Jue 05.02.2004

ESPECTáCULOS  › HOY COMIENZA EL 54º FESTIVAL INTERNACIONAL DE BERLIN, UNA MUESTRA FUNDAMENTAL PARA EL CINE

Quinientas películas para tomarle el pulso al planeta

El director Dieter Kosslick augura un festival en el que habrá un buen número de realizadores preocupados por dar testimonio de las agitaciones políticas y sociales del nuevo siglo. La apertura, precisamente, ofrece Regreso a Cold Mountain, un drama épico y crítico de los instintos guerreros.

› Por Luciano Monteagudo

“Todavía es muy temprano para saber cuáles serán las tendencias, pero creo que hay muchos directores dispuestos a devolverles a la política y a los temas sociales su lugar en el cine.” Las palabras son de Dieter Kosslick, director del Festival Internacional de Berlín, que comienza hoy su 54ª edición en la capital alemana, con medio millar de films repartidos entre sus distintas secciones, que incluyen a la competencia oficial, el Panorama, el Forum del Cine Joven, el Kinderfilmfest (un festival en sí mismo, dedicado a los chicos), la Perspectiva del Cine Alemán, las retrospectivas organizadas por la Deutsche Kinemathek y, como si fuera poco, el European Film Market, una exaltada feria de compra y venta de novedades donde las películas no necesariamente valen por lo que son, sino por lo que aparentan.
Históricamente, Berlín siempre fue un festival que le prestó una mayor atención a la realidad política que otras muestras, en primer lugar por su génesis y su ubicación geopolítica. Nacida al calor de la Guerra Fría, como una vidriera del glamour que podía ofrecer el Occidente capitalista en las mismas narices de la Europa comunista, la Berlinale poco a poco fue perdiendo ese carácter de herramienta de propaganda para convertirse, en cambio, en un lugar de encuentro antes que de confrontación, un no man’s land que permitía un diálogo que no siempre era posible en otros foros de lo que entonces se conocía como “mundo bipolar”. Con la caída del Muro, se pensó que la Berlinale perdería algo de esa identidad, pero no fue así. La tradición pesó más y el festival siguió privilegiando una programación muy atenta al cine más conectado con las realidades del momento. La prueba más fehaciente fue el Oso a la mejor película que se llevó el año pasado En este mundo, un film del inglés Michael Winterbottom que se internaba en las rutas más peligrosas de Afganistán en el momento en que George Bush Jr. y Tony Blair decidían una nueva invasión al mundo islámico, a pesar de las multitudinarias manifestaciones en las principales capitales del globo y que tuvieron una de sus expresiones más fervorosas aquí en el melancólico Tiergarten.
Pero la de un año atrás parece ya historia antigua y la Berlinale tiene otros conflictos de qué ocuparse, aunque sigue profesando su vocación antibélica. Así lo demuestra con el film que servirá de apertura, Regreso a Cold Mountain, de Anthony Minghella, que a través de una historia sobre la Guerra Civil estadounidense se ocupa de declarar, en palabras de sus protagonistas, Jude Law y Nicole Kidman, que “no tiene sentido ir a pelear por una bandera y un paquete de mentiras”, justo en el mismo momento en que Washington multiplica su presupuesto militar. Por cierto, y pasando a temas más frívolos, la alfombra roja que marca el ingreso al Berlinale Palast, en la flamante Potsdamer Platz, parece que se quedará sin apreciar los pasos etéreos de Frau Kidman, que habría decidido dejar plantado al festival para no tener que enfrentarse a los 3500 periodistas acreditados y verse obligada a explicar por qué ella en particular y el film que representa se quedaron fuera de las candidaturas principales al Oscar de la de Hollywood. Paradójicamente, por su ubicación en el calendario, la Berlinale siempre ha estado también muy pendiente de las nominaciones de la Academia, que solían anunciarse cuando el festival recién estaba promediando. Pero el adelantamiento de todo el cronograma del Oscar viene ahora a provocar estas deserciones que no mellan al festival en sus contenidos, pero sí afectan su feria de vanidades.
Volviendo a la política, es todo un gesto que Berlín haya decidido otorgarle un Oso de Oro por su trayectoria a Fernando Solanas, que aprovechará la ocasión que le ofrece el festival para hacer aquí el estreno mundial de Memoria del saqueo, el documental con el que denunciala expoliación que sufrió la Argentina durante la última década y que llevó a la crisis terminal de 2001. La Argentina tendrá también una presencia significativa en la competencia oficial con El abrazo partido, de Daniel Burman, protagonizada por Daniel Hendler, la historia del reencuentro de un hijo con su padre en ese microcosmos que bulle en el corazón de Buenos Aires y que es el barrio judío del Once. En esta misma competencia, tres años atrás, Lucrecia Martel se llevó uno de los premios principales, con La ciénaga, y ahora el film de Burman (escrito en colaboración con el novelista Marcelo Birmajer) vuelve a tener una oportunidad equivalente. Por su parte, el Forum del Cine Joven programó El tren blanco, un documental de Nahuel García, Sheila Pérez Jiménez y Ramiro García sobre el convoy que todas las noches lleva a los cartoneros del conurbano al centro de la ciudad, como si fuera un ejército de sombras.
El Forum es esencialmente una muestra no competitiva, pero en el caso del film de Burman deberá medirse con algunos de los grandes nombres del cine mundial. La Berlinale este año consiguió –en su eterna puja con Cannes– atraer a varios veteranos de primera línea, como el griego Theo Angelopoulos, que presentará la primera parte de su Trilogía, El valle de las lágrimas, un vasto fresco sobre los distintos exilios que atravesó su pueblo durante el siglo XX. Por su parte, el maestro francés Eric Rohmer volverá a Berlín –donde estuvo hace unos años con su magnífico Conte d’hiver– con Triple Agent, un film que a priori parece inusual en él, ya que promete una intriga de espionaje ambientada en los Pirineos durante la Guerra Civil Española. El inglés Ken Loach, que también tuvo otras recordadas participaciones en la Berlinale, regresa a su vez con Ae Fond Kiss, un relato sobre las dificultades de adaptación de los inmigrantes paquistaníes en la comunidad católica de Glasgow.
Entre los directores más jóvenes, sobresalen dos presencias. Por una parte, el coreano Kim Ki Duk, conocido en Buenos Aires a través del Festival de Cine Independiente, entregará Samarial, una historia de los bajos fondos prostibularios de Seúl con la que intentará revalidar su título como uno de los más valiosos cineastas de la nueva ola asiática. Por otro lado, el estadounidense Richard Linklater intentará seducir al jurado presidido por Frances McDormand con Antes del atardecer, donde reencuentra a los mismos personajes que Ethan Hawke y Julie Delpy interpretaron casi diez años atrás en Antes del amanecer. Aquella vez, el encuentro de esas dos almas perdidas había sido en las señoriales calles de Viena y ahora la cámara de Linklater (quizás el más inclasificable de los directores estadounidenses del momento, de quien en la Argentina está por estrenarse su estupenda Escuela de rock) los vuelve a reunir, pero ahora en los bulevares de París, reflejados en la gran pantalla de la Berlinale.

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