ESPECTáCULOS
› UNA NUEVA TROUPE DE CONDUCTORES CAMPEA EN LA TV ARGENTINA
"Somos más jóvenes y contestatarios"
Alguna vez Juan Alberto Badía y Fernando Bravo fueron el paradigma del conductor joven. Luego vino la generación de Tinelli y Pergolini. En el siglo XXI es evidente el recambio generacional.
› Por Julián Gorodischer
El nuevo milenio, queda claro, barrió de la tele la euforia de los 90, el pum para arriba y los gomazos, los grandes invitados internacionales y los abultados pozos telefónicos. En la pantalla se nota el retorno a los tonos moderados, a cierto contracté que, sin embargo, elude el formalismo. En el 2002, los conductores de la tele, los dueños del horario central, tienen 30 y pico y se mueven en una zona de ambigüedades. La elección no es clara, pero no por defecto: alternan la crónica del cacerolazo y la guerra de vedettes (Jorge Rial en “Intrusos”) o practican un mix entre reality sexual y magazine comprometido (Juan Castro, en “Confianza ciega” y el reciente “Kaos en la ciudad”). Los de 30 y pico pasan del noticiero al vespertino para la mujer (Guillermo Andino, de “América Noticias” a “Va por vos”) y definen a esa versatilidad como una falta de prejuicios. Son la continuación de una cadena que va de Fernando Bravo y Juan Alberto Badía a Marcelo Tinelli y Mario Pergolini, y de allí a este presente.
“A los 30 y pico quería que me vieran caminar por un estudio –dice Andino–, que supieran que podía hacer otra cosa. En ‘Va por vos’ puedo hablar de política y policiales, pero también de juegos y cocina, sin problemas.” El “ser versátil” aparece como una de las pretensiones que permitiría trazar un corte generacional: los de 30 se definen como conductores para cualquier cosa. Surge un espécimen que deambula de la tarde para las señoras al “horario serio” sin que se le cuestione ese bien televisivo por excelencia: la credibilidad. Es como si el profesionalismo consistiera no en la fidelidad a los géneros de la alta cultura televisiva sino en la demostración de que se puede hacer de todo. En el caso de Castro, el quiebre se dio el año pasado, junto con el pasaje de los magazines progres como “Zoo” y “Unidos y dominados” al reality más subido de todos los que se vieron en la tele abierta, “Confianza ciega”, donde moderó a las parejas que ponían a prueba su fidelidad en la isla portuguesa con mucho de actuación e ironía ad hoc.
Ahora, sin que medie más que el paso de unos meses, vuelve a la noche bien pensante con “Kaos en la ciudad”. “Los de mi generación –dice– no somos tan formales ni acartonados. Nos permitimos hacer en la tele lo mismo que en una casa o un living de amigos. Tal vez porque tuvimos modelos como los de Lalo Mir, Elizabeth Vernaci o Bobby Flores, en radio podemos ser más humanos y graciosos. En mi caso personal, ‘Confianza ciega’ me ayudó a soltarme, y ahora esos resultados se ven en lo que hago en ‘Kaos’.”
Si la tele de los 90 estableció categorías duras que separaron al periodista del entretenedor, la de 2000 lo juntó todo en la misma bolsa, la agitó y parió sus nuevos hijos: Jorge Rial abre una tarde su programa con un severo llamamiento al bien común, y pide que cesen las agresiones a los políticos porque “después los muertos los ponen siempre los mismos, y ya vivimos los que es tener los tanques en las calles, y que quede claro que cualquier gobierno democrático es mejor que lo otro”. Cambio de cortina, se aflojan las muecas, y la mesa de “Intrusos” vuelve a la guerra entre la Zorzenón y Velasco Ferrero, con alguna acotación infaltable de Silvia Suller. La tele del 2000 borró fronteras: el “nuevo hombre” (humanismo tardío y devaluado) habla de todo, sin áreas fijas de incumbencia, aclamado en la asamblea barrial con el cartel “Rial es pueblo” pero objetado por la vedette que lo acusa de difundir infamias, y todo en la misma emisión de “Intrusos”.
Los de 30 y pico (y a la lista podrían sumarse Horacio Cabak y Mariano Peluffo) siempre prefieren dirigirse a una mujer del otro lado. El galán joven sabe que tiene éxito con las chicas; el protagonista de las tardes sabe que una dama lo está mirando. Marcados por el reality, forjaron sus carreras junto al boom del seguimiento de 24 horas: Castro con “Confianza ciega”, Peluffo con el “Gran Hermano”, Rial con las polémicas derivadas de “El bar”. Un poco inseguros y sin nombres convocantes por sí solos, se apoyan en equipos, pequeñas tropas sentadas alrededor de una mesa (en “Intrusos”) o en un estrado (en “Kaos”) o en cómodos sillones (en “Va por vos”). El equipo sopla al oído, apoya en el momento difícil y ayuda a llenar la hora o dos horas de programa. La nueva TV no es personalista: el conductor modera y coordina, tiende el pie y enlaza con lo posterior, pero no es un showman.
Los de 30 y pico tienen la sensación de estar ejecutando un cambio. “Nos animamos a hablar de frente, a tener un idioma más coloquial. Somos más contestatarios, tal vez porque crecimos sin miedo a correr peligro por hablar de más”, dice Andino. El compromiso tendría que ver con la generación de efectos renovados en el público. Andino pretende que su programa “le deje algo a la gente, que construya una cadena solidaria y ayude a entregar un medicamento. En otras palabras, que sirva para algo”. Las pretensiones de Castro son de otro tipo: “Que la gente se interese en lo que hago –dice–, que miren mi programa y pasen un buen momento”.