ESPECTáCULOS
› “CORAZONES ABIERTOS”, ULTIMO EXPONENTE DEL DOGMA DANES
Cuando la fatalidad no es tan negra
El film de Susanne Bier vuelve a traer a varios intérpretes conocidos del método ideado por Lars von Trier, en una historia ambigua que abre varios interrogantes. The Ring, en tanto, apela a lo sugerente para inquietar.
› Por Horacio Bernades
Es una rara y feliz coincidencia que Corazones abiertos se estrene en Buenos Aires casi al mismo tiempo que 21 gramos, en la que el mexicano Alejandro González Iñárritu expone sus tesis sobre la predestinación y el fatalismo. Una de las últimas muestras del ya fenecido Dogma 95, Corazones abiertos se basa en el mismo punto de partida que aquélla (la idea de que un accidente puede tener el mismo efecto que el de un tornado frente a un castillo de naipes), pero para postular lo contrario. Según esta película danesa, la irrupción de la tragedia no necesariamente da lugar a más y peores desgracias, sino que, por el contrario, puede desencadenar cierto mecanismo imprevisible al que se suele dar el nombre de vida, en el cual lo funesto y lo feliz pueden coexistir y hasta fusionarse.
Con inteligencia y buen criterio, Susanne Bier (autora de media docena de largometrajes, desde comienzos de los 90) supo sacar provecho de lo mejor del Dogma, dejando de lado sus imposiciones más restrictivas. Cámara en mano sí, aunque no siempre. Luz natural también. Pero no sólo sonido directo y música ocasional, sino, en los momentos en los que resulta más adecuado, sonido y música grabados. Así, su película gana en espontaneidad, ligereza semidocumental y esa característica sensación de tiempo presente que devienen de la aplicación del decálogo, sin verse forzada a las contorsiones estéticas y dramáticas a las que algunas de sus predecesoras se habían visto sometidas. Rostros y plumas familiares del movimiento danés reaparecen aquí, empezando por los actores Nikolaj Lie Kaas (visto en Los idiotas y Verdaderamente humano), Paprika Steen (Los idiotas, La celebración, Mifune) y Birthe Neumann (la madre de La celebración) e incluyendo el guión a cargo de Anders Thomas Jensen, que había escrito los de Mifune y la aquí inédita The King is Alive.
A poco de comenzar la película, un accidente automovilístico (cuyo carácter casual y hasta estúpido lo diferencia ya del de 21 gramos, que parecería obedecer a las maquinaciones de un dios vengador) troncha en seco los planes y la vida de una pareja, justo antes de su boda. Ya nada volverá a ser lo mismo para Cecilie (la rubísima Sonja Richter) y Joachim (Nikolaj Lie Kaas, que nunca tiene demasiada fortuna en los films del Dogma). La condena a una vida vegetativa para él parecería condenar también a su compañera a una agonía sin fin. Sin embargo, aquí el azar resulta más fuerte y abierto que la mera fatalidad, generando un cruce imprevisto. Niels (Mads Mikkelsen), esposo de la mujer que arrolló sin querer a Joachim, es médico y trabaja en el hospital al que éste va a parar, lo cual lo lleva a entrar en contacto con Cecilie. Niels y Marie (la nobílisima Paprika Steen) son un estable matrimonio de clase media de Copenhague, aunque la rebelión adolescente de su hija Stine (Stine Bjerregaard) anuncia inminentes nubarrones. La tormenta no hará más que descargarse a partir del momento en que Niels, casi sin quererlo, acuda al pedido de ayuda de la desolada Cecilie, cuya vida afectiva y sexual ha sido brutalmente puesta entre paréntesis. Pasando sutilmente a través del punto de vista de todos y cada uno de los personajes, lo que Corazones abiertos dibuja a lo largo de su recorrido es una polifonía de lealtades, traiciones, deseos y proyectos encontrados. Vistas a través de los ojos del postrado Joachim, las libertades que Cecilie se toma pueden parecer crueles y reprobables, pero basta ponerse en el lugar de la chica para que cambien de signo. Por otra parte, rápidamente Joachim se convierte en una verdadera bolsa de bilis, resentimiento y negrura. Lo cual, en su situación, no deja de resultar comprensible. ¿Pero debería Cecilie quemar su vida para siempre en el altar de una fidelidad mal entendida? Otro tanto por el lado de Niels y los suyos. En plena adolescencia, Stine verá a su padre como la encarnación misma de la hipocresía y pusilanimidad del mundo adulto, y está claro que la buena de Marie no merece las escapadas nocturnas y las mentiras y engaños de su marido. ¿Son esas suficientes razones para que Niels no escuche el llamado de su corazón?
Sin ceder a la menor solemnidad ni sobrepeso sentimental, lo que plantea Bier es la inevitabilidad de ciertas situaciones dilemáticas, sugiriendo que ante ellas nadie tiene la respuesta y dejando en tal caso al espectador lleno de preguntas. Que esta encrucijada humana y moral no se proponga como un grave tratado de filosofía existencial, sino que por el contrario haga aflorar, indiscerniblemente atados, el humor y la crueldad, el sentimiento y la contingencia, son invalorables ofrendas que la realizadora hace a sus espectadores. Más invalorables aún, en tiempos en los que, si algo abunda, son esos cineastas devenidos sustitutos funestos de dios, al estilo de González Iñárritu en 21 gramos.