ESPECTáCULOS
› EL CINEASTA MEXICANO ALEJANDRO GONZALEZ IÑARRITU HABLA DE “21 GRAMOS”, SU ULTIMA PELICULA
“Siempre alguien toma las decisiones por nosotros”
El director de la exitosa Amores perros vuelve ahora con una película rodada en Estados Unidos y hablada en inglés. Como su ópera prima, se trata de un tríptico de destinos trágicos entrelazados por un choque de autos.
› Por Martín Pérez
Al otro lado de la línea, la voz del director mexicano Alejandro González Iñárritu repite lentamente los nombres de las películas que se le dicen desde Buenos Aires. Porque allá, en México, está anotando cuidadosamente cada uno de los títulos, armándose una lista para actualizarse con lo último del cine argentino. “Unos minutos más, por favor”, dijo rápidamente en perfecto inglés cuando la voz de la encargada de prensa de la distribuidora norteamericana apareció en la línea para anunciar que el tiempo convenido se había terminado, y entonces el entrevistado se convirtió en entrevistador.
González Iñárritu pregunta por Daniel Burman y Fabián Bielinsky, directores argentinos que conoció en algún festival; nombra a Nueve reinas como la última película argentina que llegó a ver, y lamenta no haber podido ver El hijo de la novia cuando se estrenó en México. “Diles que distribuyan mejor el nuevo cine argentino, que llegue hasta aquí”, pide Iñárritu, que esta semana estrenará en Buenos Aires su último trabajo, el esperado sucesor de la exitosísima Amores perros, una película rodada en Estados Unidos y hablada en inglés, llamada 21 Gramos. Protagonizada por Sean Penn, Benicio del Toro y Naomi Watts, es un nuevo tríptico de destinos trágicos entrelazados por un choque de autos, algo que ya había explorado en su ópera prima, que ayudó a recordarle al mundo anglosajón –al menos en materia cinematográfica– que Latinoamérica también es un continente urbano. “Toda mi vida la he vivido en las dos ciudades más grandes del mundo: México D.F. y Los Angeles. Así que no sé hablar de otra cosa.”
–Usted comentó que se le ocurrió el nombre de la película hojeando una revista científica, pero al escucharlo por primera vez es inevitable pensar en otra clase de temática...
–Es verdad (Se ríe.). Siendo yo mexicano, la gente por lo general piensa que es una película sobre narcotraficantes. Pero no, el título se refiere a ese peso que aparentemente perdemos todos los seres humanos cuando llega el momento de morir. Y yo simplemente lo utilizo como metáfora sobre lo pequeño y lo insignificante que aparentemente somos, pero al mismo tiempo lo contundente que puede ser el peso que dejan los que se van en quienes nos quedamos.
–¿Por qué volvió a utilizar un accidente de tránsito como punto de confluencia del destino de los protagonistas de esta nueva película?
–Porque la vida está llena de accidentes. Se nos arrebata la vida en un segundo, en un instante, y todo nos puede cambiar, desde conocer a una persona o hacer un viaje hasta lo más terrible. En el lugar incorrecto y de la forma más incorrecta. Los accidentes hacen que sucedan cosas, y muchas veces no tenemos nosotros ningún manejo de ellos. Así que, para mí, el accidente automovilístico, tanto en esta película como en Amores perros, es una representación de que hay cosas que van más allá de lo que nosotros podemos manejar.
–Es imposible no recordar aquella frase sobre Dios jugando a los dados con el universo, aun cuando en 21 Gramos lo que parece plantearse es que es más una cuestión de destino que de azar...
–Siempre he estado obsesionado con el libre albedrío. Esta cuestión famosa de que nosotros somos los arquitectos de nuestra vida, a lo que yo siempre he contestado que no. Bueno, evidentemente hay un destino paralelo que uno mismo va forjando y puede tomar ciertas decisiones, pero muy limitadas. Porque siempre hay alguien que toma las grandes decisiones, llámale Dios, Destino o Energía Universal, como más quieras. Es algo que está escrito, y ahí nosotros no tenemos nada que ver. Lo que me gusta es explorar, a partir de esa noción, cómo los seres humanos podemos enfrentar esas decisiones que no tomamos nosotros, después de que ya sucedieron...
