ESPECTáCULOS
› VUELVE A BUENOS AIRES JOSE CARBAJAL, EL SABALERO
“La nostalgia es algo hereditario”
El cantautor uruguayo, radicado en Holanda, actuará mañana en ND Ateneo, donde mostrará nuevas versiones de sus clásicos.
› Por Fernando D´addario
En José Carbajal, El Sabalero, se amplifican las particularidades que conforman caprichosamente el llamado “ser uruguayo”. Como garantía de continuidad genética, tiene para exhibir: una voz grave, la educada severidad de la gente sencilla, nostalgia en estado de máxima pureza y un apego casi candoroso al barrio, los amigos y la buena bebida. La amplificación de estas características obedece, en El Sabalero, a su doble condición de cantautor-exiliado. A los 60 años, viviendo en Grolingen, al norte de Holanda, les sigue cantando a los personajes que pintaron su infancia en Juan Lacaze, el pueblo cercano a Colonia que patentó, por su exclusividad pesquera, el gentilicio sabalero. Lo hace con tanta clase y naturalidad que sus historias siguen conmoviendo.
A Uruguay va y viene, llevado por compromisos afectivos y profesionales. Cada tanto, esos regresos periódicos tienen una yapa, que complace a cientos de compatriotas y de argentinos fanáticos de su obra. Mañana cumplirá uno de esos rituales: actuará en ND Ateneo, donde presentará su último disco, Repercusión/el 14. No deben buscarse allí nuevas canciones, sino nuevos arreglos para los clásicos de siempre: A mi gente, Los amigos, Borracho pero con flores, entre otros. “No tengo idea de cómo va a ser el show en Buenos Aires. ¿Se supone que no debería decir eso en un reportaje, no?”, dice El Sabalero a Página/12. Se ríe, porque sabe que el éxito de su presentación no está supeditado a ese tipo de precisiones. En la misma jornada actuará también Manuel Capella, cantor y compositor hispano-uruguayo que mostrará su CD Montevideando.
José Carbajal vive un período de extraña canonización de Uruguay. “Tengo un público joven, que se va renovando. No sé por qué me quieren. Debe ser porque no estoy siempre, y entonces me aguantan.” Cuenta que La casa encantada es libro de texto en Uruguay. Y en la tele, a las 9 de la noche, pasan Chiquillada en todos los canales, para convocar a los niños a irse a dormir. “Mirá después de tanto tiempo, termino siendo un botón que manda a dormir a los botijas.” Curioso destino el de Chiquillada: siempre pareció destinada a conocer otros públicos. Desde Leonardo Favio hasta el Topo Gigio registraron la ternura de ese pantalón cortito inmortalizado. No fue la única canción que trascendió el ghetto de la música popular uruguaya. Soledad no suena muy creíble cuando canta, en A mi gente, “Sigue tu lucha de pan y de trabajo/ que el tamboril se olvida y la miseria no”. Pero a José le cae bien la ex adolescente de Arequito, y mucho más cuando recibió las primeras liquidaciones por regalías.
Trabaja mucho en Europa, pero no en el pueblito de Holanda, donde no es un músico famoso, sino el marido de la profesora. Habla muy poco holandés. “Nunca se me cruzó por la cabeza adaptarme. La gente no se adapta. Vive, nomás. Allá tengo a mi mujer, a mis hijos (de 18 y 14 años), pero nunca voy a vivir como un holandés. Sí estoy trabajando mucho en España, fui a EE.UU., Suecia, Francia. En los últimos años me llaman mucho. No sé qué es lo que pasa. El sentimiento es distinto según las generaciones. La gente grande, de mi edad, ya sabe que no va a volver más. A los jóvenes no les pasa tanto eso. Y yo tengo la idea de ir y venir”, dice asumiendo una especie de carga congénita. Pero enseguida aclara: “La nostalgia es permanente. Es una enfermedad hereditaria. Pero en mi caso no siento nostalgia por la tierra, sino a la edad, al tiempo que pasó”.
–¿Es cierto que casi no escucha música?
–Sí, me gusta mucho más leer. Escucho música clásica, o canzonettas napolitanas, o Nat King Cole. Pero estoy más pendiente de la lectura: Jack London, Poe, Horacio Quiroga, Onetti...
–¿Nunca pensó en ser escritor?
–Es que con las canciones me va bastante bien. Cuando quiero escribir un cuento, me pongo a leer a Faulkner y el desgraciado me quita las ganas...
–Su generación es la que creció con el rock. Pero en su obra no se ve esa rebeldía generacional que se vivió en otros países.
–Mis discos siempre fueron costumbristas y clasistas. Lo que pasa es que en los ‘60, los rockeros de mi pueblo no se peleaban con los padres. Por ahí discutíamos con algún veterano al que no le gustaba nuestro pelo largo, pero nada más. Teníamos muy claro que habiendo un patrón en la fábrica, no nos podíamos pelear con nuestros viejos.
–Usted vivió el exilio por cuestiones políticas. ¿Cómo ve hoy el panorama, a la distancia?
–Estoy optimista por lo que está pasando en la Argentina. Veo también que en Brasil está Lula. Yo de Kirchner no sabía nada, pero ahora en poco tiempo se nota que se puso los pantalones. Ojalá que el clima que se vive en la Argentina y en Brasil contagie un poco a Uruguay.