Mar 06.01.2004

ESPECTáCULOS

“Esta es una contribución al crecimiento interior”

Así define Marcelo Torres su disco Constructor de almas, donde asoma su pasión por el rock, el folklore y el tango. El ex bajista de Tantor, Lito Vitale y Spinetta lo presenta hoy en La Revuelta.

› Por Cristian Vitale

“Los colores cambian y todo es música..., un acorde señala el despertar y entre el gran silencio se escucha el llanto de las almas al nacer.” Flavio Cabobianco, un amigo de Marcelo Torres, fue directo a la esencia. Con síntesis de poeta, acotó en un texto en el librillo de Constructor de almas –segundo disco del bajista– lo que éste quiso expresar en 70 minutos de música instrumental. Así, entre ambos márgenes del arte, se explica un trabajo de exquisita factura, destinado a dejar un buen aporte en la cultura popular. “Siento que es un trabajo que equilibra el sentido de la producción comercial. Una pequeña contribución a la introspección, al crecimiento interior. Si bien no está materializado en palabras, expresa mucho como obra integral”, reafirma Torres.
–El título es muy sugestivo, puede servir para referir diferentes estados...
–Para los creyentes el constructor de almas podría ser Dios, pero en realidad está dedicado al luthier que me hizo el bajo de seis cuerdas. Cada uno tomará el título a su manera...
El disco –que el ex Socios del Desierto presenta hoy en La Revuelta, Alvarez Thomas 1368– llega diez años después que Edad Luz y presenta doce composiciones que transitan entre el folklore, el jazz y ciertos pasajes tangueros. Identidad fue la música de un cortometraje homónimo, que plantea la idea de identidad en varios sentidos. “La palabra es un disparador –afirma–, lleva a pensar en los desaparecidos o en tu lugar de origen. Nunca pensé mi identidad desde lo urbano, desde el tango. La relaciono más con el interior..., tal vez porque mis viejos provienen de allí, no sé. Siempre sentí que el folklore me trasmitió mucho. A través de él comencé a descargar sentimientos profundos.”
–¿A qué alude Canción para los sin nombre?
–Cuando la escribí pensé en un mundo que está en acción gracias a gente desconocida, un engranaje imprescindible para que el mundo funcione.
–Al ser instrumental, el sentido de la obra descansa en los sonidos y en lo que puedan sugerir los títulos. ¿Es suficiente?
–Para mí la música es eso. Cuando uno la escucha, los poros de la piel se van abriendo o cerrando acorde a las sensaciones. A veces las letras están de más.
Fiel a su carácter autodidacta, el también ex bajista de Tantor utilizó un método eficaz: recortar, agregar y ajustar los temas hasta alcanzar un perfil acabado, en el cual cada estilo se conjuga con otros en dosis suficientes. “No soy músico de jazz, de tango ni folklore. Me considero más de rock, porque en este género encontré la manera de desarrollarme. Mis preocupaciones estéticas son las de un músico de rock”, dice. Sin embargo, por sus trabajos con Lito Vitale Cuarteto en los ‘80 o en la banda de Adriana Varela, Torres logró un estilo que le permite moverse con soltura por varios géneros. Hay que rastrear la raíz de su personalidad en la innovación del trío Vitale-Cumbo-González: “Yo vi cuando debutaron con esa fusión tan singular. Me influyó mucho”. El músico cumplió su sueño al tocar seis años en el Lito Vitale Cuarteto, donde desarrolló una manera de tocar “al ritmo del cuarteto” fusionando tango, folklore y rock sinfónico. “La improvisación no era central sino acotada”, recuerda.
–El disco abriga cierto clima tanguero, sobre todo en Monedas para viajar.
–Un poco debido a mi experiencia como bajista de Adriana, pero también como producto de la data que fui adquiriendo. Con el folklore me pasa más. Si bien no lo estudié, lo siento parte mía. Tal vez porque tenga muy presente la popularidad que tuvo en los ‘60, que viví de manera natural.
Aquel temprano acercamiento de Torres al folklore opera como el primer eslabón de una cadena que prosiguió con el rock sinfónico, el jazz rock de los ‘70 –sonido que experimentó en Tantor– y cierto espíritu rocker desprendido de su paso por Los Socios del Desierto, el trío de Spinetta. “La música que me sale muestra pinceladas de todo ese background, que tiene mucho que ver con los músicos de mi generación”, asegura.
–¿Hasta qué punto nota una evolución entre Edad luz y Constructor...?
–Ambos fueron hechos con la mayor energía y en eso son iguales, aunque los diez años marcan un crecimiento. Igual es cierto que a veces no se evoluciona: un artista puede sacar un disco impresionante y quedar pegado a ese éxito e imposibilitado de superarlo.
–Su ventaja es que va por fuera del circuito comercial.
–No debería ser así. Mi producto debería ser tan comercial como otros. A veces resulta fácil cuestionar a artistas que venden mucho, porque no nos ponemos en ese lugar. Pero hay que entender cómo son las reglas del juego.
–¿En qué sentido su paso por Los Socios se nota en el trabajo?
–Fue una etapa feliz, porque retomé el concepto de lo rockero en otro momento de mi vida. Eso posibilita una energía positiva que te permite seguir componiendo, aunque el rock no aparezca como tal en el disco.

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