–También volvió a utilizar una narración no lineal para contar esta nueva historia.
–Cada historia encuentra la forma de ser contada, y ésta encontró ésta. A diferencia de Amores perros, que son tres historias que se entrelazan en un mismo accidente, aquí es una sola historia contada desde tres puntos de vista diferentes. Y si quieres ser justo con los tres personajes, pues tienes que romperla como yo lo hice, para entender cómo ven cada uno de esos momentos.
–Entre los grandes atractivos de 21 Gramos están las actuaciones de su trío protagónico... ¿Con ellos a su disposición no sintió, parafraseando a Orson Welles, que tenía el tren eléctrico más grande con el cual jugar?
–Algo así, claro. Ellos tres son algo así como los más grandes actores de mi generación. Y tenerlos a mi disposición fue un gran lujo, pero un lujo que yo me gané. La relación con ellos fue tan maravillosa que tuve el honor de contar con su credibilidad, y tener toda su confianza en lo que yo hacía y decía. Eso fue lo que me permitió explorar la película como yo quería. Y, vaya, cuando tienes actores de semejante magnitud, es todo un espectáculo.
–Tanto en sus largometrajes como en sus trabajos publicitarios, siempre está involucrado con músicos de rock argentino. ¿Qué es lo que encuentra en ese género?
–Es que me gusta mucho. Lo que pasa es que ustedes tienen una gran ventaja respecto del rock mexicano, y es que aquí comenzamos con todo eso como diez años más tarde. Además, me gustan mucho los instrumentos argentinos. Me gusta el ronroco que usa Santaolalla, por ejemplo. En 21 Gramos me empeciné en incluir el bandoneón, porque hay en él una cosa muy trágica, pero muy hermosa...
–Es curioso que lo mencione, porque cuando el bandoneón aparece en la banda de sonido es posible pensar desde aquí en una obviedad, pero debe ser diferente en una película extranjera... ¿Tuvo que pelear mucho con Santaolalla? ¿A él también le pareció lo mismo?
–No, para nada. A él le gustó mucho, también. Pero para aquella época yo estaba escuchando mucho a Piazzolla, y el bandoneón siempre me da mucha tristeza... pero una hermosa melancolía, antes que depresión. Por eso es que me lo imaginé como parte del sonido espiritual de los personajes de la película. Así que con Santaolalla siempre estuvimos de acuerdo en usarlo. Lo que fue difícil fue decidir el momento de hacerlo, por lo que dices en tu pregunta: para que no sea obvio, ni barato, ni folklórico.
–Usted ha dicho que estaba orgulloso de que 21 Gramos fuera prácticamente una película mexicana, pero hablada en inglés... ¿Fue difícil rodar dentro del sistema estadounidense?
–Hubo algunos tenores. Por ejemplo, tuve que irme a vivir allá durante un año para poder entender bien quién es quién, y para saber cómo funcionaba esto de los agentes y productores, toda una serie de capas industriales que uno tiene que entender si quiere filmar allí. Pero, fuera de eso, terminé haciendo la película que yo quería, y tal como quería hacerla, así que no me quejo de nada.
–¿Tiene alguna anécdota para contar que ilustre un poco esas complicaciones...?
–Es que para filmar en Estados Unidos tienes que lidiar con los sindicatos de vestuaristas, peinadoras y demás, y eso es algo que puede llegar a volverte loco. Me acuerdo de una escena en la que había que mojarle el pelo a Sean Penn en el auto, porque venía de la lluvia. Y yo le decía a la peinadora del set que le mojase más el pelo, y ella lo rociaba con un spray. Pero cuando le dije que lo mojase también más abajo, porque la lluvia también le había empapado la camisa, ella lo que hizo fue ir a llamar a la encargada del vestuario en el set. Y ahí me enojé y dije algo así como “dame eso, que lo hago yo”, y todo el mundo lanzó unaexclamación... “No podés hacer eso, el sindicato te va a demandar”, me decían. Todas pendejadas que no existen en México. Puede llegar a ser muy desesperante, pero al final se convierten en anécdotas, y cuando terminas haciendo la película que quieres, ves más las ventajas del sistema que las desventajas...