ESPECTáCULOS
› ENTREVISTA A QUENTIN TARANTINO
“Un chiflado del cine”
Así se define el director, que cuando se menciona la violencia en sus films afirma que “para esto se inventó la cámara”. Aquí, Tarantino da pistas sobre lo que se verá en Kill Bill Vol. 2.
Por François Forestier
Vestido con un saco chillón rojo y amarillo, calzado con zapatillas haciendo juego, Quentin Tarantino (Knoxville, Tennessee, 1963) aparece con el voltaje al máximo, eléctrico, agradeciendo sinceramente que alguien se interese en él. Es un niño grande, con un gran mentón y una gran frente, una especie de troll iluminado, gesticulante y feliz. Las palabras rebotan, las frases se traspolan, se le hace difícil tratar de poner orden en sus respuestas. Quiere contar anécdotas, citar títulos de películas, subrayar sus intenciones, hablar de todo, pero el lenguaje es demasiado estrecho, demasiado racional. Quiere decirlo todo, de un solo golpe, enunciar una sola palabra que las contenga todas, deletrear el nombre de Dios. No puede. Por eso hace películas.
–¿Bill es Dios?
–(Se arrellama en una silla.) Es un personaje... eh... sobre todo Fu Manchú. Es un malvado, un cerebro, completamente malvado. De hecho, se ganó un párrafo descriptivo en el guión... “En otras épocas, llamaban a estos hombres conquistadores. Hoy son corruptores... de todos los corruptores del mundo, Bill es el más singular. Corrompe al Universo entero. Es puro.” (Risas.) En otro tiempo habría sido Gengis Khan, o Napoleón.
–En la película todos los personajes son malvados.
–Es lo que tiene de interesante. Me encantaría hacer una película sobre la niñita del principio... dentro de 20 años. Ella sí que promete...
–Su punto fuerte, en Pulp Fiction, eran los diálogos. Pero en Kill Bill apenas hay diálogo. ¿Por qué?
–Es raro... no me había dado cuenta hasta qué punto –aunque no estoy ciento por ciento seguro de que sea así– los diálogos estaban ausentes hasta que me lo dijeron. No hay escenas con mucho diálogo, ¿ok? Porque no está en la tradición del género. Esta película es visual, por oposición a audiovisual: yo quería expandir mi vocabulario visual. Mis personajes no hablan mucho, ellos...
–... cortan cabezas.
–¡Exactamente! Es como en los spaghetti westerns, una o dos frases bastan. Pero... en Kill Bill Volumen 2 hay mucho más diálogo. ¡Mucho más! Y Volumen 2 es muy diferente de Volumen 1, tiene otro tono.
–¿Aún más sangriento?
–No, no. Al contrario. En la primera película, Sonny Chiba dice que “la venganza no sigue nunca el camino recto”, ¡y es eso! Es eso lo que aparece en la segunda parte, el elemento humano está presente, Uma Thurman ya no se abalanza sobre la gente como un tiburón. Las cosas son más complicadas, menos fáciles...
–¿La violencia no lo perturba?
–¡Es para filmar asuntos como éste que se inventó la cámara! La violencia, en los libros, en la pintura, en todas partes, es una nulidad. Pero en el cine es cool. Me dicen que Kill Bill es un film violento... ¡seguro que es violento! Pero es un film de Tarantino, ¿y qué? Nadie va a un concierto de Metallica a pedir que bajen la música, ¿o no?
–¿Escogió deliberadamente la paleta de colores?
–Sí. El amarillo lo quise poner para que combinara con el pelo de Uma. ¡Vaya rubia! Quería poner eso en valor. Una moto amarilla, una chaqueta amarilla, una parada un poco Bruce Lee... Un amarillo algo amostazado... Todo es parte de lo mismo. Para empezar, al principio, ella debió llamarse la Rubia sin Nombre. Pero no pensé que el amarillo se haría tan dominante. En los afiches, por todas partes. Incluso el mantel en la conferencia de prensa que tuve esta mañana era amarillo. Voy a Japón y no me ponen una alfombra roja, ¡me ponen una alfombra amarilla! Nunca pensé que ese amarillo sería tan eficaz...
–Esta es una película rabiosa. ¿De dónde viene esa rabia?
–Claro, claro... Conocí a Jules Dassin, fue increíble. Me preguntó qué había hecho, y le dije Perros de la calle. Y él me dijo: “¿De qué clase de película estamos hablando, jovencito?” Y yo: “De una de asaltantes”. Y entonces me di cuenta de que estaba hablando con el tipo que hizo Rififí, el top de las películas. ¡Forty Guns, genial! ¡Park Row, genial! ¡The Baron of Arizona, genial! ¡White Dog, una obra maestra! El hablaba de mí, él... Fuller hablaba de mí y decía que yo era un gatito... ¡Un sentimental! Después agregaba: “¡¡¡Un gatito con una metralleta!!!”
–¿Se considera cinéfilo?
–Un chiflado del cine, sobre todo. He visto millones de películas, y todo lo metí en Kill Bill. Este es mi destilado de la Clase B. Eh, ¡pero claro! (Se levanta.) ¿Y usted qué piensa de mi película?
–Estoy dividido entre el placer y la perplejidad.
–¡Puta, eso sí que es cool! ¡Esa es la idea! ¡Gracias! (Estrecha la mano del cronista con sus dos manos y se inclina a la japonesa.) ¡Gracias! –repite.