Lun 19.01.2004

ESPECTáCULOS  › LA OBSESION POR EL SEXO DOMINA LA PROGRAMACION TELEVISIVA

Las recetas para un verano afrodisíaco

En temporada, la pantalla se llena de tetas y barrabravas de la urgencia sexual. Jorge Rial, Pato Galván, movileros y chicas lindas amenizan una eterna fiestita con fondo de risas cómplices. La imaginación se esfuerza en idear lo que sea para que el cuerpo se exhiba en la pasarela del concurso de vedettes o en el parador de turno.

› Por Julián Gorodischer

Tetas y más tetas. Las de la Ritó –dice una cronista– son blanditas al tacto. Las de Florencia de la V “no se tocan, se miran” por indicación misma de la travesti. Las de Flavia Miller, en el corte de bikinis de Playa Franka, “apuntan hacia el Sur” (asegura el movilero de Los Intocables). Subido al boom, Jorge Rial quiere encontrar a la nueva vedette de la Argentina. Y Pato Galván, en El animador, moja a la rubia para que se le pegue la musculosa al cuerpo. Y que se suelte, por fin, la alegría de la barra, desaforada, a cien por minuto, estimulada por las gomas, gomazas, melones, manzanas, o lo que gusten nombrar. Los muchachos son así: el verano es “caliente, afrodisíaco, pajero”, dicen de sí mismos, y entonces hay que idear lo que sea para que el cuerpo se exhiba con poca ropa en la pasarela del concurso de vedettes o en el parador del chimentero.
¡Qué puterío! Intrusos en la noche cristaliza rapidito y en continuado todos los mitos de “la guerra”, ese duelo que es el centro del verano, el momento en que “las locas se agarran de las tetas” (en reemplazo de los pelos). Así fue que la travesti Lorena y una tal Verónica discutieron sobre la dignidad de la mujer, se tiraron con todo, y la chica lanzó la frase hiriente: “Una mujer es útero y matriz”, seguida del llanto de la travesti y renuncia de la agresora. La guerra debe ser así: verbal e inmotivada; ayer mismo eran confidentes en el auto de Lorena pero ahora... es otra cosa... es la fama (“un huracán que te arrastra contra la pared”, dice Vero). Ellas se definen como “leonas acorraladas”, desde la épica de la que está haciendo historia, o repitiendo la historia de cada verano: criticar a la culona, delatar a la operada, obtener la propia tapa de revista (o doble página interior en el caso de las novatas). Así son las mujeres –se complace Jorge Rial–: afiladas y cotorras. Convierten la oportunidad que él les brinda en esto que se ve: el famoso “puterío”, que involucra hasta a la pobre ama de casa del otro lado. “Ella quiere el plumero en el culo”, había dicho el primer día, soez y mal educado como suele ser la barra en el verano. “Ellas nos provocan”, dirá el tipo según el manual del acoso, rodeado de la travesti y las otras once candidatas en conchero (¡cómo les gusta repetir esa palabra!) y tapatetas. “Es un puterío”, dirá Rial, en disfrute de la puja (¡la paja!) que se ve en la pausa del show: frotación en el caño, roce con el banquito, movimiento símil coito.
¡Qué partusa! El gag es siempre el mismo desde que empezó El animador: Pato Galván tira el balde de agua por un supuesto balcón y entra ¡la vecina!, que es una rubia espectacular “toda mojadita, mirate mami, cómo estás cosita, te mojaron toda”, relatada por este fraseo guarango, medio repugnante que vocea un supuesto chileno invitado que hace de secretario de Pato. La fiestita de El animador es una mezcla de la película Porky’s con La isla de Panam (llena de monstruos sueltos haciendo ruido) pero llega un poco más lejos. Cuela algo de la doctrina reality en un símil cabaret que incluye el voceo cachondo del chileno, el doble sentido continuo (estás mojadita, mami) y la ronda de una mayoría de tipos. La fiestita se arma con una sola mina para todos; no se lleva bien con las parejas. Calienta más el círculo que rodea a “la putita” al grito de “Mueva, mueva...”. A la barra le gusta compartir, pasársela de uno a otro como símbolo de fraternidad, subir el tono como en un repechaje de piropos obscenos. La barra quiere ser la estrella, y cuando se cansa de la rubia sale a buscar a la calle una nueva. Que no haya estrellitas porque después se ponen caprichosas. Pato sale por Fitz Roy o Bonpland y pregunta: “¿Te venís? Estamos flojos de minas”.
¡Barrabravas! La patota de Rial se ensaña con la travesti y le pone de cortina musical el prejuicioso: “La calle está dura, hay que batallar”. Pero, eso sí, serán correctísimos cuando una vedette defina a la verdaderamujer como “un útero y una matriz”. “Mi esposa es toda una mujer, pero adoptó”, se enoja el conductor. La barra de Pato suena como una risita maníaca continua, como de sátiro, mientras manotea a la rubia y después la saca a patadas: “No te vengas a hacer la loca”. La barra del chimentero Luis Piñeyro, en el móvil de Los Intocables, hace un cateo de extrañas tetas como las de Juan Leyrado (de travesti, en Cabaret Bijou) y arenga a Carolina Papaleo para que repita en la calle el streep-tease del teatro: “Vamos, una para los amigos”. La barra de mujeres solas en Hechiceras compite de igual a igual por el premio al fetichista: “Qué escote”, a la Gigi Marziotta, operada reciente y confesa.
La barra se ríe de las tetas mal hechas de la Miller en Playa Franka, consagra las de la Ritó como las más blanditas, protesta porque la mejor vedette es un travesti, e inaugura el top-five que siempre incluye a alguna chica derivada del reality: Pamela David o Silvina Luna, gatitas de Sofovich. “¡Si el Ruso las eligió, por algo será...!”. Allá lejos quedaron las tetas de Luciana Salazar en la entrega de los premios MTV: el for export no cotiza en Mardel, aquí donde el canon elige el nac&pop con fondo de Rambla y Bristol. Aquí sobran tetas para un cateo (guionado por Rial, Galván y el movilero) que no termina nunca: las de la Papaleo son peritas, las de la Ritó son esponjas, las de Juan Leyrado son hombreras, pero las de la Miller, eso sí, están pasadas de moda...

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