ESPECTáCULOS
› “LOS PENSIONADOS”, DE POL-KA, POR CANAL 13
La sopa costumbrista
Las ficciones que debutaron el lunes abrieron la guerra 2004 por el rating, y Miguel Angel Rodríguez y los suyos se anotaron la primera batalla por amplio margen. En lo artístico, la serie de Adrián Suar apela otra vez a su retrato de las relaciones “de barrio”, mientras que el producto de Marcelo Tinelli se apoya en la familia, la comedia colorida y algunas módicas transgresiones.
› Por Julián Gorodischer
Sintonice y vuelve: llega el costumbrismo revisitado cada año. Es la repetición que deja felices y contentos a todos: anunciantes, gerentes del 13 y espectadores descansados. El guionista querrá, otra vez, alejar ese fantasma tan temido, la opacidad. Aquí todo queda claro desde el vamos: una mirada intensa fija el romance de la pareja central (Damián De Santo y Cecila Dopazo), sin sobresaltos, en este último festín barrial de Pol-ka que se llama Los pensionados (de lunes a viernes a las 21, por Canal 13). La tira actualiza esa compulsión a paladear el déjà vu con la alegría del vago: no hay que hacer esfuerzo. Si la trama de Los pensionados rinde culto al “arranque” para cada uno de sus chicos (está el que huye de una boda, llega a la pensión o renuncia al trabajo), su estructura es lo opuesto: un regreso al suburbio y el amor complicado que se inicia cada verano y se mantiene, si todo sale bien, hasta los brindis y el arbolito.
El debut instala un punto muerto para cada uno de los personajes protagónicos: huida de la boda para Vera (Cecilia Dopazo), renuncia al trabajo para Tony (Damián De Santo), llegadas varias a Buenos Aires de los pensionistas (término más adecuado que pensionados). Todo se trata, como otras veces, de crear el hogar donde no lo había, que es mejor aún que reflejar un estado hogareño natural, esencial, heredado. Porque en este mundo, el hogar es construido y eso da esperanza. Los solos encuentran compañía y también a una mamita sustituta (o una tía) en la piel de Patricia Palmer, que siempre, en cualquier novela o comedia televisiva, habla como una directora de escuela seriota.
¿Cuándo empezó todo? ¿Cuándo fue que la TV descubrió el gustito por la familia sustituta, y se enamoró de esa estética barrial que ya no sobrevive ni en Villa Ortúzar? La tele ya no sale a mirar el mundo, ni lo inventa. Más bien alucina, ejerce un hiperrealismo extrañísimo que anula la ciudad y recrea esa mezcla de pueblo y periferia urbana que es el universo Pol-ka. Aquí todo sucede a primera vista, como en la plaza o la calle principal, donde los enamorados se miran y flashean, saben en el acto que están predestinados y anticipan toda una trama anual de encuentros y desencuentros. Aquí, los odios son tremendos y súbitos, como el de la malvada (una de las de siempre) que le tira la moto a Marcela Klosterbooer. Aquí, la empresa familiar (la pensión) está a punto de desbarrancar pero levantará a fuerza de trabajo y dedicación. Tiene que ser así.
Habrá, como otras veces, un triángulo amoroso entre pensionistas para disputarse a la Klosterbooer, y también un romance entre maduros (la Palmer y Pablo Alarcón) para pelearle a la competencia el multitarget. ¿Qué falta? Una amiga confidente para Vera (interpretada por Laura Oliva), un galancito de reminiscencia folk (Luciano Pereyra) y unos cuantos adolescentes para encarnar el sueño porteño (buscar trabajo, no conseguirlo, y después sí). El mito Pol-ka todavía cree en la gran ciudad como llegada de la oportunidad, y redescubre una sentencia romántica: “Sin amor, no”. A tal fin, la Palmer les pone el hombro a varios desempleados, pero su sobrino (De Santo) les reclama el pago atrasado.
Lo que se ve es una eterna zona de murmullos. Es el espacio del diálogo que adormila, del escenario que va rotando en cada tira de la casa chorizo a la pensión (da igual), pero que en cualquier caso pretende para sí una vocación pedagógica: enseñar valores. Aquí hay buenazos (del interior, con actitud solidaria) que indican cómo vivir por oposición a los descarriados: sólo en el debut ya se vio a una ¡motoquera asesina! (Catarina Spinetta). Que se sepa: la usina Pol-ka es un poderoso sistema de creencias morales, un eficaz aparato de ideas que cambia sus postales y deja viva su avanzada conservadora. Se la encuentra en este extraño costumbrismo que da vida a criaturas ajenas a los cambios, por fuera de la ciudad modernizada, desinteresados de otras voces y otros ámbitos (quehasta irrumpen milagrosamente en Los Roldán con Florencia de la V en rol protagónico, ver aparte). En Los pensionados las chicas buscan el amor y no tardarán en encontrarlo. Será lo que deba ser o no será. En esta mitología los chicos llegan a triunfar desde el interior, y les costará. Pero el final está anunciado: no puede fallar.