Jue 22.01.2004

ESPECTáCULOS  › PABLO RAGO ANALIZA SU EXPERIENCIA EN TV, LAS TECNICAS DE TEATRO Y SU ROL EN “LA PRUEBA”

“Yo no le cambio mi carrera a nadie, por nada”

Con un frondoso pasado en televisión, Rago ya se sacudió la fama volátil y hace tiempo que es considerado, a secas, un actor. Ahora, es uno de los protagonistas de La prueba, el exitoso drama de David Auburn.

› Por Emanuel Respighi

A mediados de 2003, Pablo Rago se encontraba a la caza de una obra para interpretar en el verano. Con la idea de combinar trabajo y placer, el actor se proponía trabajar en alguna de las tantas comedias que cada verano suben a la cartelera teatral marplatense. “Me parecía que la playa era un buen lugar para llevar y disfrutar a mi hijo”, señala el padre de Vito, el bebé de 1 año y cuatro meses que tuvo con María Carámbula. Leyó muchas obras, pero ninguna lo convencía. “No quería la típica comedia reidera. Buscaba una comedia divertida, pero con una vuelta medianamente interesante. Evidentemente, estaba buscando mal”, confiesa. Fue en ese momento cuando el director Carlos Rivas le ofreció trabajar en La prueba, la obra dramática escrita por David Auburn. “Después de leer el guión –explica Rago– no dudé ni un segundo. La obra me partió la cabeza, hacía tiempo que no leía un guión de corrido y me dejaba en un estado... Fue ahí cuando la idea de pasar el verano junto al mar se fue al demonio.”
El entusiasmo del actor con la pieza que de miércoles a domingos se presenta en el Multiteatro (Corrientes 1283) no es injustificado. La prueba tiene múltiples premios (un Pulitzer como mejor drama y tres premios Tony, entre otros) y fue estrenada con éxito en EE. UU., Inglaterra, Francia, España, México y Chile. El elenco está compuesto por Gabriela Toscano, Osvaldo Santoro, Carola Reyna y el propio Rago. “Tengo propuestas para hacer TV pero me la juego a muerte por la obra”, dispara, en diálogo con Página/12, quien el año pasado participó en la última etapa de Resistiré (ver aparte).
–Hay una especie de lucha entre los intereses personales, los personajes y las relaciones, como la relación que se entabla entre el padre y la hija, o entre las hermanas.
–La llegada de mi personaje, Harold, pone a prueba todo lo que se planteaba como real al comienzo. Ya sea la locura del viejo, la genialidad de la hija... La obra plantea una cosa básica en el ser humano: ¿qué hacer ante la decrepitud de nuestros viejos? ¿Hay que quedarse con él en la casa e inmolarse a su cuidado exclusivo, como hace una de las hijas? ¿Hacer su propia vida y pagarle un geriátrico donde pueda estar cuidado y controlado, como propuso la otra hija, que se va a Nueva York a realizarse? ¿Quién tiene razón? ¿Cuál es la verdad? La obra habla sobre la relación de los jóvenes con los viejos y en última instancia con la locura. ¿Qué hacer con eso? Yo pienso que, en algún punto, cada personaje tiene sus razones para obrar como lo hace.
–¿Por qué?
–Es que hay cuestiones de la vida en donde no hay razones universales, menos cuando los afectos están en el medio. Pasa por la personalidad de cada individuo. ¿Cuál es la verdad? La obra, inevitablemente, te provoca una identificación. A todos se nos mueren nuestros viejos y la familia se debe reacomodar. No es fácil. ¿Qué se hace con la casa del viejo? Se la vende y listo, o se la tiene como un recuerdo. Por algún lado, todos se identifican con la obra: en la relación con los viejos, con los hermanos, en la cuestión de superarse. En un momento, mi personaje dice: Hay un punto donde uno se da cuenta que no lo va a conseguir, y reacomoda las expectativas. Es un texto genial para alguien que se siente derrotado, una frase sumamente inteligente. No se puede vivir sabiendo que va a fracasar eternamente. Si se da cuenta de que de una determinada manera no se va a conseguir el objetivo, hay que buscar otro camino para conseguirlo. No es de fracasado replantearse las expectativas. Al fin y al cabo, las expectativas van mutando permanentemente a lo largo de la vida.
–¿La prueba lo acercó a la ancianidad de otro modo? Es un tema de debate lo que se hace con los viejos, del Estado hasta la familia...
–Más allá de lo que pasa culturalmente, en el fondo hay una cuestión muy personal que se filtra en el tema de los viejos. Conozco muchos casos de amigos que piensan de manera diferente al respecto. Nosotros somos tanos y sé que vamos a tener en mi familia este conflicto en el momento de que la muerte asome su presencia. Uno puede tener ahora una opinión fría, pero al momento en el que se desencadenen los hechos estas opiniones cambian. Pero el tema de qué hacer con los viejos es un problema que traspasa las fronteras de las sociedades modernas, que es histórico.
