y el sello alemán tiene previsto editarlo en varias ciudades de Europa”, se entusiasma.
–¿Por qué decidió presentarse aquí con una orquesta puramente acústica?
–Busco más calidad que presión sonora, tornar mi música más cálida y profunda.
–Un contraste estético respecto de su último trabajo. ¿Lo ve así?
–Chamamé Crudo muestra mi música de la forma más clara posible... mi forma de componer en temas como Posadas, Formosa, En el borde o Misiones está muy definida. Lo que cambió estos años, más que la estructura de la composición, fue el aspecto tímbrico. Siempre trato de expresar algo que está conmigo desde que nací, es una constante. Cambian las miradas y las herramientas, pero nunca la esencia. Tal vez también la fuerza. Uno a veces cree que la fuerza muscular es algo que va asociado a la música y no es así... buscar silencios hace que haya otro tipo de fuerza que no es física. Cuando Yupanqui decía “el arte es una antorcha que usan los pueblos para ver la belleza en el camino”, indicaba que esa belleza no es para aislarse de los problemas del lugar donde uno vive, sino para nutrir algo en uno. En cierta manera la música es una necesidad de lanzarse hacia esa belleza, pero no quiere decir que esté generando eso para los demás, sino como una necesidad subjetiva.
El Chango combina sus viajes al exterior con excursiones de bajo perfil al interior del país. “Ya no lo hago a través de los circuitos tradicionales, como hacía a principios de los ‘90, sino por circuitos alternativos”, confiesa. Cuando abandonó Apóstoles, su pueblo natal, tenía apenas 19 años. Faltaban dos para su disco debut en 1989 y su conexión con las plantaciones de yerba mate, la selva y los dúos de cantores ya nunca fue la misma de antaño. “Igual siempre estoy en contacto con la región –opone– si no, mi arte no tendría ninguna dirección”. En efecto, el acordeonista hace viajes relámpago a su provincia ‘sin que nadie lo sepa’. La prueba está en que conoce detalladamente los problemas de la región, como las inundaciones que provoca la represa de Yacyretá en Posadas. “La gente quiere un centro cultural donde pueda manifestar su arte y yo estoy aportando para ello o para evitar que se haga “Corpus” por el impacto ambiental que conllevaría. Hubo un plebiscito hace poco donde la gran mayoría rechazó la construcción de la represa. Hay que prestar atención a eso”.
–¿Qué otras cosas lo motivan a viajar seguido a Misiones?
–Mis viajes van más allá de la música... no voy porque la gente de Misiones compre mis discos. Es más, no sé si soy importante para la gentede allí, ni trato de preocuparme por eso. Sólo trato de ser honesto conmigo, lo que me hizo ganar el respeto de muchos y la omisión de otros, que descartan acercarse a mi música. Si hablo de Misiones no es porque sienta que estoy representando a su gente, sino porque siento que es mi lugar... lo único que me sale, que puedo defender.
–¿Por qué piensa que algunos coprovincianos lo desestiman?
–Pienso que somos una sociedad mediática, que se conecta a través de la imagen. Entonces, cada uno se hace su película sobre el otro. Hay quienes pueden decir que soy un traidor que sirvo al sistema, cuando siento que hago todo lo contrario: difundir un género que la cultura oficial subestima y margina. Eso me hace feliz.
–Dentro y fuera del país...
–Ambos ámbitos sirven para crecer. En Europa siento que mi música crece, porque tiende a agudizar su síntesis para distinguirse de otras músicas del mundo.
–¿Cabe señalar que existe una competencia sana en esos festivales?
–Ni siquiera diría sana. Yo creo que hay un contraste interesante entre mi música y lo que aporta la gente de Nigeria, Malí, o Asia. En los festivales se escucha música que conserva rasgos de mucha pureza... que más que tragar otras culturas y hacerlas propias, están en una etapa de desarrollo profundo sin entrar en el terreno de la fusión. El mundo necesita de esa pureza, de esa belleza simple.
–¿Defender la música pura implica para usted cuestionar la fusión?
–No. Siento que son caminos diferentes. Todas las búsquedas son respetables, sólo que no hay que confundir una con otra. El desarrollo no es la fusión y mi búsqueda va por ahí. No tengo necesidad de mezclar, porque el lenguaje sobre el que me paro tiene mucho que decir y hacer, sin apelar a la mezcla. La música regional puede ser históricamente subestimada y marginada, pero hay un montón de formas de abordarla. Y uno elige en consecuencia.
–¿Entre cuáles?
–Entre aquellas ligadas al circuito comercial, al mercado o al negocio y las que orientan su objetivo a lo artístico. Agrego que hoy en la Argentina se plantea una falsa confusión que opone vanguardia y tradicionalismo. Son palabras que precisan ser reformuladas en su sentido. Hay que preguntarse muy bien qué significa cada una, porque confundir implica comunicar mal, fragmentar y dividir.