ESPECTáCULOS
› ENTREVISTA AL ACTOR HECTOR MALAMUD
"Reír es terapéutico"
Luego de haber reestrenado “Tango-clips” y una obra para chicos, el actor y director afirma que el humor es “un arma poderosa, que puede servir para desenmascarar”. Reír, dice, “puede despertar a la gente”.
› Por Silvina Friera
El actor, docente y director Héctor Malamud apela a una alegoría teatral implacable para hurgar en la debacle que padece la sociedad argentina. “Estamos en una especie de pozo negro, las máscaras se cayeron y se reveló la verdad: Argentina es un país latinoamericano y no del Primer Mundo”, dice con un gesto evidente de dolor. “Tenemos que alejarnos de esa ideología de confort del Primer Mundo porque no tiene nada que ver con nosotros. La identidad argentina está en crisis, es un rompecabezas”, explica Malamud a Página/12. “Armaron un decorado y nos metieron dentro. Siempre utilizo esta metáfora para el país: una casa con un living que era de primera, pero las habitaciones estaban arruinadas y la cañería repleta de mierda. Detrás de esa fachada todo el edificio se derrumbaba. Era hora de que la gente tuviera una participación más activa, hay que dejar que las asambleas barriales se desarrollen y proliferen”, reflexiona.
Para reconstruir la identidad mutilada, el actor considera imprescindible asentarse en sólidos pilares como la cultura y la educación. “Un pueblo que no potencie estos aspectos no podrá crecer jamás. Debemos preocuparnos por la generación que viene, porque la nuestra está prácticamente anulada. Quisiera que mi hija de 6 años pueda vivir en un país real y no virtual. Estamos en default con nuestros hijos porque recibirán un gran vacío como herencia”, advierte el actor de piezas como El gran soñador y People love me, que dirigió el año pasado Polenta con pajaritos y Esclava del alma, montaje que participó de Teatro X la Identidad. Malamud acaba de desempolvar Tango-clips, que presenta todos los sábados a las 23 en el Teatro de la Casona (Corrientes 1975), espectáculo estrenado originalmente en la sala Trottoirs (París). “La reposición fue producto de la nostalgia y representa una operación retorno a la actuación”, reconoce Malamud. “Me encanta la irreverencia, me divierte parodiar al tango, que parece tan solemne.”
Distintos representantes de la sociedad, como un boxeador, un político, un general y un artista gay definen lo que es el tango para ellos. En otros cuadros de Tango-clips, Malamud abunda en el lenguaje del clown para desmitificar la relación del bandoneón con su ejecutante o ridiculizar la idiosincrasia del macho argentino. “Juego mucho con la ruptura entre el actor y el personaje, mostrar el revés de la trama. Me siento un artista de lo desprolijo, lo espontáneo, que busca demoler la cuarta pared y al mismo tiempo entrar y salir permanentemente. Ser actor es irreversible, es una enfermedad terminal.” Además, Malamud escribió y dirige Baby clown, ¡la dulce espera!, espectáculo infantil que narra la historia de amor de una pareja de payasos hasta el nacimiento del baby clown, con recursos del cine mudo, los títeres y del dibujo animado (sábados a las 17 y domingos a las 18.30 en Liberarte, Corrientes 1555).
–¿Cómo se revierte ese vacío cuando los presupuestos previstos para cultura y educación contemplan nuevos recortes?
–Se van a cometer los mismos errores. Si no se produce una inversión genuina en educación y cultura, el país no va a crecer. ¿A qué generación va destinada una política cultural? Tenemos que cuidar a los jóvenes, darles un lugar y formarlos para que puedan ser agentes de cambios. Y si tenemos que recurrir a un lenguaje socialista –yo me siento un socialista romántico– volvamos a usarlo: la distribución, la equidad, la justicia de carácter social. Tener acceso a la cultura significa tender un puente hacia el conocimiento para evitar un pueblo ignorante. Como sostenía Federico García Lorca: “Si el teatro no existe, el pueblo está moribundo”. Es una etapa clave para romper con la dependencia ideológica, cultural y económica con patrones como el FMI o la banca internacional, que lo único que hacen es acosarnos. Nos robaron todo, pero la capacidad creativa, la imaginación y la fantasía son baluartes que no pudieron quitarnos.
–¿El artista es un agente de cambio?
–Sí. Tiene la responsabilidad de transformar esa concepción de que un artista está alejado de su gente. Al contrario, está inmerso en el pueblo, es un ser igual a los demás que tiene la intuición de la belleza. Estoy participando de una convocatoria con actores como Patricio Contreras, Luis Luque, Jorge Marrale, Claudio Gallardou, entre otros, para hacer frente a esta crisis, como un cacerolazo actoral. En una de las reuniones observábamos que la figura del actor todavía es altamente respetada. Estamos comprometidos con los cacerolazos y las asambleas barriales.
–¿Qué función tendría hoy el humor en una sociedad tan angustiada?
–El humor es un arma filosa que sirve para desenmascarar. Hay una frase que dice: “Riendo, corrijo las costumbres”. Reír puede despertar a la gente, es terapéutico. No es reírse para la evasión, como sucede con muchos programas de TV, que son buenos entretenimientos pero conducen al escapismo de la realidad. Provocan una risa efímera que no pasa a la historia.