–Empezó en TV a los cuatro años y pronto participó de éxitos como Clave de sol y Amigos son los amigos. ¿El teatro es un amor tardío?
–Sí. Pero también pienso que el teatro necesita de la maduración del actor. Yo había tenido contacto con el teatro en la adolescencia pero llevando los ciclos de TV. El primer curso de teatro lo tomé recién a los 23 años, cuando ya tenía 14 años de carrera.
–No debe ser lo mismo tomar clases de teatro cuando uno empieza que cuando tiene varios éxitos.
–Es muy difícil. Yo tenía mucha experiencia de la tele y también arriba del escenario. Porque por más que haya hecho obras basadas en ciclo de TV uno está arriba del escenario, viendo cómo funciona la risa, los tiempos, la entrada y la salida...
–El ego de uno mismo...
–A mí, en un punto, lo que me retrasó las clases de teatro fue mi ego. Yo me decía: ‘No voy a sentarme al lado de un chico que recién empieza y escuchar todo lo que ya conozco después de 14 años de carrera’. De hecho, recién fui a tomar clases de teatro con Raúl Serrano luego de haber trabajado con él y de que me convenciera de empezar el curso, que estaba bueno y era necesario aprender la técnica desde otro lugar. Yo la había aprendido a través de conseguir un resultado, como pasa generalmente en la tele: te tiran el guión por la cara y tenés que hacerlo. El resultado total. Me di cuenta de que podía ir a las clases a equivocarme. Por eso es que ahora la etapa que más me gusta es la de los ensayos. Allí es donde podés hacer lo que se te ocurra respecto de tu personaje. Después, el director te encarrila.
–¿Por qué piensa que trabajar en teatro el actor necesita de maduración?
–Para estrenar una obra tenés que estudiar mucho: se deben conocer los elementos que podés usar para crear un personaje, tenés que tener un instrumento técnico aceitado para que te escuchen desde todos los puntos del teatro, el actor se debe parar de una determinada manera... Para actuar en teatro se debe conocer el mecanismo de la actuación. Por eso es tan importante el tiempo de ensayos.
–Un trabajo que no ocurre en televisión.
–Yo en TV reacciono. En teatro, en cambio, actúo. En teatro uno no puede sólo reaccionar, porque si cada actor reacciona como lo haría en la vida real la obra sería caótica. Hay un trabajo mayor del actor en el teatro. En el escenario uno debe crear un clima con todo su figura. En la TV, en cambio, hay recursos tecnológicos que facilitan la tarea el actor. En la TV yo reacciono más, me entrego a lo que pasa en el momento. En el teatro la actuación es más estructurada. Por ejemplo, en La prueba tuve durante dos semanas un conflicto con respecto a una de las situaciones que tenía que resolver en la obra. Yo sabía lo que tenía que hacer en al escena, pero mi cuerpo no lo comprendía. El cuerpo necesita unos días para reaccionar de manera natural.
–Hay muchos actores de TV que van al teatro y no pueden consolidarse, y viceversa. Usted parece resolver las dos facetas sin problemas. ¿Cómo hace?
–No sé. A lo mejor tiene que ver con algo innato. En mi caso, la actuación en teatro se dio naturalmente. Cuando en el ‘96 hice Gepetto, mi primera obra de autor, hicimos una gira por el interior. Ahí descubrí que en el teatro me podía tomar dos meses de ensayo para buscar la mejor forma de construir al personaje y que éste se relacione con el resto del elenco. Hasta ese momento, yo no lo habría tenido porque había trabajado en TV. Y en la TV te tiran el libreto y lo tenés que hacer para el otro día, de la mejor manera posible. Cuando descubrí los tiempos del teatro me quedé enamorado.
–¿Cree que los éxitos televisivos atentaron contra su reconocimiento como actor?
–No sé. Yo no le cambio mi carrera a nadie, por nada. Yo me siento muy respetado dentro del medio. Lo que pasa es que hay una parte en la que no puedo hacer nada por el rating que tuve. No te lo pueden discutir. No tengo la culpa de que haya hecho éxitos de televisión jugándola de galán.
–¿Disfruta mucho más la carrera ahora que hace algunos años?
–Sí, ahora disfruto mucho más ser actor. Siento que maduré algunas cosas como actor y como persona. Disfruto mucho más de la vida. En lo actoral, me siento con más armas y con más elementos. Me doy cuenta de que a medida que crezco y estudio tengo más preguntas para hacer y para hacerme. Y eso está buenísimo. Que tenga preguntas significa que quiero seguir progresando.

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